«Desvelar la situación de nuestros hermanos más frágiles es un deber de justicia que para nosotros es la medida mínima de la caridad»
Venimos de años en los que las necesidades sociales y económicas han sido muy duras para muchas familias. Durante este tiempo, Cáritas, como Iglesia samaritana, ha tratado de estar presente acompañando a las personas que sufren la pobreza en todas sus dimensiones. En el momento actual la mejoría de algunos indicadores socioeconómicos, y su correspondiente repercusión directa sobre las condiciones de vida de muchas personas, nos plantea un escenario más positivo, aunque esta tendencia resulta insuficiente para muchas de ellas todavía.
El año pasado atendimos a casi dos millones de personas en España con necesidades sociales intensas, y a otros dos millones fuera de nuestro país, desde los proyectos de Cooperación Internacional. Esta cercanía diaria es el mayor análisis de la realidad que podemos compartir. Conocemos la realidad de las familias desde el encuentro cotidiano que las 84.000 personas voluntarias realizan en las parroquias y centros sociales de la Iglesia. El Papa Francisco definió a Cáritas como «la caricia de la Iglesia a su pueblo», y nosotros queremos seguir siendo abrazo comprensivo a todas ellas. Sin duda, nuestra principal tarea es aliviar el sufrimiento concreto de las personas desde una caridad encarnada que se alimenta del Evangelio, y así lo seguiremos haciendo con todas nuestras fuerzas.
Pero la caridad cristiana, además de aliviar las necesidades, se ve impulsada a promocionar a las personas. En un contexto de desempleo amplísimo, a pesar de su considerable disminución, intervenir para que las personas más excluidas tengan acceso a un empleo es una prioridad de una «caridad inteligente» (Benedicto XVI) atenta a los signos de los tiempos. El pasado año, casi 17.000 personas accedieron a un empleo desde los programas de Cáritas.
No es un programa nuevo para la Iglesia, porque hace más de cuarenta años los llamados programas de lucha contra el paro se hicieron realidad en la mayoría de las diócesis en España para promocionar a las personas desempleadas.
Asimismo, tal y como recogen nuestros obispos en la instrucción pastoral Iglesia, servidora de los pobres, somos llamados a «un compromiso social que sea transformador de las personas y de las causas de las pobrezas, que denuncie la injusticia, que alivie el dolor el sufrimiento y sea capaz también de ofrecer propuestas concretas que ayuden a poner en práctica el mensaje transformador del Evangelio y asumir las implicaciones políticas de la fe y de la caridad» (n 40). La caridad no solo nos impulsa a la ayuda asistencial y promocional de las personas, sino también a un ejercicio transformador del individuo y de las causas de las pobrezas. La pobreza no es fruto del azar y la casualidad. La pobreza surge de procesos sociales, éticos y económicos que debemos afrontar para paliar sus efectos o para cambiar sus impactos. En este escenario, tal como venimos haciendo hace más de cincuenta años, Cáritas, desde la Fundación Foessa, analiza y evalúa la realidad social desde los efectos que tiene en los hogares más vulnerables. Informes que, a veces, son criticados desde diversas instancias. Tampoco es nada nuevo, porque desde el primer informe, que fue censurado en los años setenta, el resto han sido alabados por muchos y criticados por otros. Se nos atribuye agrandar los problemas sociales existentes y se obvia, por ejemplo, que mientras que en los años más duros de la crisis, en Cáritas señalábamos la existencia de doce millones de personas en riesgo de exclusión en España, el Instituto Nacional de Estadística y la oficina estadística de la UE hablaban de bastantes más. Desvelar la situación de nuestros hermanos más frágiles es un deber de justicia que para nosotros es la medida mínima de la caridad. Porque como afirmaba la Gaudium et Spes la «regla de la justicia es inseparable de la caridad» (n 69).
El reto no es pequeño. No siempre seremos reconocidos y puede que lleguemos a decepcionar a algunos. En ocasiones, también nos equivocaremos y tendremos que asumir nuestros errores para enmendarlos. Pero, tal como nos recordaba Juan Pablo II en Sollicitudo rei socialis, al «ministerio de evangelización en el campo social, que es un aspecto de la función profética de la Iglesia, pertenece también la denuncia de los males y de las injusticias»(n 41). Y continuaba alentándonos a que la denuncia fuera acompañada del anuncio profético que especialmente se revela en los rostros de las personas que acompañamos desde una espiritualidad encarnada.
Seguimos necesitando muchas manos que acaricien el dolor del mundo, recursos para mantener nuestros proyectos, seguimos precisando personas e instituciones con ideas para generar inclusión social y queremos construir esferas de debate público sobre las causas de la pobreza. Te necesitamos a ti, amable lector, para poder mantenernos a flote y seguir el rumbo de nuestra navegación: ser «servidora de los pobres».
Manuel Bretón, presidente de Cáritas Española
(Foto: CNS)