Texto de la homilía pronunciada por Mons. Carlos Osoro en la Misa de la Sagrada Familia
¿Queréis descubrir dónde está la Belleza de la Familia? Acercaos por unos momentos a la Sagrada Familia de Nazaret. Ella es el icono que, contemplado, nos hace descubrir dónde está la belleza de la familia. Es urgente que acerquemos este icono a la humanidad en estos momentos en los que se está inaugurando una nueva época. Aparece una nueva humanidad. ¿Qué es lo más grande que podemos aportar los cristianos a los fundamentos de la misma? En primer lugar, la persona de Jesucristo. Él nos revela quién es Dios y quién es el hombre. Pero también debemos decir con fuerza dónde tiene su origen el ser humano y en qué “lugar” se revela con el verdadero humanismo, para que en él se descubra dónde está el tesoro más importante, la escuela más urgente donde los valores humanos, cívicos, religiosos y morales se otorgan. La familia es la escuela del humanismo auténtico. Es en la familia cristiana donde descubrimos cómo la vida que nace se acoge con generosidad y responsabilidad, y al ser humano se le entrega todas las dimensiones de la existencia que son necesarias para que alcance su vida real y, así, el futuro de la humanidad esté asegurado.
Trabajar en apoyo de la familia fundada en el matrimonio como elemento básico de la vida y del desarrollo de una sociedad es garantizar el futuro de la humanidad y contribuir a renovar la sociedad, poniendo el fundamento que necesita todo pueblo y todo ser humano para realizarse como tal. En la familia es en donde mejor se ve y se construye la “cultura del encuentro”, ya que es lugar de convivencia entre generaciones (padres, hijos, abuelos, bisabuelos, nietos), donde nadie queda excluido, donde todos son necesarios y cada uno recibe el amor y la ayuda que necesitan. Pero no es solamente encuentro de generaciones: también es “santuario del amor y de la vida”, pues en ella se enseña y se aprende a vivir desde esa atalaya que engrandece al ser humano cuando se pone como fundamento y garantía de desarrollo, Dios mismo. La Sagrada Familia de Nazaret así nos lo muestra. En la familia se aprenden y desarrollan las virtudes esenciales para la vida. Una familia viva, en cuyo centro, como sustentador de cada uno, en todo su desarrollo personal y social, y a lo largo de todo el camino que dure la existencia, esté Dios. Esto es lo más actual y moderno. Lo antiguo es vivir marginando a Dios, queriendo ser como dioses.
La Sagrada Familia de Nazaret es el prototipo de toda familia cristiana. ¿Quién es esa familia? La que reunida en el sacramento del matrimonio, y alimentada con la Palabra y la Eucaristía, está llamada a realizar esa vocación y misión de ser célula viva, no solamente de la sociedad, sino también de la Iglesia. La urgencia y necesidad de mirar y contemplar con confianza a la Sagrada Familia de Nazaret es vital. ¿Por qué? Por la belleza y originalidad que esta familia tiene, que viene porque en ella vivió oculto, largos años, el Hijo de Dios. Por eso radica ahí el eco más original de la “iglesia doméstica”, como es: la oración constante, la escucha de la palabra de Dios, la intensa vida sacramental, el esfuerzo continuado por vivir el mandamiento de Cristo del amor y del perdón. En la Familia de Nazaret contemplamos cómo el amor no es concéntrico, ni busca interés personal, ni toma en cuenta el mal recibido, sino que se alegra con la verdad. En Nazaret, se hacen verdad aquellas palabras del apóstol San Pablo en la primera carta a los Corintios: “el amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13, 5-7).
La belleza de la familia cristiana está en esa página del Evangelio de Lc 2, 22-40. Una belleza que tiene varios rasgos característicos: 1) El convencimiento de que quien da la belleza a todo lo que existe es Dios, y solamente Él. 2) Que la belleza del ser humano tiene su origen y fundamento en Dios mismo. Nada más ni nada menos. 3) Y que la belleza de la familia de Nazaret está en que camina unida y se dirige hacia Jerusalén. Y es que es en Jerusalén donde Dios muestra su rostro. Y quienes desean construirse como familia desde Dios, acuden a Él para hacer la ofrenda y presentar a quien acaba de incorporarse a la familia. Por eso, todas las familias llevaban al templo de Jerusalén a sus hijos. El icono de toda familia es, pues, Jesús, María y José yendo al templo de acuerdo con la Ley. Van los tres. Y lo hacen para consagrar a Jesús a Dios, y entregar la oblación prescrita.
Hay dos rasgos que nos muestran cómo se puede lograr que la familia cristiana alcance la «Belleza”:
1) Acogiendo al Señor en el corazón de quienes entran a formar parte de la familia. Simeón tomó a Jesús en brazos y bendijo a Dios. Sus palabras no pueden ser más significativas: “ahora puedo marchar en paz, porque mis ojos han visto la salvación”. Esa palabra “ahora” significa la irrupción total y absoluta de Dios en la historia. La Belleza la da Dios mismo. Ese “ahora” determina que un tiempo acaba y otro nuevo comienza. Y que empieza el tiempo donde la Belleza se hizo presente en este mundo realmente. En ese “ahora”, ¿acaso no hemos de introducir la experiencia del amor y de la vida que Dios nos ofrece en Jesús? Él es la luz de los pueblos, de todos los hombres. Ninguno está excluido de su amor.
2) Hablando de Jesús con obras y palabras que regalan la alegría del Evangelio. La profetisa Ana, mujer anciana que no se apartaba del templo sirviendo al Señor, daba gracias a Dios y hablaba de Jesús a todos los que aguardaban la liberación. Hay que hablar de Jesús, con palabras y con obras. Hay que liberar y eliminar esclavitudes. El desconocimiento del Señor engendra esclavitudes. La familia de Nazaret se abrió a la vida verdadera, poniendo de relieve su fuerza de humanización y la alegría del Evangelio de la familia. Toda familia, en cuanto comunión íntima de vida y amor, es lugar de humanización, cuna de la vida y del amor. La primera sociedad natural que es de institución divina, fundamento de la vida de las personas y prototipo de toda organización social.
¿Dónde está la Belleza de la familia cristiana que tiene su origen en el matrimonio? “Como elegidos de Dios, santos y amados, revistámonos de misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión” (cf. Col 3, 12-21). Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. lo llamó a la existencia por amor, y lo ha abocado al mismo tiempo al amor. Hoy es día de entregar Belleza al matrimonio y a la familia, hoy es día de decir un Sí incondicional al amor. Dios es amor, y por ello la vocación fundamental de todo ser humano está en amar. La familia cristiana es el santuario de la vida y del amor, y tiene la misión de custodiar, revelar y comunicar ese amor, como reflejo vivo y participación real en el amor de Dios manifestado en Cristo por la humanidad.
Con gran afecto, os bendice
+Carlos, Arzobispo de Madrid