Congregaciones religiosas apuestan por un buen asesoramiento financiero para alinear economía y misión siguiendo los principios de la doctrina social de la Iglesia
21 de Febrero de 2021.- «Cada euro que tienes es un niño que en Mozambique va a comer ese día». Carlos San Martín es el administrador del Instituto Hijas de María Madre de la Iglesia, que se dedica a la educación y a la atención de enfermos y ancianos, con un carisma eucarístico mariano. Desde España, esta congregación de religiosas mantiene las obras que tienen repartidas por el mundo. Una de ellas es la mozambiqueña: una guardería a tres horas de Maputo, la capital, a la que acuden 60 niños hijos de familias en situación de extrema pobreza. La misión fue fundada por sor Margarita Cabrera, ecónoma general de la congregación, y se sustenta en parte gracias a lo recaudado en la semana festiva del colegio de las Hijas de María de Cáceres. Siempre se hace para san José, hasta con tómbolas, pero con la pandemia, nada.
La hermana Margarita centra igualmente la atención en sus misiones en Venezuela, las que más recursos necesitan ahora mismo. A sus colegios envían medicamentos y comida. Los niños no tienen ni para desayunar, y los profesores también les piden: «Hermana, ¿no le ha sobrado un poquito?». La ayuda les llega asimismo gracias a colectas extraordinarias en centros educativos de nuestro país. Pero «este año, como no se ha podido hacer nada, pues lo que dé la comunidad», se resigna la hermana.
Esto que da la comunidad proviene de la hucha, indica San Martín, esa cartera que las comunidades tienen «para garantizar con sus rentas el cuidado de mayores, la formación de nuevas vocaciones» o los imprevistos. El problema es que «esos dineros» que se ponen a rentar «para poder financiar nuestra misión», lo que financian en realidad es una cantidad de comisiones «que muchas veces ni sabemos que están» y que en definitiva van a «gestores a sueldo de Luxemburgo, Londres y Fráncfort». Ajustando estos gastos en comisiones, el margen de ahorro podría ser más de lo que se piensa y se evitaría así algo que San Martín desaconseja: llevar la cartera financiera a asumir mayores riesgos para obtener mayor rentabilidad.
Por eso, tener unas cuentas saneadas es vital para la misión, pero requiere un análisis inicial del estado financiero con el que situar a la cartera de una congregación como se merece, «a nivel Champions League». Después vendrá una gestión «con una política de preservación de capital», porque son bienes eclesiásticos «que deben de ser tratados con el mismo cariño con el que se manejan los objetos sagrados del altar». Por eso hay que evitar que «por desconocimiento, buena voluntad y a veces cierta ingenuidad» de instituciones de Iglesia haya quienes se aprovechen de sus bienes. «Las hermanas y los sacerdotes son buena gente y se fían, pero “poderoso caballero es don Dinero”», advierte el administrador.
Ayuda de profesionales
La falta de ingresos a la que se refiere la hermana Margarita la han acusado también los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey. Este instituto de derecho pontificio y carisma ignaciano busca «favorecer experiencias de renovación espiritual, fundamentalmente de los laicos para que sean testigos de Cristo en la sociedad». Lo cuenta Enrique Martín Baena, director de la Casa Cristo Rey, en Pozuelo de Alarcón (Madrid). Y para ello tienen en España, pero también fuera, casas de ejercicios, retiros y convivencias, y de formación, donde se preparan los futuros cooperadores.
Desde hace años se enfrentan a dificultades para «garantizar la sostenibilidad de nuestras obras», ya que no es suficiente con la actividad de las casas. Influye, entre otros factores, el envejecimiento de la comunidad, que les ha obligado a externalizar servicios. Antes, los propios religiosos asumían la cocina, la limpieza, la economía, la jardinería, el mantenimiento… A día de hoy, en la Casa Cristo Rey hay 14 personas en plantilla, lo que «eleva costes y de alguna manera también complica la gestión». A su vez, sus obras en el extranjero (Uruguay, Argentina y República Democrática del Congo) «son deficitarias» y «dependen en definitiva de nosotros».
Ante las complicaciones, tanto las Hijas de María como los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey vieron muy necesario buscar asesoramiento financiero cumpliendo lo que el propio Papa Francisco propone en el documento Economía al servicio del carisma y de la misión: que «los consagrados pidamos ayuda a asesores de calidad para poner orden y optimizar mejor nuestros recursos», detalla el padre Enrique. «No porque entremos en una dinámica especulativa –aclara–, sino porque nos ayuda a alinear la gestión del patrimonio de acuerdo con la misión». A su vez, «evita que nuestras obras vayan perdiendo valor» y facilita «seguir ofreciendo ayuda económica a esas obras que están en misión y que no se autofinancian».
Cuando uno busca, encuentra, y así apareció en la vida de ambos institutos ETS, una empresa de asesoramiento financiero (EAF), de origen familiar. En la Casa Cristo Rey estaban iniciando la profesionalización de su servicio de cocina y unos amigos comunes los invitaron a ver cómo lo habían hecho en las oficinas de la consultora. En el caso de las Hijas de María, la búsqueda de un asesor financiero «verdaderamente independiente» y solvente, indica San Martín, los llevó a investigar entre las entidades reguladas por la CNMV. Y entre ellas estaba ETS, que después de 32 años de experiencia en el mundo de las finanzas y tras la relación con congregaciones, ha impulsado Alveus.
Se trata de un proyecto, tal y como explica Jorge Bolívar, socio fundador de la empresa, que nace con el lema Una gestión para cada misión porque cada congregación es única. La metodología propuesta por ETS-Alveus pasa por conocer en profundidad esa misión y los proyectos que tiene la entidad, por cuantificar los flujos necesarios para sufragar estas obras, por analizar y actuar sobre sus estados financieros y, solo entonces, determinar como y dónde invertir. Siempre, alineados con los principios del Evangelio y de la doctrina social de la Iglesia. En este punto, Bolívar explica que hoy es más fácil que antes analizar si las empresas pasan los filtros éticos o no para evitar así «invertir en acciones o bonos de entidades que promueven el aborto, las armas» o en aquellas que acaban en paraísos fiscales. «La buena noticia –añade– es que el universo de posibles inversiones es muy amplio».
En el caso de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey, la ayuda vino en primer lugar con una auditoría adaptada: examinaron los gatos «para ver cómo ahorrar y optimizar». Y en segundo lugar, estudiaron cómo tenían invertido el patrimonio y les ayudaron a diversificar, lo que «es una forma de preservar el capital» en tiempos tan convulsos y, a su vez, de tener mayor fluidez para responder a la necesidad de la misión. «A veces inviertes, pero no tienes disponibilidad de capital –destaca el sacerdote– y lo necesitamos para ayudar, entre otros, a nuestros seminaristas del Congo, a los que enviamos una cantidad al mes».
Las Hermanas de María, por su parte, lograron «liberar una cartera cautiva absolutamente sangrada» por las retrocesiones, resalta San Martín. Con esto y el ahorro de costes, un proceso muy «relevante» para equilibrar el balance, se puede empezar a «contar con tu dinero» porque la rentabilidad es inmediata. A su vez, se cambian las tornas, porque «se estaba dando de comer a toda una pléyade de sueldos en vez de a los necesitados». Y esto, como resalta Bolívar a modo de conclusión, es lo que da sentido «a mi trabajo como asesor financiero»: ese euro que se ha rentabilizado para que un niño coma en Mozambique.
Creatividad para salir adelante
La Casa Cristo Rey de Pozuelo se nutre de los grupos que acuden a retiros o actividades y la pandemia, con todas sus restricciones, ha supuesto un duro revés. Por ello, han tenido que buscar fuentes alternativas de ingresos. Siguiendo eso que el Papa llama «fidelidad creativa» y «los consejos de las personas que nos asesoran», comenzaron a cocinar y vender menús para los que teletrabajaban. La iniciativa fue providencial, reconoce el padre Enrique, porque sirvió además para «dar a conocer la casa» y que los clientes supieran que estaban ayudando al «sostenimiento de una obra de la Iglesia». Y, por supuesto, para mantener los puestos de trabajo de los empleados, un estímulo para ellos porque el trabajo «dignifica y santifica».
Al hilo de esta experiencia de aprovechamiento de sus cocinas y al ver las llamadas colas del hambre, desde mayo preparan también raciones para personas sin recursos de todo Madrid. Son 2.800 menús semanales destinados principalmente a población migrante y con problemas de drogadicción de Vallecas y Entrevías. Este proyecto, bautizado como «Porque tuve hambre», se costea gracias a contribuciones de terceros y a los propios consumidores de los menús para teletrabajo, que dan un euro de donativo.
Begoña Aragoneses
Imagen: Encuentro organizado por Alfa y Omega con ETS
y entidades de Iglesia: de izquierda a derecha, Carlos San Martín,
Margarita Cabrera, Jorge Bolívar y Enrique Martín.
(Foto: Begoña Aragoneses)