El prefecto del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral viajó hace una semana a las localidades de Valencia afectadas por la Dana, las inundaciones que arrasaron con furia lo que encontraron a su paso, para expresar la cercanía del Papa Francisco. Se reunió con voluntarios, sacerdotes, familias y funcionarios locales.
Ciudad del Vaticano, 24 de noviembre 2024.- Ha pasado una semana pero el cardenal Michael Czerny todavía no puede quitarse de los ojos las imágenes vistas en Valencia. El prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral viajó los días 15 y 16 de noviembre a la ciudad española devastada a finales de octubre por la inundación Dana que causó más de 200 muertos y un número infinito de desaparecidos, además de la destrucción de viviendas , actividades comerciales, puentes, metros. Como ya en Ucrania, enviado poco después del estallido del conflicto de 2022, pero también en la Amazonía, África y otras zonas heridas del mundo, el cardenal jesuita también llevó a Valencia la cercanía y la solidaridad del Papa Francisco. Además de Valencia, también visitó las localidades de Alfafar, Benetússer, Catarroja, La Torre, Picanya y Paiporta, siendo esta última el epicentro de la tragedia.
Cementerios de coches
Czerny comparte con los medios vaticanos impresiones y observaciones, emociones y perturbaciones de este viaje de 48 horas, suficientes para transmitir en profundidad el significado del drama. “La destrucción física es abrumadora. Vimos señales de crecidas de agua en iglesias, escuelas y viviendas, de entre 2 y 4 metros. Barrios enteros han sido arrasados, los escombros han quedado como señal de la fuerza de la inundación», afirma el cardenal, manifestándose «conmocionado» sobre todo por la destrucción de más de 100.000 vehículos: «Cementerios de coches destruidos, amontonados en grupos de dos o tres. Montones de metal retorcido que muestran el poder del agua”.
La Iglesia, la primera en abrir sus puertas
En Valencia, el cardenal Czerny también pudo hablar con muchos habitantes locales: funcionarios del gobierno, sacerdotes, familiares de las víctimas, voluntarios y el arzobispo Enrique Benavent Vidal, quien «hizo muy bien en visitar y saludar a todos en cada parroquia afectada». Muchas de estas personas, explica el cardenal, expresaron su gratitud a la Iglesia, «la primera en abrir sus puertas y convertirse en ‘hospital de campaña'», y compararon esta acción inmediata con «la incapacidad de los poderes públicos para actuar con rapidez y eficacia». “Muchos informaron haber recibido una alerta de emergencia en sus teléfonos celulares horas después de que ocurriera la tragedia…”
La extraordinaria respuesta de los voluntarios
Czerny define algunas historias como «providenciales», por ejemplo las de personas que se salvaron milagrosamente porque tuvieron la intuición de subir a un piso superior momentos antes de que las aguas alcanzaran las casas: «Estas historias de supervivencia son conmovedoras y dan una sensación de protección divina en medio de la tragedia.» “La respuesta de los voluntarios fue extraordinaria”, afirma el cardenal. “Conocimos a una joven americana, una profesional de alto nivel, que vino a ofrecerse como voluntaria. Su padre y sus dos hermanos menores también abandonaron inmediatamente los Estados Unidos para ayudar después de enterarse del desastre. Sus acciones desinteresadas fueron un poderoso testimonio del llamado universal al servicio, que trasciende fronteras y culturas».
Centros de ayuda material y consuelo espiritual
Es “impresionante”, según el jefe del Dicasterio, ver las iglesias de la ciudad “completamente transformadas en improvisados centros de distribución de alimentos”: “Sin tiendas en funcionamiento, estos espacios sagrados se han convertido en lugares esenciales de ayuda, pero al mismo tiempo en presencia vital de compasión, fe y esperanza en medio del dolor.» “En estos ambientes vimos a Cristo salir del sagrario y hacerse verdaderamente presente, no en sentido sacramental, en quienes sufrían y en quienes les servían”, remarcó el cardenal. “Ver a sacerdotes, voluntarios y monjas trabajando incansablemente en el barro y el cieno, ofreciendo asesoramiento sobre traumas, distribuyendo alimentos y brindando consuelo, fue un testimonio inspirador”.
Sacerdotes misioneros
En las distintas etapas -en las que siempre estuvo presente Nuestra Señora de los Desamparados, patrona de Valencia cuya imagen «aparecía constantemente, tanto en las calles como en las iglesias dañadas, como en el corazón de los fieles»-, el purpurado también se reunió con «comunidades vibrantes» de jóvenes sacerdotes. “Verdaderos misioneros” que “ofrecieron no sólo ayuda material, sino que evangelizaron a miles de voluntarios que acudieron a ayudar. Ofrecieron consuelo, aliento, ayuda, alivio, con una dedicación verdaderamente inspiradora. Junto a ellas las monjas trabajaban con botas de goma y ropa sucia, hombro con hombro con los niños y Cáritas». Entre las fotografías que más le impresionaron, Czerny cita la de un joven padre acompañado de su hijo de 10 años: “Ambos eran voluntarios. El padre estaba enseñando a su hijo el significado del servicio cristiano”.
Una misa por las víctimas y los que sufren
En Valencia, el prefecto para el Desarrollo Humano Integral también concelebró la misa en la iglesia de San Jorge de Paiporta, con el arzobispo Benavent, el vicario Jesús Corbí Vidagañ y casi todos los sacerdotes de las parroquias afectadas. La celebración se ofreció por los difuntos y los que sufren; Estuvieron presentes cientos de personas y, subraya el cardenal, fue también una oportunidad para reiterar «la perseverante cercanía de la Iglesia al pueblo». Pero también la cercanía de Dios, que Czerny dice haber visto concretamente también en las estatuas y efigies de Cristo, de la Virgen y de los santos, arrastradas por las aguas y luego encontradas cubiertas de barro, algunas intactas. “Un sacerdote nos dijo: el agua es violencia, pecado y muerte. Por eso Jesús caminó sobre las aguas y calmó la tempestad en el mar…».
El camino hacia la reconstrucción
El camino hacia la recuperación y la reconstrucción en la provincia de Valencia es largo: “Para muchos será casi imposible – comenta el cardenal – por ejemplo para las tiendas familiares y las actividades comerciales. Probablemente nunca más volverán a abrir.» Sin embargo, la esperanza no falta, gracias también a los esfuerzos «incansables» de la Iglesia, que «permanece firme, comunicando la gracia de Dios, comprometida en curar los cuerpos, las mentes y los espíritus duramente probados por esta catástrofe». Una catástrofe devastadora».
SALVATORE CERNUZIO