En el 60º aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, conversamos con el Padre José Ignacio Fernández, doctor en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana, para reflexionar sobre la vigencia del mensaje de este tiempo de gracia para el Pueblo de Dios, sus elementos centrales, el impacto en América Latina y los retos en la actualidad.
Este martes 11 de octubre, a las 17:00 hora de Roma, el Papa Francisco preside la santa Misa en la memoria litúrgica de San Juan XXIII, Papa, quien abrió los trabajos del Concilio Vaticano II hace 60 años. Un evento vital en la vida de la Iglesia y de acción del Espíritu para la vida, como bien explica el padre José Ignacio Fernández, de Chile, quien es doctor en Teología Dogmática por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Su especialidad es la eclesiología, es decir, el estudio de la Iglesia.
“Nos encontramos en un proceso abierto de recepción conciliar, en un camino vital podríamos decir, para nuestra experiencia eclesial, en nuestras Iglesias particulares, de recepción de este don del Espíritu”, afirma el experto. Para el presbítero, aún hay caminos abiertos que están dando fruto, que están disponibles para generar vida en las Iglesias.
Fernández resalta que el gran redescubrimiento de la Teología del Pueblo de Dios es uno de los aportes del Concilio. “Nos encontramos buscando cómo este don del Espíritu se hace vida en nuestras comunidades”, considera.
El Padre Fernández esboza algunos retos de la Iglesia en la actualidad, como el sentido de la fe del Pueblo de Dios, que estamos redescubriendo, el modo en el que nos escuchamos entre las Iglesias particulares para aprender a caminar juntos.
El impacto del Concilio en América Latina
Ampliando la mirada hacia el continente latinoamericano, el especialista comparte algunos frutos de las Conferencias Generales del Episcopado, como fueron las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs), que han dado mucha vida a la Iglesia, que permitió hacer experiencia de la participación a través del Bautismo; es decir, que cada miembro de la Iglesia se pudiera experimentar parte de una comunidad, parte de un todo a través de estas pequeñas comunidades. Estas CEBs dieron “una buena acogida y recepción” a la reforma litúrgica conciliar, “que va muy de la mano de la vida bautismal”. También destaca la inmensa cantidad de sínodos diocesanos que se han celebrado en el inmediato posconcilio, que decreció en el tiempo, pero hubo un momento de efervescencia en este sentido.
Las Conferencias Generales de los Episcopados en América Latina se hicieron eco de varias enseñanzas del Concilio Vaticano II. Entre los aspectos, Fernández destaca la comprensión de la Iglesia en clave misionera, que nos abre la puerta a saber que todos somos corresponsables en la acción eclesial, y que no es una misión reservada a una élite, sino a todos, sin entrar en dinámicas de luchas ideológicas. El experto en Eclesiología insiste en la importancia de la oración como método concreto de acogida del Espíritu. Misión y oración son dimensiones comunes que nos ayudan a entrar en las dinámicas del Concilio Vaticano II.
“El hecho de decirnos ‘el Santo Pueblo Fiel de Dios’ es porque también reaparece la primacía del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia como dinamismo. Creo que entrar en elementos comunes, simples, nos puede ayudar a encontrar caminos de unidad antes que de división, y dejar de lado las ideologías que a veces pueden entrar en algunos grupos y pueden generar una imagen de una Iglesia que divide. El Espíritu Santo tiende a unirnos, y a ayudarnos a encontrar estos elementos”.
El sensus fidei
La Teología del Pueblo de Dios es otra riqueza reflejada en el Concilio, según el Padre Fernández. En este ámbito, considera que se abren desafíos importantes en el modo en el que vamos acogiendo los consensos que el Espíritu Santo genera en la vida de la Iglesia. Esta Teología era una cuestión que no estaba en las expectativas anteriores al Concilio, sino surge dentro del debate conciliar.
Hay algunos elementos que ayudan a profundizarla, como el sentido de la fe del Pueblo de Dios, el sensus fidei: “Es una de esas dimensiones que la estamos redescubriendo, cómo la sentimos. Los seres humanos tenemos el sentido de la vista, del tacto, el Pueblo de Dios, en su conjunto, como una unidad, también tiene un sentido en las cosas de la fe para descubrir por dónde le habla el Espíritu Santo. ¿Cómo activamos este sentido del Pueblo de Dios? Yo creo que es uno de los grandes desafíos a los que el mismo Papa nos está animando a acoger por medio de esta experiencia que hoy llamamos sinodal, como una experiencia en que todos estamos llamados a participar para reconocer los caminos que el Espíritu Santo nos ofrece hoy”.
Todos somos discípulos misioneros
“El valor de la dignidad bautismal de cada miembro se realiza, se expresa y alcanza mayor plenitud en la medida que encontramos lo común, lo comunitario, lo que es común a todos”, dice Fernández. En este dinamismo de articulación de lo común y lo personal de la dignidad bautismal y del Pueblo de Dios ungido por el Espíritu, el teólogo reivindica que es donde en la actualidad estamos llamados a hacer camino juntos. “Y parece que la sinodalidad es una dimensión en la vida de la Iglesia que parece articular muy bien esta teología del Pueblo de Dios”, añade.
La relevancia perenne de San Juan XXIII
60 años más tarde del inicio del Concilio, Fernández anima a redescubrir este tiempo no solo en los documentos sino también en la condición de evento de una Iglesia que se congrega ante el Espíritu para acogerlo y caminar juntos. El padre Fernández invita a pedir la intercesión de Juan XXIII para que nos ayude a redescubrir el Concilio que da luz a la Iglesia de nuestros días.
SEBASTIÁN SANSÓN FERRARI
Vatican News
Imagen: El Padre José Ignacio Fernández es un sacerdote chileno
experto en eclesiología y trabaja en la Pastoral Universitaria de Talca.