Reconstruir una nueva economía.
(zenit – 23 nov. 2020).- A continuación ofrecemos el artículo de la Dra. Ma. Elizabeth de los Rios Uriarte, profesora e investigadora de la facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México, sobre el evento Economía de Francisco, titulado “Justicia e inclusión”.
En días pasados se llevó a cabo el evento internacional Economía de Francesco en donde el objetivo era re pensar la economía del mundo actual en y desde los pobres y excluidos.
Si algo ha dejado en claro esta pandemia es que los sistemas económicos que hasta ahora han primado no dejan cabida a los vulnerables y que son profundamente marginales y excluyentes. Si bien este evento no fue planeado a raíz de esta constatación en tiempos de pandemia, encuentra su momento ideal en esta crisis que deja deudas sociales inmensas frente a las cuales no es posible permanecer indiferente.
El Papa Francisco ha querido convocar a expertos y a los jóvenes de todo el mundo a replantearse nuevos modelos económicos que propongan, de una forma creativa, la inclusión de los descartados y la humanización de la sociedad de cara a reconstruir los lazos de fraternidad que nos caracterizan y que el pobrecillo de Asís intuyó en su seguimiento e itinerario espiritual. Cabe mencionar, como dato curioso, que este evento no adquiere su nombre a partir del Papa actual si no en función de Francesco, el Santo de Asís.
Así como el poverello se desnudó ante su padre y el obispo de la ciudad, Guido, desprendiéndose de las ropas y bienes que su acomodada vida de hijo de un mercader de telas le podía asegurar, y decidió, en libertad y alegría, seguir el camino que Dios le marcara, este evento invita a “desnudarnos” de aquellos bienes que nos apresan y que marcan profundas diferencias sociales dividiendo a los que tienen de los que no.
En una economía marcada por la acumulación de riqueza y las leyes del mercado, unos necesariamente quedan fuera de las consideraciones y oportunidades mientras que otros acumulan y se enriquecen egoístamente fomentando las desigualdades e incrementando la pobreza de otros.
Más aún cuando el poder adquisitivo y la utilidad social determinan los bienes necesarios para vivir y las oportunidades para crecer y desarrollarse, algo anda mal en nuestros modos y estilos de vida. Una nueva economía tendría que partir entonces por una reconsideración de la dignidad humana como valor ontológico y con independencia de la utilidad que la persona sea capaz de generar. Los anhelos del ser humano no son únicamente de índole material, pensar esto sería afirmar un reduccionismo antropológico que considere a la persona únicamente en su plano material; el ser humano ansía, por el contrario, bienes no asequibles mediante la acumulación del capital y de la riqueza, sus sueños van más allá e incluyen anhelos que sólo desde la solidaridad y la amistad social se pueden conseguir.
La economía que hay que construir debe ser una que incorpore métodos circulares de distribución de la riqueza, mecanismos más equitativos y bienes relacionales, es decir estructuras menos verticales y más horizontales donde todos quepamos y nadie sea dejado atrás.
Escuchar la voz de los más pobres y el clamor de la tierra deben ser los principios rectores de esta nueva economía que ponga a la persona al centro de sus decisiones y que sea capaz de apostar al óptimo crecimiento humano y social por encima de la mera acumulación de capital.
En este sentido es necesario reflexionar sobre el sentido del trabajo que, más que ser un medio de alienación de la persona, debe ser uno de plenificación propia y de los demás. Una nueva economía no puede excluir o negar posibilidades laborales a unos mientras privilegia a otros, todos deben de poder acceder a un empleo que les permita ser co partícipes de la creación y éste debe asegurarle un salario justo que, a su vez, les permita tener condiciones de vida buenas y dignas. La falta de empleos refleja, pues, una economía fallida, no amigable ni incluyente si no utilitaria y marginal.
Así, la economía a la que nos invita a pensar el Papa, es una propuesta solidaria con la creación, que la cuide y promueva, que la defienda y establezca lazos armoniosos entre todas las creaturas, incluidos los demás seres humanos. Una economía que establezca acciones orientadas hacia la búsqueda del bien común suponiendo que los recursos de la naturaleza son para todos los seres humanos en cualquier parte del mundo, pero especialmente, para los más necesitados. Solidaridad y subsidiariedad son entonces dos principios rectores de la nueva economía que no privilegie a unos y descarte a otros si no que incluya a todos por igual.
Con cifras en aumento respecto de las personas sumidas en pobreza y en pobreza extrema, es imperante generar una mirada compasiva y retribuyente, hacia otros seres humanos y hacia la creación. Dejarse interpelar por el clamor de los pobres y el grito de la tierra enferma son los puntos de partida para reconstruir una nueva economía, pero, también, una nueva política y una nueva sociedad.
MARIA ELIZABETH DE LOS RIOS URIARTE
Imagen: Jóvenes en la JMJ
(Foto: (C) Vatican Media)