Por las manos de Carlos Morán, decano del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica en España, han pasado miles de causas de nulidad matrimonial, lo que le convierte en un experto a la hora de identificar los problemas más habituales y de ofrecer las soluciones cuando llegan las crisis.
«La extensión de las dificultades en los matrimonios se ha convertido en una epidemia que forma parte de la cultura moderna, pero es algo solo cultural, mientras que el matrimonio es natural. Las crisis tienen solución», explica Carlos Morán, decano del Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica en España.
De su experiencia en el Tribunal, donde ha trabajado con miles de causas de nulidad, extrae que las principales causas de los fracasos matrimoniales (que son los que desencadenan que una pareja se plantee si su matrimonio es nulo) habitualmente son «un error en la comprensión del matrimonio, una deficitaria vivencia del amor, ausencia de capacidad de sacrificio, caracteres endebles a veces con trastornos de personalidad, no saber programar la vida, mala integración de la sexualidad, inmadurez, falta de confianza, incapacidad para afrontar el desgaste habitual de la vida, las luchas de poder en el seno del matrimonio… Y por último la ausencia de una visión de trascendencia y de Dios, no tener claro que la ecuación del matrimonio es 1+1=3».
Para Morán, el fracaso en la vida matrimonial no solo tiene que ver con la ignorancia de sus aspectos más esenciales, sino también «con cuestiones que tienen que ver con una voluntad apta, operativa, madura y responsable», que supone «unas convicciones de la inteligencia que ayudan a la comprensión del matrimonio». Carecer de estas convicciones mueve a las personas a «identificar el amor con un mero sentimiento, a apostar por la relación solo “mientras dure el amor”, y a vivir la libertad solamente haciendo lo que me apetece».
Algunas propuestas
Ante una crisis matrimonial, «lo primero que hay que hacer es intentar objetivar el problema», afirma Carlos Morán, «identificar qué nos pasa y calibrar la importancia que tiene, para evitar la tentación de magnificar los problemas y de echarlo todo por la borda pensando que no tiene solución».
El segundo paso es «aclarar si quiero o no solucionar el problema»; y luego «buscar de manera inteligente los medios más adecuados para superarlo». Aquí es necesario «comprometer la voluntad», porque este tipo de situaciones «no se supera de hoy a mañana, sino que lleva tiempo».
En este proceso, es necesario «dejarse aconsejar por personas idóneas, con experiencias y competencias que te pueden ayudar», como especialistas con una correcta visión de la persona que puedan atender cualquier problema psicológico o psiquiátrico.
Durante este itinerario es preciso recorrer varias claves: «recuperar la autoestima para adquirir confianza», porque «para estar bien con el otro primero debo estar bien conmigo mismo, estar en paz».
También hay que aprender «a hacer borrón y cuenta nueva y no sacar la lista de agravios, ejercitar el perdón con humildad por parte del que lo pide y con magnanimidad por parte de quien lo ofrece».
El Decano del Tribunal de la Rota de la Nunciatura en España afirma que «muchas crisis vienen por una falta de comunicación y de diálogo», por lo que el antídoto es «aprender a escuchar al otro y respetarle. No valen gritos ni malas caras. El diálogo tiene sus reglas: hay que sentarse, escuchar sin interrumpir, fomentar lo positivo, utilizar palabras amables, ser concretos, mirarse a los ojos…».
Y ante una discusión más fuerte el desafío es «tener sentido de la oportunidad para esperar el momento adecuado para sacar un tema», y luego «intentar comprender la rabieta del otro y escuchar sus argumentos, ser breve y claro al hablar, e intentar acabar con un gesto de reconciliación, sin levantar acta de lo que el otro ha hecho mal».
El proceso de reconciliación avanza «cuando uno acepta la cruz y se hace consciente de que las infelicidades momentáneas forman parte de la vida», y que uno se casa con otra persona «en la salud y en la enfermedad». Si es posible, los cónyuges pueden intentar «reconstruir la convivencia y recuperar una vida sexual sana basada en la comunicación y en la donación».
«Hay que volver a dotar la vida de motivaciones, recordar qué nos llevó a estar juntos y actualizarlo –concluye Morán–. Y sobre todo potenciar la vida de gracia, espiritual, la vida de Dios en el matrimonio, porque la gracia de Dios es más potente que nuestras propias fuerzas».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
(Foto: Pixabay)