Se extiende cada vez más el uso de tarjetas solidarias, una herramienta ya utilizada por instituciones de Iglesia para evitar el estigma de tener que ir a recoger alimentos o al comedor social. La del Ayuntamiento de Madrid opta a un premio en Europa.
30 de marzo 2023.- «La Tarjeta Familias evita la estigmatización que supone hacer una cola para conseguir una bolsa de comida y es el primer paso para disfrutar de las nuevas oportunidades que todos merecemos en nuestras vidas». Así valora el delegado de Familias, Igualdad y Bienestar Social del Ayuntamiento de Madrid, Pepe Aniorte, este instrumento que el consistorio madrileño ofrece a familias desfavorecidas para que puedan comprar en supermercados y no tengan que acudir para alimentarse a comedores sociales o a entidades de caridad. Ahora opta a los Premios Europeos a la Innovación Política en la categoría de Cohesión Social, que se fallarán en una gala en Varsovia el próximo 11 de mayo. Esta «realidad que funciona», abunda, y que cada vez se extiende más por nuestro país, es una herramienta de solidaridad que lleva varios años siendo utilizada por entidades de Iglesia como Cáritas y parroquias.
Ya en el año 2017, Cáritas Española reclamaba usar un criterio de dignidad y autonomía a la hora de ofrecer alimentación y vestido. «Hay que entregar ropa y comida de un modo más digno y normalizado, fomentando la autonomía de las personas que acompañamos», explica Javier Sánchez, subdirector de Cáritas Diocesana de Madrid en la Vicaría VIII y conocedor de este tipo de iniciativas. Sánchez pone como ejemplo el de una mujer que durante la pandemia se vio obligada a acudir a un comedor. Dejaba a sus hijos con una vecina «para no incluirlos en la dinámica de tener que pedir comida». Cuando llegaba a casa con las bolsas, decía que venía de la compra. Ahora, gracias a la tarjeta que le ofrecen en Cáritas, puede ir con sus hijos al supermercado.
65.000 tarjetas
La Tarjeta Familias del Ayuntamiento de Madrid opta a los Premios Europeos a la Innovación Política tras ser seleccionada entre 337 proyectos de 26 países por un jurado compuesto por 1.045 ciudadanos de toda Europa. Desde su puesta en macha, ha apoyado a 65.000 personas en sus necesidades básicas.
Además, las tarjetas solidarias permiten a las familias elegir los alimentos que quieren: «No es como en un comedor, que tiene un menú cerrado, o una bolsa de comida, que suele contener siempre lo mismo: arroz, pasta, legumbres secas…», dice Javier Sánchez. De este modo, tienen acceso a productos frescos que antes no se podían permitir como fruta, verdura, carne y pescado, aumentando así «no solo la calidad de su alimentación, sino su autonomía y autoestima». No menos importante es que puedan decidir sobre sus útiles de aseo: «Escoger el champú o la pasta de dientes es algo muy personal. Poder elegir parece una tontería, pero, en realidad, ayuda mucho a las personas. Al final, hay mucha caridad en los pequeños detalles».
Hay otro beneficio de este instrumento que atañe al propio funcionamiento de la institución que otorga la ayuda. En el caso de Cáritas, las tarjetas «permiten hacer un acompañamiento más profundo y no estar tan centrados en la logística de organizar el stock de alimentos», afirma Javier Sánchez. Y añade: «Podemos concretar nuestros esfuerzos en el acompañamiento a la persona más que en los productos que podemos ofrecer».
Esto permite una relación más continuada, en la que Cáritas supervisa el uso de las tarjetas «sin caer en un papel fiscalizador». Lo que hacen desde la institución es dar pautas como no comprar alcohol o productos superfluos, pero siempre con la flexibilidad necesaria como para comprender que, a veces, «hay que comprar golosinas porque la familia va a celebrar el cumpleaños de un niño, exactamente igual que cualquier otra».
Este sistema se extendió durante la pandemia de la COVID-19 e incluso ha sido adoptado como un elemento de responsabilidad social corporativa por empresas como Mercadona, que, a través de sus Tarjetas Sociedad, permite a familias en dificultades acceder a alimentos frescos.
Algunos bancos de alimentos han asociado sus campañas de recogida de comida a esta herramienta y muchas parroquias también la utilizan para acompañar y facilitar la alimentación de quienes pasan a pedir ayuda. Otras utilizan vales, similares a los cheques restaurante, que se pueden canjear en supermercados. Es el caso de la iglesia de San Pedro Ad Vincula, en Madrid, cuyo párroco, Alfredo Perea, afirma que «es una buena manera de mantener un acompañamiento a largo plazo, porque permite que salgan a la luz otras necesidades como el alquiler y la escolarización o la discapacidad». Así, sustituir las colas del hambre por una tarjeta o un vale supone «tanto evitar el estigma como facilitar un acompañamiento integral y un contacto más cercano con la gente que lo necesita».
JUAN LUIS VÁZQUEZ DÍAZ-MAYORDOMO
Alfa y Omega
Imagen: Una cola del hambre en Madrid en enero de este año.
(Foto: Europa Press / Alejandro Martínez Vélez).