Para Clara Pardo (Madrid, 1962), que en mayo cumplirá dos años al frente de Manos Unidas, la mayor satisfacción de su cargo es poder hablar de todos los proyectos en los que ha trabajado desde 2002. «Estamos casi en 60 países cambiándole la vida a la gente», afirma. «Con un poco que le das a un grupo de mujeres de la India, no solo montan una cooperativa: empiezan a ser ellas las que traen el dinero a casa. Se ganan el respeto de los demás y, sobre todo, crecen en autoestima. Poco a poco, la sociedad se transforma».
«O esos niños que acabo de ver durante un viaje a Benín, a los que les hemos sacado de un entorno absolutamente sórdido, entre basura y ratas. Gracias a la formación profesional que recibieron uno nos contaba que estaba ganando lo suficiente para que sus hermanos puedan ir a la escuela».
Profesionales altamente cualificados y señoras voluntarias capaces de movilizar ciudades enteras para una cena benéfica reman juntos para «poner cada uno nuestro granito de arena e intentar cambiar el mundo», resume la presidenta la filosofía de Manos Unidas. Sin olvidar otro de los pilares esenciales de la ONG para la cooperación al desarrollo de la Iglesia en España: «la capilaridad». «Si estalla una epidemia de ébola, tenemos a un misionero que se queda con los enfermos. Si hay una guerra, como en la República Centroafricana, tenemos a un monseñor Aguirre poniéndose de escudo humano para proteger a los musulmanes. Es un ejemplo de una ayuda que no discrimina por raza ni pide a nadie un carné de afiliación religiosa».
En 2016, últimos datos consolidados, la organización llegó a unos dos millones de beneficiarios y la recaudación ascendió a casi 50 millones, cerca de un 90 % de procedencia privada. Manos Unidas tiene un ejército de más de 5.000 fieles voluntarios. Y en días como el segundo domingo de febrero, Jornada Nacional en España de Manos Unidas, las parroquias se vuelcan en la colecta, precedida el viernes anterior del Día del Ayuno Voluntario.
Pero no basta. «Según el último informe de la FAO, 815 millones de personas pasan hambre en el mundo. Son 40 millones más que el año anterior. Por primera vez en 15 años la cifra no solo no se ha reducido, sino que ha aumentado».
El Trienio de Lucha contra el Hambre entra en su tercer año, con el objetivo de extender esa concienciación a la sociedad española en su conjunto. «Todos somos necesarios para, con nuestros estilos de vida, poner freno al desperdicio», que impulsa la especulación con los alimentos. O para «combatir con estilos de vida más sobrios el cambio climático», que se ha convertido ya en «el segundo gran culpable del incremento de las personas que pasan hambre», afirma Clara Pardo. «Si en España nos quejamos de que cada vez llueve menos, imaginemos los efectos en países que viven de la agricultura y no están preparados para que las cosechas sean cada vez más acíclicas y los monzones lleguen tarde y mal, arrasando de repente con todo».
Tras un primer año con el lema siembra y un segundo con el eslógan El mundo no necesita más comida, necesita más gente comprometida (recordando que un tercio de los alimentos que compramos terminan en la basura), el trienio concluye en 2018 con la campaña Comparte lo que importa, animando –explica Pardo– a «una participación más activa para erradicar el hambre».
Uno de los focos se va a poner en las redes sociales, con casi 20 millones de usuarios en España. «Nos mandamos de todo, desde fotos graciosas al primer paso de un bebé. Y eso está muy bien. Pero hay cosas muy importantes que estamos dejando a un lado. Por eso queremos animar a la gente a compartir su tiempo, a compartir su dinero, a ayudar a concienciar a los demás de los problemas que existen, transmitiendo el mensaje de que, con un poquito que pongamos todos de nuestra parte, podemos cambiar muchas cosas».
R.B.
Imagen: Clara Pardo, durante un viaje a Camboya en 2016
(Foto: Alberto Prieto/Manos Unidas)