El cardenal Ricardo Blázquez celebró en febrero sus bodas de oro sacerdotales. Al hacer repaso de su vida, se detuvo particularmente en un acontecimiento: el asesinato de Miguel Ángel Blanco
El cardenal Ricardo Blázquez, durante una charla con la prensa con motivo de la celebración de sus bodas de oro sacerdotales –el pasado mes de febrero– recordó los principales acontecimientos que le han tocado vivir como obispo. Lugar destacado ocupa su ministerio en Bilbao, donde fue recibido con hostilidad por parte de algunos sectores sociales y políticos, si bien «pronto los que habían mostrado más inquietud porque yo fuera allí pidieron disculpas y contribuyeron a que mi estancia fuera agradable».
Los peores días fueron los del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, que califica de «días terribles». Cuando ETA asesinó al joven concejal, el entonces obispo acompañó a su familia en el Hospital de Aránzazu, en San Sebastián. «La familia estaba destrozada, como todos estábamos destrozados».
Algo empezó a cambiar, sin embargo, en ese momento, como se reflejó en las manifestaciones multitudinarias contra la banda terrorista o el día del funeral, en Ermua. «La sociedad dijo basta». «Ese acontecimiento fue de los que marcaron un cambio radical en tantas personas que a lo mejor podían estar más distraídas sobre el alcance de este fenómeno», aseguró el cardenal Blázquez.
En lo que a él se refiere, nunca tuvo duda de que su lugar estaba cerca de las personas «acosadas por el terrorismo»… «Siempre he tenido presente que mi cercanía tenía que ser lo más íntima posible», igual que importantes también entendía que eran los pronunciamientos públicos «para desenmascarar los posibles subterfugios y pretextos que podían circular» para justificar el terrorismo. «Había que desenmascararlo». «Doy gracias a Dios –dijo al concluir el repaso de este capítulo– porque en ningún momento he actuado en contra de mi conciencia».
Ricardo Blázquez en la homilía del funeral de Miguel Ángel Blanco
El entonces obispo de Bilbao, monseñor Ricardo Blázquez, ofició la Misa funeral por el concejal asesinado por ETA. Aquí reproducimos una parte de su homilía:
«Querida familia de Miguel Ángel: Hace muchos años vinisteis desde Orense hasta aquí. En Ermua habéis encontrado trabajo, hogar y amigos. Habéis sentido particularmente estos días el apoyo de esta noble villa. Aquí prosigue la vida; y aquí permanece en el corazón de todos la memoria de vuestro hijo. El terrorismo ha mostrado su rostro despiadado de crueldad y de horror. No ha sido escuchado el clamor que en toda España ha levantado la conciencia moral, impresa por Dios, que manda respetar el derecho inalienable del hombre a la vida y a la libertad.
La respuesta digna de personas, que quieren sintonizar la inteligencia, el corazón y la actuación responsable, no debe ser la venganza ni el miedo, sino la serenidad y la esperanza. Si en las últimas horas hemos mezclado la oración con las lágrimas, que nos sostenga la esperanza en la promesa del Señor. No ha sido inútil el clamor de todos, si algunos han empezado a despertar de su confusión y engaño, y si en la sociedad se han afianzado más las actitudes morales, que solo en Dios hallan su cimiento inconmovible. Dios fortalece nuestro ánimo para no ceder al temor que hace siempre esclavos. Nos ha alentado saber que personas, atrapadas en el mundo de la violencia, ante el horror de la muerte de Miguel Ángel han sacudido su conciencia y han empezado a reaccionar en el sentido del respeto a las personas y del legítimo amor a su pueblo. Dios, que ha creado cada corazón y tiene acceso a él, puede iluminar el corazón de los asesinos y orientarlos a la convivencia justa y democrática, libre y pacífica».
Alfa y Omega
Imagen: Féretro con los restos mortales de Miguel Ángel Blanco
a su llegada al funeral en Ermua, 14 de julio de 1997.
AFP Photo/Dominique Faget