«Esto no es un almacén de cosas antiguas. Es un museo vivo», afirma Cristina Tarrero, la directora del Museo Catedral de la Almudena, que cumple ahora diez años de su apertura al público. Ha sido una década entera «dando a conocer la fe y la vida de la Iglesia».
El museo nació el 1 de mayo de 2007, con bienes del Cabildo catedralicio y también de hermandades, cofradías y congregaciones que en el pasado tuvieron una gran actividad religiosa, con un patrimonio de culto muy rico. «Nosotros nos encargamos de custodiarlas, conservarlas y exponerlas, y se las cedemos en el día de su fiesta anual. Ellos no tienen medios para conservarlas y nos las dejan en depósito», cuenta la directora.
Por eso, a pesar de es «un museo pequeño», cuenta con piezas de gran calidad, como el Códice de San Isidro, un documento del siglo XIII que cuenta la vida del santo patrón de Madrid y que se utilizó en la ceremonia de su canonización; una custodia de 1693 de la Real Esclavitud de la Almudena; varios mantos de la Virgen de gran calidad; el cáliz de Pascua, en marfil y esmalte; una custodia procesional de gran valor y tamaño; una Inmaculada de Montañés; el rollo de Esther, uno de los cinco megilloth –libros bíblicos judíos– del siglo XVI que existen en Europa; varios recuerdos de san Juan Pablo II…
«Lo que tenemos son objetos que se crearon para su uso litúrgico, y nuestra intención es que puedan tener ese mismo uso de vez en cuando», explica la directora del museo. Por ejemplo, las custodias y los cálices se usan para el culto en algunas ocasiones del año litúrgico; las ánforas de plata se usan en la Misa Crismal; las coronas de la Virgen de la Almudena, que le fueron regaladas por los madrileños en una colecta por suscripción popular, se bajan de vez en cuando a la catedral para colocárselas a la imagen… «Estos objetos se crearon para dar culto a Dios y, si las normas de conservación lo permiten, se deben seguir utilizando para ese mismo fin. Lo que se puede seguir usando se sigue usando, normalmente en la catedral».
Historia de la diócesis
«La Santa Sede indica que los museos eclesiásticos deben narrar una historia –cuenta Cristina Tarrero–; en nuestro caso empezamos el recorrido contando la historia de la diócesis de Madrid, que aunque es de creación moderna hunde sus raíces mucho tiempo atrás, y por eso tenemos piezas que se remontan al siglo XIII».
Así, después de atravesar la sala capitular y la sacristía mayor, decoradas con mosaicos del padre Rupnik, el recorrido comienza contando al visitante qué es una diócesis, qué es una catedral, qué supone la figura del obispo, y también se le presenta la historia a los patronos Madrid: santa María de la Almudena y san Isidro Labrador. Después de la subida al exterior de la cúpula, una de las mayores atracciones del museo, donde se puede disfrutar de la vista panorámica de la ciudad desde varios miradores, los visitantes acceden a la segunda parte del recorrido. «Aquí mostramos numerosas piezas relacionadas con la liturgia y los sacramentos. Contamos qué es una sacristía, cuál es la vestimenta de un sacerdote, qué ornamentos utiliza… Mostramos varios cálices y custodias, y algún elemento que identifique cada sacramento. Y al final concluimos la visita con san Juan Pablo II, que es quien dedicó el templo el 15 de junio de 1993, y cuya figura es muy importante para la catedral».
Imagen: Sala capitular, con mosaicos del padre Marko Rupnik.
(Foto: Sigefredo)