Desde la mayor parte de las instancias de la Iglesia en Cataluña se está enviando un mensaje ante la situación actual que pasa por el encuentro, el diálogo y la reconciliación entre las personas en un momento de gran fractura social. Así lo ha hecho el cardenal Omella y se ve en proyectos como el que ha puesto en marcha la iglesia de Santa Anna, con acciones de concienciación, grupos de escucha y plegarias compartidas
Una Iglesia cercana a los sufrimientos de las personas, que comparta camino y ayude a cicatrizar las heridas. Es el modelo de presencia que el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, ha establecido en Barcelona durante estos últimos dos meses en los que se ha culminado el denominado procés catalán, que tuvo como último episodio la Declaración Unilateral de Independencia y la aplicación del artículo 155, con el control de la autonomía por parte del Estado. Su primera reacción se produjo desde Roma, donde participaba en un congreso sobre el futuro de la Unión Europea: «En este momento, como pastor de Barcelona, comparto el dolor y el sufrimiento de la gente. Mi corazón llora con ellos. Yo deseo y pido al Señor que nos ayude a evitar la confrontación y a construir un futuro en paz. Después de dos años que llevo en la diócesis de Barcelona puedo decir que amo profundamente Barcelona y Cataluña. Son gente maravillosa. Y amo también España y amo la Europa a la que pertenecemos, donde yo he recibido mi formación, siendo joven, tanto en Francia como en Bélgica».
Allí pudo encontrarse en varias ocasiones con el Papa Francisco, en el marco del encuentro sobre Europa y también en un evento de Scholas Occurrentes, que había celebrado recientemente una de sus actividades en Tarragona. En este contexto, Omella destaca que el Papa habló de convivencia, esa que Scholas fomenta entre «escuela privada y pública, entre migrantes y nativos, entre todas las razas», y que es también una gota de esperanza para el futuro de Cataluña. De hecho, cree que es muy bonito cómo instituciones como Scholas Occurrentes va creando lazos de fraternidad, comunión y encuentro entre unos y otros, lo que considera también «una respuesta para la situación actual» de Cataluña. «La apuesta de futuro va en esta línea: encuentro y diálogo», añade.
A su vuelta de la ciudad eterna, en conversación con Alfa y Omega, el purpurado reitera que la postura de la Iglesia en estos momentos tiene que ser la de estar cerca, la de compartir y caminar con la gente, porque «ha habido sufrimiento e inquietud». E insiste: «Ahora mismo hay que recuperar un camino de esperanza en la fraternidad, un trabajo que debe hacer toda la sociedad y también la Iglesia. Porque todos cabemos en nuestra tierra y Cataluña ha sido siempre una tierra acogedora, con gente que ha venido de Extremadura, Aragón o Andalucía y que han ayudado a construir un lugar próspero y con esperanza».
Agentes de comunión
Y es precisamente en esta tarea en la que está embarcada la Iglesia. De un modo discreto. Así, el obispo electo de Mallorca, hasta hace poco auxiliar de Barcelona, Sebastià Taltavull, reconoce que en la Iglesia se está hablando de la situación de Cataluña y que en sus homilías también lo aborda sin citarlo, en el sentido de invitar a los fieles a ser «agentes de comunión y que esto esté por encima de lo que pueda pasar a nivel político». Y añade: «La gente agradece que tengamos este papel, mucho más de comunión, de oración. Nos lo dicen al terminar las Misas», reconoce. Taltavull explica que tanto obispos como sacerdotes tienen que ser «pastores de todos», independientemente de su posición sobre lo que sucede en Cataluña. Una actitud que el propio cardenal Omella ha llevado a las más altas esferas con los ya conocidos encuentros con el Gobierno central, así como con miembros de la Generalitat.
Para el purpurado, lo que se vive en Cataluña con el nacionalismo no está muy lejos del desencanto con el que se vive en algunos lugares el proyecto común de la Unión Europea. De hecho, afirma que Cataluña es «un botón de muestra» de la situación que se vive en el Viejo Continente.
Las causas que arguye son la distancia entre las instituciones europeas y los sufrimientos y preocupaciones de las personas y las consecuencias de la crisis económica, que «han agrandado la distancia entre ricos y pobres, la desigualdad…». La clave, ahora, es cómo reconstruir la ilusión por el proyecto europeo que, en opinión de Omella, pasaría por «construir del futuro desde los pobres para que nadie se quede en el camino, desprotegido y abandonado, porque es ahí donde surgen los nacionalismos y las actitudes revolucionarias». También por volver a los valores que nos han construido como pueblo solidario, en la justicia y la paz, «valores que proceden del Evangelio». «Hay que recuperarlos y no perderlos», añadió.
Este camino de recuperar la ilusión también es aplicable a Cataluña para conseguir «no sentirnos extraños o como enemigos y, unos con otros, ir creciendo en amor, cariño y respeto». «Es el amor de lo particular y de lo universal. Quiero a mi tierra, a mi gente, a mis tradiciones, a mi lengua, que conjugo con lo universal, lo que nos une y nos hace una familia en un mundo globalizado, que es la expresión civil de lo que nosotros llamamos catolicidad de la Iglesia», explicó.
Grupos de diálogo en Barcelona
En Barcelona, junto con el liderazgo de su cardenal, otras entidades han dado pasos en este sentido, de trabajar por la convivencia y la paz. Es lo que se viene proponiendo desde Santa Anna, la iglesia que en el corazón de Barcelona ejerce como hospital de campaña, con su rector Peio Sánchez al frente. Tanto es así que este jueves acoge un encuentro titulado Actitudes para la no violencia en el intervienen representantes de Cáritas y otras instituciones que trabajan por la convivencia y la paz. «Es el Evangelio el que va por delante», reconoce Peio Sánchez a este semanario. En estos momentos, están trabajando en tres líneas de acción, siempre poniendo por delante la parte espiritual. La primera tiene que ver con repasar las actitudes de fondo como la no violencia, la humildad o el reconocimiento del otro, que «planteamos en clave de reconciliación».
En un segundo momento, en Santa Anna se están poniendo en marcha grupos de diálogo entre personas de distintas tendencias, no para que diriman sus diferencias políticas, sino para que compartan cómo se sienten en estos momentos. Y el tercer ámbito, que lanzarán próximamente, será la convocatoria de una oración compartida. «En esa línea estamos trabajando: conciencia, diálogo y oraplegaria», concluye Peio Sánchez.
También ha habido esfuerzos en esa línea en los últimas semanas por parte de instituciones como la Comunidad de Sant’Egidio, tratando de servir de puente.
Fran Otero @franoterof
Imagen: El cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella,
vivió los acontecimientos del fin de semana pasado, DUI y aplicación del 155,
desde Roma, donde participó en un encuentro sobre Europa y se vio con el Papa
(Foto: L’Osservatore Romano)
La Santa Sede: «El nacionalismo no sano y el populismo se deben rechazar»
Durante el encuentro en el que participó el cardenal Omella sobre el futuro de la Unión Europea, el secretario para las Relaciones con los Estados del Vaticano, Richard Gallagher realizó una advertencia ante los nacionalismos no sanos y los populismo. «Creo que existe un sano nacionalismo que normalmente se expresa con un sentido patriótico, de patriotismo», añadió, al tiempo que criticó a aquellos no sanos que «presentan lo que el pueblo quiere escuchar y no necesariamente aquello que es toda la verdad». «El nacionalismo no sano se debe siempre rechazar y un populismo como estrategia política es poco aconsejable», sostuvo.
También el Papa Francisco se hizo presente en el evento, donde pronunció un discurso en defensa de una «Europa unida y concorde», clave de la fundación de este proyecto. «No es tiempo de construir trincheras», dijo el Pontífice. En este sentido, advirtió que la paz es hoy todavía «un bien frágil» y añadió que «las lógicas particulares y nacionales corren el riesgo de frustrar los sueños valientes de los fundadores de Europa».
«La Unión Europea mantendrá fidelidad a su compromiso de paz en la medida en que no pierda la esperanza y sepa renovarse para responder a las necesidades y las expectativas de los propios ciudadanos […]. Estamos llamados a una Europa donde podamos encontrarnos y confrontarnos», concluyó el Pontífice.
Foto: CEE