En el camino a Kanzenze recorres volando con tu vehículo motorizado caminos de polvo naranja, mientras rozas el aliento de hombres que empujan decenas de kilos de carbón en una bicicleta y saludas a mujeres que sostienen el mundo sobre sus cabezas, alzando los brazos al cielo. Y es ese camino el que te hace darte cuenta de que estás llegando a otro mundo, muy distinto al que dejaste el primer día que emprendiste el viaje, a miles de kilómetros de distancia.
Durante este último mes, hemos podido experimentar como es ser una mujer joven e independiente en el Congo, país donde normalmente las mujeres sufren una situación de desigualdad de las peores a día de hoy.
Hemos trabajado como médicos cooperantes en el Hospital General de Referencia de Kanzenze, donde hemos compartido experiencias con trabajadores como la enfermera María, que cada día realiza una labor extraordinaria con su hija a la espalda. La descripción más real y verdadera de ser mujer trabajadora y madre, al mismo tiempo.
Y como ella, todo el personal del Hospital, que trabaja sin descanso, 24 horas al día, 7 días a la semana. Siempre intentando mejorar la situación de los habitantes de la zona. Siempre con una sonrisa.
También hemos compartido casa y vivencias con las hermanas de Pureza de María, quienes además dirigen varios colegios de la zona, en los que la educación de los jóvenes se basa en el respeto mutuo y la igualdad.
Ambas instituciones, colegios y hospital, son dirigidos por mujeres. Como en la foto, donde aparecemos acompañadas por la hermana Jeannette, director médica y gestora del hospital y la jefe de enfermería del Hospital de Kanzenze. Mujeres independientes que todos los días demuestran que la desigualdad ya no tiene cabida en nuestra mente ni en nuestros corazones.
Las hermanas nos han acogido como si de una familia que llevase mucho tiempo esperando tu llegada se tratase. Nos han hecho sentir como en nuestro hogar y han compartido con nosotras vivencias y experiencias de los habitantes de Kanzenze, que te hacen darte cuenta de la ayuda que todavía falta por llegar, pero también del impresionante camino que ya han recorrido. Todos los días nos han acompañado en nuestro camino como voluntarias, sin faltar nunca la risa en las sobremesas comentando lo vivido. Sin faltar nunca la fuerza de las mujeres en el Congo.
Mónica Martínez-Abarca Márquez
y María del Mar Rodríguez Carrasco
(Foto: Mónica y María del Mar)