Juan Pedro Quiñonero, corresponsal de ABC en París desde hace más de tres décadas, es un ejemplo sobresaliente de esa singular especie de escritores-periodistas que han caracterizado al periodismo español. De la inexistencia de España. ¿Quiénes son españoles? (Economía Digital, Barcelona, 2017) es un ensayo cuya primera edición data de 1998, y que fue presentada en público por Camilo José Cela. Llega ahora la segunda edición, aparecida oportunamente en medio de la interminable crisis catalana.
Estamos ante un libro de historia cultural de España, cuyas tesis recuerdan el debate historiográfico sobre el origen de España entre Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz con su polémica sobre la primacía del pasado árabe o del godo-romano. Además se nota que el autor ha bebido profusamente en las fuentes de la historia cultural y, sin ir más lejos, en un clásico del siglo XX: el historiador y jurista Rafael Altamira, cuya Historia de España y la civilización española leyó Quiñonero en sus años jóvenes. Esa historia cultural es la que cultivaron escritores como Azorín, Ortega, Unamuno, Ramón Gómez de la Serna o María Zambrano. Todos ellos respondieron a la necesidad de reflexionar sobre la esencia de España, una nación singular, plural y compleja.
Quiñonero es un heterodoxo porque no cree en la España de rasgos uniformadores que empieza a desarrollarse desde la época del Imperio y llega a su culmen en el siglo XIX. Esa España uniformadora es la que no existe para el autor. De ahí que se remonte a la literatura medieval para tratar de demostrar las múltiples influencias de las otras culturas, la judía o la arábigo-andaluza, No comparte ese pasado falsificado por los nacionalismos, sino que su objetivo es ahondar en la enriquecedora diversidad de la cultura española, en sus diferentes lenguas, culturas y modos de pensar. En efecto, los nacionalismos no han de ser combatidos con moldes uniformadores, sino con la reconstrucción de una arquitectura espiritual española. Esa arquitectura empezó a quebrarse, según Quiñonero, entre la publicación de El Lazarillo y El Buscón, que marcan el triunfo de un lenguaje y una mentalidad de hampa y germanía que han marcado el destino de España, y que acaso expliquen el desinterés por la cultura de amplios sectores.
El renacimiento de España debería ser más cultural que político. Pero habría que conocer un legado que se remonta a la Edad Media, en el que las jarchas pueden tener más trascendencia que los panfletos político-sociales.
Antonio R. Rubio Plo