Apodada La Latina –con estación de metro, calle, barrio y distrito municipal, una escultura en la puerta del Ángel e instituto a su nombre– Beatriz Galindo había nacido en Salamanca hacia 1465. Sus datos más fiables: era de ascendencia zamorana, su padre –de apellido Gricio– y su madre –de apellido Galindo– tuvieron más hijos, uno de ellos Gaspar de Gricio, secretario de Isabel la Católica; los hermanos entonces no tenían necesariamente que llevar el apellido paterno y mientras Gaspar lo llevó, a Beatriz le tocó el materno.
La educaban para monja; desde pequeña mostró capacidad y afición por el estudio de las letras; en la universidad de Salamanca, donde se formó en el renacimiento español y el humanismo cristiano, tuvo por maestro a Nebrija, quien estimulaba a cultivar el latín clásico; a sus 15 años lo hablaba y escribía perfectamente y dominaba también el griego hasta comentar a Aristóteles; era superdotada en un ambiente en el que la mujer estaba infravalorada, pues ya santa Teresa de Jesús escribía dirigiéndose a Jesucristo: «…que sois justo juez, y no como los jueces del mundo, que como son hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa». (CP 4,1).
En 1486 la reina Isabel la llamó para que fuera su maestra de latín y también de sus hijas; a la vez, camarera mayor, amiga íntima y consejera confidente; incluso le buscó novio con el que se casó en 1491: Francisco Ramírez, un capitán artillero, que era ya viudo; y tuvieron dos hijos, Fernán y Nuflo.
Murió el 23 de noviembre de 1535 en su hospital, junto al monasterio de la Concepción Francisca, pero había establecido en su testamento del 9 de noviembre de 1534 ser sepultada en el coro bajo del monasterio de la Concepción Jerónima, uno y otro fundados por ella. Un cronista coetáneo, Gonzalo Fernández de Oviedo escribió: «murió como una Sancta é fue una de las Relijiosas Dueñas é de buen ejemplo que en nuestros tiempos se ha visto é más limosnera».
Subsisten: la portada del Hospital en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Ciudad Universitaria; su balaustrada y escalera en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas; el palacio de Viana, donde vivió; y cenotafios tanto en el museo de San Isidro como en las Jerónimas de El Goloso.
Joaquín Martín Abad
(Foto: Zarateman)