La guerra de Ucrania ha favorecido al régimen venezolano pero no a la población, cada vez más empobrecida. El continuo éxodo migratorio preocupa al arzobispo de Caracas, que acaba de recibir el palio.
Ha pasado casi cinco años siendo a la vez administrador apostólico de Caracas y arzobispo de Mérida. ¿Qué ha hecho posible que por fin fuera nombrado arzobispo de la capital?
El nombramiento como administrador apostólico es directo, sin tener que consultar con nadie, y se puede hacer con mayor libertad. En un primer momento el Papa quiso que estuviera en las dos diócesis mientras veía cómo arreglaba todo. Pero Mérida está a 800 kilómetros de Caracas y ahora teníamos un problema por la falta de gasolina. Por eso tomó esta decisión.
Por la guerra en Ucrania, Occidente mira con más benevolencia a Venezuela. ¿Beneficia esto a la gente?
La guerra juega a favor del régimen, pues la necesidad de hidrocarburos en el mundo es grande y Venezuela sigue siendo apetecible. Pero la situación en el país no es mejor. Entran más recursos, pero no llegan a la gente. Hay una diferencia notable entre Caracas, una burbuja donde se puede conseguir de todo aunque a un precio sumamente elevado, y el interior, donde están mucho peor por la falta de gasolina, de electricidad, e incluso de agua. La pobreza crece de forma exponencial mientras el pequeño grupo de ricos se hace más rico. Las libertades siguen muy mermadas, como demuestra el cierre permanente de medios y la represión.
Algunos obispos han alertado sobre la creciente influencia de Rusia.
La política un poco errática de Estados Unidos respecto a América Latina ha hecho que no solo Venezuela sino unos cuantos países se estén vinculando más con Rusia, China, Turquía y otros países islámicos. Eso tiene un precio. Hay intereses económicos no solo por el petróleo, sino también por los metales preciosos y estratégicos que hay en la Guayana venezolana. Los obispos de esa zona han denunciado la explotación indiscriminada y la situación de los indígenas. Es una zona de difícil acceso y, como no hay libertad de información, no se sabe qué está pasando, qué hay, a qué precio se vende y cómo se saca del país por vías irregulares. Es una manera de burlar las restricciones y las sanciones desde el norte.
Tanto Ayuda a la Iglesia Necesitada como la Comisión de Libertad Religiosa Internacional de Estados Unidos aseguran que cada vez hay menos libertad religiosa en el país. ¿En qué lo notan en su día a día?
Hay por ejemplo una serie de cortapisas para que el personal extranjero consiga visados y muchas normas contra la educación privada que dificultan enormemente la docencia. Pero la educación privada católica ha buscado cómo mantenerse activa para formar a la juventud. El deterioro de la educación es grave. Muchas escuelas públicas solo tienen clase dos días a la semana unas horas.
ACN denuncia en concreto el plan El Buen Pastor para las comunidades evangélicas. ¿En qué consiste?
Tienen que registrarse ante la autoridad de Asuntos Religiosos para poder disfrutar de algunas de las prebendas que les ofrece el Gobierno. Que haya dinero o privilegios de por medio es una de las maneras de comprar a estos grupos minoritarios. Entre sus dirigentes se da una actitud de alabanza sin más a todo lo que significa el poder. Esto no solo no es sano desde fuera, sino que su propia gente no lo ve fácil.
Bio
Los estudios en la Universidad Pontificia de Salamanca son el inicio de la amistad de Baltazar Porras (1944) con nuestro país. Llegó a la Mérida venezolana como obispo auxiliar en 1983 y en 1991 se convirtió en su arzobispo. En julio de 2018, el Papa Francisco lo nombró administrador apostólico de Caracas, un encargo que se prolongó hasta el pasado enero, cuando fue nombrado arzobispo de la capital.
¿Temen que su país se contagie de lo que está ocurriendo en Nicaragua?
No hay que descartar que sirva de globo sonda y que aquí intenten en el futuro llegar a respuestas tan extremas como las del régimen de Ortega contra la Iglesia, y no solo contra ella.
De regreso de Roma ha parado en Madrid, donde hay una importante comunidad de venezolanos. ¿Cómo afecta la emigración masiva al país?
Dicen que Madrid es el Miami de los venezolanos. En total, ya se han ido más de siete millones de personas. En el primer cuatrimestre de 2023, 81.000 pasaron por el Darién hacia el norte. Las remesas se han convertido en un paliativo para muchos hogares. Pero es una pérdida de valor humano. Una de las prioridades de nuestra acción pastoral es atender a la gente desanimada por esto. Hay abuelos cuidando a nietos y mucho sufrimiento por cómo están algunos de los que se marchan. Incluso en la Iglesia nos vemos en la necesidad de sustituir continuamente a líderes laicos que se van. También intentamos acompañar a los que salen, dándoles contactos para que sean acogidos y sigan con su misión. Hasta encontramos a candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada que piden información para prepararse en sus países de acogida. La solidaridad de la Iglesia en América y en Europa ha jugado un papel importante. Los más atentos son los organismos de migraciones de las conferencias episcopales y de la Compañía de Jesús y Cáritas. Hacen más soportables situaciones muy difíciles.
¿Y los países? Chile ha vuelto a deportar a venezolanos y Estados Unidos ha facilitado su llegada legal pero ha endurecido la expulsión de irregulares.
Hay que entender que llegadas tan numerosas —hay un millón y medio en Colombia— generan una situación difícil para ofrecerles vivienda, empleo, alimentos y educación en países que ya tienen sus economías restringidas. No creo que sea xenofobia. En cuanto a Estados Unidos, tiene una política migratoria que va y viene. Pero nos llegan noticias de que gran cantidad de personas logran pasar de forma irregular. Es muy difícil poner muros sin más cuando hay un número tan grande de personas queriendo entrar, y no solo venezolanos.
MARÍA MARTÍNEZ LÓPEZ
Alfa y Omega
Imagen: Porras atiende a los medios tras conocerse su nombramiento, el 17 de enero.
(Foto: AFP / Francisco Parra).