El ex secretario del papa Juan Pablo II recordó también el momento del atentado
(ZENIT – Roma) “Los espero en Polonia para el encuentro con el papa Francisco”. Así el cardenal Stanislaw Dziwisz se dirigió el 13 de mayo en el palacio arzobispal de Cracovia a los participantes del seminario sobre la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
Cracovia es una ciudad con un fuerte impacto emocional: fue la diócesis de san Juan Pablo II, el pontífice creador de las JMJ. El arzobispo de Cracovia, y ex secretario personal del papa santo polaco, señaló que la reunión de tantos jóvenes “será un momento de alegría. No solo de diversión sino también de encuentro en la fe de Jesús junto al papa Francisco”.
El purpurado recordó que al inicio existían muchas perplejidades en el Vaticano sobre cómo organizar las JMJ. El cardenal argentino Eduardo Pironio proponía realizar encuentros de pequeños grupos en las diversas parroquias, en cambio el papa polaco imaginaba enormes extensiones para recibir a millones de jóvenes.
“Quienes participarán a la JMJ –subrayó el arzobispo– vendrán a Cracovia para traer y difundir paz y misericordia”.
Sobre el atentado a san Juan Pablo II y lo que recuerda de ese 13 de mayo, el purpurado indicó: “Me encontraba detrás del Papa. Sentí dos disparos, otros dicen que fueron tres. La manera con la que el papa reaccionó dan una idea de su santidad”: desde el primer momento, herido gravemente “rezaba por quien le había disparado. No sabía quién era pero rezaba por él”.
Cuando todo pasó, Juan Pablo II fue a hablar con Alí Agca, quien le había disparado. “El Papa le hablaba de perdón, pero Agca estaba solamente interesado al secreto de Fátima. Nunca pidió perdón, a pesar de que Juan Pablo II le decía que era necesario perdonar y amar para salvar”.
“Cuando en el Vaticano sucedía –añadió el secretario emérito del papa santo– que visitábamos las tumbas de los pontífices en la basílica de San pedro, Juan Pablo II reflexionaba y decía que le había faltado poco para estar enterrado allí”. El cardenal Dziwisz recordó también que la permanencia en el hospital fue terrible, pero que el Santo Padre se puso bajo la protección de María, y agradeciendo al Señor enfrentó todos los sufrimientos invitando a no tener miedo”.
Sobre los inmigrantes y refugiados que llegan al país, el cardenal precisó que en Polonia ya se encuentran más de un millón de personas que se han escapado de Ucrania y Bielorrusia y de las regiones en conflicto. “La Iglesia polaca está abierta para hospedar a los necesitados, pero el modo de ordenar el fenómeno le toca al Estado”, y precisó que “Polonia no ha construido muros, sino que ha hospedado a quienes llegaban desde los lugares en donde se registraba el conflicto militar”.
Antes de despedirse el cardenal reiteró: “No tengan miedo, traigan gente a Cracovia, la ciudad de san Juan Pablo II”.
Antonio Gaspari