El Observador Permanente de la Santa Sede, ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, reiteró la necesidad de defender la dignidad humana porque «sin ella no se puede ejercer ni disfrutar de ningún otro derecho». Sobre la cuestión nuclear y la carrera armamentística: es lamentable que la comunidad internacional «haya optado por la división en lugar de abrazar un espíritu de fraternidad».
25 de octubre 2024.- «Cuando la dignidad es tratada como un estatus que hay que alcanzar, o peor aún, conceder, en lugar de como una cualidad intrínseca del individuo, el valor de cada persona se subordina al estatus, al poder y a las conexiones». Con estas palabras, el arzobispo Gabriele Caccia, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, dio la voz de alarma durante el debate temático sobre la dignidad humana en el primer comité de la 79ª sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. El arzobispo subrayó que la dignidad humana es un elemento que se encuentra «en la base de los derechos humanos» hasta el punto de que «sin ella, ningún otro derecho puede ser ejercido o disfrutado». En este sentido, Caccia señaló que el aborto es contrario al derecho a la vida «invocado incluso en el seno de las Naciones Unidas». El prelado se refirió después a la práctica del suicidio asistido, precisando cómo «abundan historias inquietantes allí donde se ha legalizado» y a la pena de muerte, afirmando que la Santa Sede la considera «una violación del principio fundamental del derecho a la vida».
Energía nuclear y desarme
El 22 de octubre, el Observador Permanente de la Santa Sede ante la ONU intervino en otro panel de la Asamblea General sobre energía nuclear. «Es profundamente preocupante que el mundo se enfrente actualmente a un riesgo de conflicto nuclear sin precedentes, caracterizado por amenazas alarmantes y una carrera armamentística incesante», dijo Caccia, que considera «deplorable» que la comunidad internacional «haya optado por la división en lugar de abrazar un espíritu de fraternidad» que apele a la paz y a la necesidad de un desarme que está encontrando obstáculos. «La posesión y la producción de armas nucleares no sólo son inmorales, sino que desvían recursos que podrían utilizarse para lograr una verdadera seguridad global», añadió, expresando la decepción de la Santa Sede por «la creciente polarización y desconfianza observada durante la segunda sesión de la Comisión Preparatoria de la XI Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación Nuclear, que podría impedir avanzar hacia el consenso en la próxima Conferencia de Revisión de 2026».
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