Un nuevo informe publicado por el Consejo Ecuménico de las Iglesias (CEC) denuncia la catástrofe medioambiental y profundiza en la comparación entre las diferentes experiencias de las distintas comunidades en relación con el cambio climático y su impacto también en la vida social y cultural.
Ciudad del Vaticano, 10 de marzo 2025.- Es un grito alto, claro, a veces desesperado, el que contiene el nuevo informe publicado por el Consejo Ecuménico de las Iglesias (CEC) y titulado «Espiritualidad indígena, derechos sobre la tierra y justicia climática», elaborado con el objetivo de denunciar la catástrofe medioambiental que la humanidad está experimentando con una aceleración sin precedentes, especialmente en los últimos años.
El libro, editado por Lori Ramson, asesora para los pueblos indígenas del organismo fundado en 1948 con el objetivo de poner en diálogo a las distintas confesiones cristianas del mundo, es un resumen del trabajo de un seminario de estudio que tuvo lugar en octubre del año pasado y en el que se compararon las distintas experiencias de los pueblos indígenas en relación con el cambio climático y su impacto también en la vida social y cultural de las distintas comunidades locales.
Crisis multidimensionales
«Los pueblos indígenas viven y son testigos de comunidades y contextos que siguen enfrentándose a numerosas crisis multidimensionales: los embates del cambio climático; la violencia sistémica de la pérdida de tierras; el racismo, la pobreza y las violaciones de los derechos humanos, siguen afectando de manera desproporcionada a los pueblos indígenas», escribió el reverendo Peter Cruchle, director de la Comisión para la Misión y Evangelización del CEC, en su prólogo al mencionado informe.
También recordó cómo todas las iglesias cristianas pueden ser agentes activos del cambio, siempre que reconozcan la necesidad de asumir los pecados del pasado vinculados al colonialismo, por los que deben pedir perdón si quieren convertirse en interlocutores creíbles y sinceros.

Relaciones estrechas
En la primera parte del libro se explora la relación entre los pueblos indígenas y su tierra: «Este vínculo – se lee – es algo más que una conexión física: es espiritual, cultural y esencial para su identidad. La metáfora del ‘cordón umbilical’ describe bien esta relación, ya que los indígenas ven la tierra como una fuente de vida, alimento y guía espiritual».
Equilibrio y armonía
En muchas culturas indígenas, la tierra está revestida de sacralidad hasta tal punto que muchos parajes naturales adquieren un valor sagrado absoluto. «Una visión – afirma el informe – que contrasta fuertemente con la noción occidental de dominio sobre la naturaleza, que a menudo conduce a la explotación y la degradación. La visión indígena da prioridad al equilibrio, la armonía y la reciprocidad con la naturaleza».
Por ejemplo, los maoríes de Nueva Zelanda «creen en el concepto de kaitiakitanga, o tutela, según el cual los seres humanos son considerados custodios de la tierra y no sus propietarios».
Del mismo modo, los navajos de Estados Unidos «se adhieren al principio zozone, que subraya la importancia de vivir en armonía con el mundo natural». Perspectivas espirituales que resultan aún más útiles hoy en día, cuando la humanidad se enfrenta a los efectos de la alteración de la naturaleza:
“Estos enfoques pueden guiar los esfuerzos contemporáneos para intentar remediar la catástrofe promoviendo prácticas sostenibles que respeten los límites naturales de la Tierra y den prioridad a la salud medioambiental a largo plazo frente a las ganancias a corto plazo”
Colonialismo perjudicial
Otro enfoque interesante – quizá poco explorado social e históricamente por el mundo occidental contemporáneo – es el que el libro dedica a los efectos devastadores que el colonialismo ha tenido no sólo en el ámbito de la justicia, sino también en el del medio ambiente.
Haber despojado violentamente a los indígenas de sus derechos sobre su tierra natal ha impuesto sistemas jurídicos y económicos foráneos que han marginado sus modos de vida tradicionales, provocado la pérdida de prácticas culturales y espirituales específicas y desencadenado una auténtica degradación de la naturaleza debido a la extracción y explotación de recursos.
«En Sudamérica, la selva amazónica, hogar de muchas comunidades indígenas, se ha visto gravemente afectada por la deforestación causada por la expansión agrícola, la minería y la tala. En Australia, la expulsión por la fuerza de los pueblos aborígenes de sus tierras en virtud de la doctrina de las tierras nulas (es decir, tierras que se consideraban falsamente deshabitadas y, por tanto, podrían ser ocupadas por los colonos) provocó la pérdida del patrimonio cultural y la alteración de las complejas prácticas de gestión de la tierra que habían sostenido el medio ambiente durante miles de años».
Voces marginadas
El informe también se preocupa de denunciar las razones por las que, hasta ahora, se han marginado las voces indígenas sobre la justicia climática:
«Esto fue el resultado de actitudes coloniales que desestimaban los sistemas de conocimiento indígenas como primitivos o inferiores a la ciencia occidental. Sin embargo, a medida que se hacen cada vez más evidentes las limitaciones de los enfoques occidentales de la gestión medioambiental, crece el reconocimiento del valor de los conocimientos indígenas para abordar los complejos retos medioambientales».
FEDERICO PIANA