La obsesión de algunas chiquillas por rutinas de belleza exageradas para su edad pone de manifiesto una salud mental infantil cada vez más rota.
10 de octubre 2024.- Recién perdidos los incisivos de leche, con unos pequeños aros dorados de pendientes y una sudadera rosa, Kassie va mostrando los productos de belleza a la cámara y seguidamente se los aplica en el rostro. Solo tiene 6 años, pero ya maneja el rímel o la sombra de ojos con un desparpajo inusual para su edad. Un paso por detrás su madre, Shab, la observa orgullosa. Base, iluminador, pintalabios, antiojeras o rizador de pestañas; no falta ningún detalle en el vídeo de esta niña que ya suma más de un millón y medio de visualizaciones en TikTok.
Esta madre y su hija forman parte del fenómeno Sephora Kids, que consiste en que las menores publican en las redes sociales sus rutinas de belleza, maquillaje y cuidados faciales. De alguna forma, son niñas que ya han incluido a su lenguaje habitual términos como sérum, colágeno, peeling o ácido hialurónico, normalmente utilizados en un lenguaje adulto. Una de las consecuencias más sorprendentes de este fenómeno estético se ve en las tiendas de productos de belleza, que de repente se han visto inundadas por ríos de niñas pequeñas buscando los últimos productos para sus publicaciones. Maquillarse ya no es un juego para ellas y eso también lo saben las grandes marcas de cosméticos, que diversifican sus líneas de productos haciéndolos apetecibles para niñas de 8 o 10 años y ampliando así un negocio multimillonario en expansión.
La principal causa del surgimiento de las Sephora Kids radica en las redes sociales; focos de modas y corrientes que elevan la importancia estética hasta lo más alto y cuyos mensajes reciben los más pequeños como un auténtico «bombardeo», opina la psicóloga infantil Marina Romero en conversación con Alfa y Omega. «Al principio lo ven solo en la pantalla, pero al final se acaba convirtiendo en su día a día». Y relata cómo, en estos días durante una consulta, una niña de tan solo 8 años le enseñaba en su móvil a una mujer famosa y afirmaba que quería parecerse a ella. «Me decía que no era como tenía que ser porque no tenía la cara ni el cuerpo así», señala. «Antes, las referentes femeninas que teníamos eran nuestras madres, tías y amigas cercanas. Ahora los ideales a los que están sometidas estas niñas son inalcanzables». Estos estándares de belleza han dado lugar al término cosmeticorexia, un trastorno psicológico reciente que se caracteriza por la obsesión compulsiva por los tratamientos cosméticos o estéticos y que cada vez es más frecuente entre jóvenes de 8 a 14 años.
Una salud mental deteriorada
• En el Día de la Pediatría, el 8 de octubre, los expertos avisaron del «alarmante deterioro» de la salud mental infantil y del aumento de la ansiedad en niños.
• Los profesionales denuncian la falta de personal especializado y llaman a una colaboración entre pediatras, psiquiatras, educadores y trabajadores sociales.
• La Asociación Española de Pediatría exhorta al reconocimiento de las especialidades pediátricas para mejorar la atención con un enfoque multidisciplinar.
Los dermatólogos alertan de los riesgos que estas prácticas pueden suponer para la piel, ya que a esas edades tan tempranas es mucho más fina y sensible y la barrera cutánea puede verse más fácilmente alterada provocando acné, dermatitis o irritaciones. De hecho, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios ha alertado de que durante 2023 los efectos no deseados en el uso de cosméticos han aumentado un 130 %; es decir, se han más que duplicado.
Sin embargo, y en el Día Mundial de la Salud Mental que se celebra este jueves, conviene recordar que este fenómeno influye de forma directa en la salud mental de estas menores. «Aún no hay efectos contrastados a largo plazo porque es un fenómeno muy nuevo; pero si nosotros los adultos necesitamos mostrarnos de determinada manera para sentirnos válidos ante los demás, los niños sienten lo mismo, pero de forma aumentada porque están en pleno desarrollo de su identidad», afirma Romero, que es miembro del grupo Querida Yo Psicología. Confirma que cada vez se ven más casos relacionados con este tema en las consultas y explica que esta obsesión por la apariencia puede derivar en baja autoestima, inseguridades, trastornos alimentarios y una gran insatisfacción en principio corporal, pero también de identidad.
Padres partícipes
Pero, ¿qué papel juegan los padres en este fenómeno? Como Shab, las madres de estas niñas suelen aparecer junto a ellas en los vídeos para, entre otras cosas, hacer ver que la menor está supervisada por un adulto y que todo está bajo control. De hecho, muchos de ellos están subidos desde perfiles creados por los progenitores, ya que la edad mínima para abrirse una cuenta en TikTok e Instagram es de 13 y 14 años respectivamente.
«Es crucial que estos niños vean una versión más real de sí mismos y que el entorno familiar hable del valor de las cualidades internas por encima de la apariencia física», afirma Romero. Recuerda que, aunque la limitación de los contenidos digitales es muy importante, también es fundamental el apoyo de los padres «para despertar en los niños un espíritu crítico» y hacerles ver otras realidades, cuerpos y personas diferentes para que se den cuenta de que su valía no va ligada a su apariencia.
ESTER MEDINA
Alfa y Omega