La muerte de Cisneros coincide con el cisma luterano. El cardenal español se adelantó al fraile agustino con su proyecto de reformas en la Iglesia
- Lynch resume la trayectoria de Cisneros: «Como obispo era un auténtico pastor. Aparte de dar ejemplo en su persona y en su casa, intentó reformar su diócesis, atacando el concubinato eclesiástico e intentando dar contenido a la expresión cura de almas, amonestando a su clero para que residiera en sus parroquias, predicara el Evangelio a sus feligreses todos los domingos y enseñara la doctrina cristiana a los niños». Pero entre todos estos rasgos hemos de destacar la creación de la Universidad Complutense y la edición de la Biblia Políglota. El último volumen salió publicado el 10 de julio de 1517. En palabras de R. García Villoslada, «más a tiempo no podía ofrecer Cisneros a los teólogos católicos las armas esenciales para defender la fe y combatir la herejía». Ambos acontecimientos no se pueden entender sin la aceptación del humanismo. El éxito de Erasmo en Alcalá fue completo. Su humanismo cristiano era acogido con entusiasmo, como expresión de un cristianismo evangélico y de una verdadera reforma de la Iglesia. La relación de Erasmo con Alcalá es anterior a la ruptura que se establecerá más adelante entre Erasmo y el propio Lutero. El primer Erasmo no ofrecía dudas a Cisneros.
Desde la muerte del Rey Católico en enero de 1516, Cisneros es el regente del reino. Ya había sido regente de Castilla a la muerte de la reina Isabel en septiembre de 1506. Entre Cisneros y la nueva Administración que viene de Bruselas existen discrepancias. Pero queda claro que el rey no quería enfrentarse al cardenal en este delicado momento de la transición y le dijo, por medio de su embajador Jorge de Baracaldo, que «en todo hemos de seguir vuestro parescer y consejo como padre». Con este apoyo explícito Cisneros negoció una nueva concesión de la Bula de la Cruzada, y expuso a León X el 22 de marzo de 1517 que la cruzada debía volver a su planteamiento original como medio penitencial, destacando la gracia espiritual que concedía a los fieles a cambio de una contribución económica en defensa de la cristiandad, y prohibiendo cualquier otro destino del dinero.
El V Concilio de Letrán, que se había iniciado en 1512 con Julio II, se clausura pocos meses antes de la muerte de Cisneros, ya con León X en el trono pontificio. A él contribuyó Cisneros enviando un programa importante de reforma de la Iglesia: pide la descentralización de la Curia, ausencia total de simonía en la elección pontificia, la reunión de un concilio general cada cinco años, exámenes de los candidatos a los beneficios eclesiásticos y una clarificación eclesiológica de las doctrinas conciliaristas. El V Concilio de Letrán fue el último intento papal de reforma antes de Lutero. ¿Creía el Concilio en estas reformas? En la novena sesión se permitía a Alberto, arzobispo de Magdeburgo y Maguncia, y obispo de Halberstadt, la acumulación de sus obispados dejando para san Pedro la mitad del dinero recaudado de las indulgencias. Este fue el motivo inmediato de la ruptura de Lutero.
El primer Lutero ante la autoridad del Papa
El año en que Cisneros daba un giro radical a su vida entrando como franciscano observante en La Salceda, 1484, nacía Lutero en Mansfeld. Solo ocho días después del acontecimiento de Wittenberg (31 de octubre de 1517) moría Cisneros a la edad de 81 años. Lutero tenía 33 años. En Wittenberg Lutero expondrá sus primeras lecciones sobre la Biblia, tan importantes para conocer su evolución doctrinal. Son las lecciones sobre los salmos (1513-1515), la Carta a los Romanos (1515-1516), la Carta a los Gálatas (1516-1517) y la Carta a los Hebreos (1517-1518).
El año en que moría Cisneros, Lutero explicaba los salmos y estas cartas paulinas. Pronunció además una serie de sermones sobre el Decálogo en la parroquia de Wittenberg de junio de 1516 a febrero de 1517 en los que expone ya su teología más personal, proclamando que el hombre es incapaz de obrar el bien. L. Febfve ha destacado que, en ellos, más importante que una teología poco elaborada todavía, aparece la idea misma de reforma. Desde abril de 1515 a septiembre de 1516 explicó Lutero la Carta a los Romanos. La idea liberadora que descubre en san Pablo es que la justificación y salvación del hombre es obra exclusiva de Dios y no de las fuerzas naturales. Para Lutero la fe es solo confianza total en Dios, y para san Pablo la fe debe ir acompañada de la caridad y la esperanza. Para Lutero el poder del pecado en el hombre es tal que, haciendo obras buenas, sigue pecando. El poder del pecado se muestra en la concupiscencia que siempre permanece y es pecado real.
Alberto, arzobispo de Maguncia, debía pagar una gran suma a Roma (10.000 ducados por la dispensa y 14.000 florines renanos por el palio arzobispal) por la acumulación de sus cargos. La misma Curia romana le indicó que podría satisfacer la deuda a través de una indulgencia que habría de predicarse durante ocho años en sus territorios arzobispales y episcopales, además de en todo el territorio del príncipe elector de Brandeburgo, su hermano Joaquín. La instrucción que Alberto publicó para reglamentar el desarrollo de la indulgencia se atenía a la doctrina de la Iglesia sobre las indulgencias. Se encargó al dominico Juan Tetzel la predicación manteniéndose siempre dentro de la doctrina de la Iglesia, aunque se podrían reprochar algunos puntos inexactos con respecto a la aplicación de la indulgencia a los difuntos.
Lutero, en algunos sermones de 1516, denuncia los abusos a propósito de las indulgencias y declara que «se han convertido en un ministerio vergonzoso de avaricia». En un sermón de abril de 1517 dirá que las indulgencias invitan a huir y aborrecer las penas del pecado, pero no el pecado mismo. Lutero pidió al arzobispo de Maguncia el 31 de octubre de 1517 otra forma de predicación de las indulgencias y le envió las 95 tesis que ya tenía redactadas. Este dato es fundamental, como demostró E. Iserloh, para sostener que en esta fecha las tesis estaban ya redactadas y enviadas a los obispos interesados, por lo que no es probable que fueran clavadas en las puertas de la capilla del castillo de Wittenberg en esa misma fecha. Solo al no recibir respuesta, Lutero las dio a conocer fuera de Wittenberg.
Lutero en 1545 había reconocido: «En todo ello actué con honor del Papa y no para que las indulgencias fueran condenadas, sino insistiendo en que había que dar más importancia a las obras de caridad». En la carta que dirige al Papa en 1518 lamenta la divulgación que han tenido las tesis, reconoce su autoridad y se entrega a él: «Santo Padre… vuestra voz será la voz de Cristo que habla y gobierna en vos. Si merezco la muerte no dudo en aceptarla». En 1517, Lutero se encontraba todavía dentro de la Iglesia católica.
José María Magaz
Director del Departamento de Historia de la Iglesia de la Universidad Eclesiástica San Dámaso
Imagen: Estatua del cardenal Cisneros (Foto: María Pazos Carretero)
A la derecha Lutero. (Foto: Edgar Klüsener)
Si Carlos I hubiera escuchado a Cisneros
Después de la muerte de Fernando el Católico el 23 de enero de 1516, la venida de Carlos I se daba por segura. Cisneros deseaba la llegada del rey y tener una entrevista inmediata con él. En septiembre Carlos llegaba a España y así lo anunciaba el 18 en una carta dirigida a Cisneros. Este lo dispuso todo para la entronización, pero inesperadamente el itinerario se cambia y el rey se dirige a Tordesillas para visitar a su madre, Juana. Cisneros también se puso en camino, pero la cita concreta no llegaba y apareció el desconcierto en la filas del cardenal.
La comitiva real discurre sin prisas; la de Cisneros con nerviosismo. Aún no han fijado las fechas ni los lugares para el encuentro. Parece que el rey no tenía interés en conocer lo que el regente le pudiera informar. Finalmente se fija la fecha del 5 de noviembre. Tres días después moría el cardenal, el 8 de noviembre, en Roa. El rey se encontraba en Tordesillas a solo unos 60 kilómetros.
Algunos cronistas consignaron la ingratitud del rey hacia Cisneros. Juan Ginés de Sepúlveda dirá que Cisneros era «la única persona que con su autoridad y discreción podría guiar las acciones y decisiones de un rey muy joven aún, nacido y crecido fuera de España y no educado en las costumbres de los españoles». El obispo de Ávila, que asistió al cardenal, dijo: «Gran juicio de Dios ha sido este, que no le dejase ver a su alteza». Carlos V en sus memorias dirá escuetamente que estando en Mojados, donde iba a encontrase con su hermano Fernando y con Cisneros, «murió el cardenal fray Francisco Jiménez, que el Rey Católico había dejado por gobernador de los dichos reinos».
¿Por qué el rey no desea oír al cardenal? ¿Cuál hubiera sido el informe de este sobre el futuro de la monarquía católica? De haber seguido los consejos de Cisneros, ¿Carlos I de España y V de Alemania hubiera acertado más en la política que seguir con los reformadores? ¿Le habrían venido bien los consejos del cardenal sobre la reforma de la Iglesia al futuro emperador para encauzar el enorme problema que Lutero comenzaba a plantear?