La cúpula de la Conferencia Episcopal Francesa dialogaba la pasada semana con Emmanuel Macron en el Elíseo sobre diversas cuestiones bioéticas, mientras otro obispo participaba en la Asamblea Nacional en un debate sobre el proyecto de revisión de una ley que afectará a cuestiones como la reproducción asistida. El jesuita Bruno Saintôt es uno de los mayores expertos en esta materia en el país galo, y un firme defensor de que la Iglesia descienda al fango para tratar de ejercer «una posible influencia positiva».
La Iglesia francesa participa activamente en los debates públicos sobre bioética. Los Estados Generales o la actual revisión de la ley son un ejemplo de ello. ¿Se tiene en cuenta su voz?
La Iglesia católica se reconoce como una institución religiosa capaz de formular una reflexión argumentada de tipo filosófico –y no solo específicamente religiosa– sobre cuestiones complejas de la bioética. Ha sido escuchada en comisiones parlamentarias al mismo nivel que otras instituciones religiosas (judíos, protestantes, musulmanes) y corrientes de pensamiento, es decir, las diversas obediencias de la masonería. Que sea escuchada no quiere decir que se sigan sus normas y recomendaciones. Dado que son pocos los diputados que tienen arraigado el pensamiento cristiano, su influencia política en la Asamblea Nacional podría considerarse débil, aunque el marco actual de la bioética francesa es todavía muy personalista. Lo mismo sucede con los votantes: los cristianos no son mayoría y no todos están de acuerdo con las referencias éticas del magisterio católico. El Gobierno actual se toma en serio la escucha de las instituciones religiosas y las diversas escuelas de pensamiento, especialmente a la Iglesia católica.
Hay distintas tendencias de opinión que argumentan que la Iglesia no debe participar de estos debates por el riesgo de legitimar un resultado moralmente reprobable.
La Iglesia francesa tiene una larga experiencia de participación de debates éticos, ya sean sobre bioética, ética social o económica. Participar en uno de ellos no debe verse comprometido por una votación final que no se ajuste a la ética católica. Se trata de hacer una contribución al bien común. Pablo VI ya había subrayado este punto: «La Iglesia debe dialogar con el mundo en el que vive» (Ecclesiam suam). Gaudium et spes señala igualmente que «no puede dar prueba mayor de solidaridad, respeto y amor a toda la familia humana que la de dialogar con ella acerca de todos estos problemas, aclarárselos a la luz del Evangelio». El Papa Francisco también habla de la exigencia del diálogo sin compromiso. Quienes lo rechazan por miedo a ser instrumentalizados pierden la oportunidad de encontrarse y corren el riesgo de aislarse y de eliminar una posible influencia positiva. La Iglesia no puede refugiarse en el bastión aislado de una contracultura.
¿Cuáles son los puntos más controvertidos del proyecto de ley que se está tramitando actualmente en la Asamblea Nacional?
El punto más controvertido es la apertura de reproducción asistida parejas de mujeres y mujeres solteras (PMA para todos). La Iglesia no es la única que se opone a esta medida, que privará a los hijos de un padre y una ascendencia paterna y provocará un aumento de la demanda en la reproducción asistida. La Iglesia también se opone a la extensión de la investigación con embriones, a la creación de embriones quiméricos y a la investigación dirigida a producir gametos a partir de células madre pluripotentes reprogramadas (iPSC).
¿En qué puntos quiere influir la Iglesia?
Para oponerse a la PMA para todos, la Iglesia quiere presentar el interés superior del niño defendido por la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, el riesgo de comercialización de gametos y la justicia en el gasto sanitario. En primer lugar, la Iglesia quiere mostrar la incoherencia de la ley con la cuestión del reconocimiento del sufrimiento de los adultos nacidos por reproducción asistida con un donante anónimo. De hecho, el proyecto de ley propone levantar por completo el anonimato del donante para los adultos que lo soliciten, de modo que reconoce el dolor de no conocer sus orígenes, algo que considera injusto. Por tanto, ¿cómo considerar que la exclusión de la referencia del padre ab initio puede ser solo para el niño? La Iglesia también quiere advertir del peligro de la mercantilización de los gametos para remediar la escasez. ¿Cómo se puede justificar que la procreación entre dentro de la esfera mercantil, que la llegada de un niño sea objeto de transacciones financieras? La Iglesia insiste en la solidaridad y la fraternidad. ¿Cómo vivir en solidaridad y fraternidad si el criterio de patología médica ya no se tiene en cuenta como factor determinante, sino que se reemplaza por los poderes del deseo?
¿Se aborda en el proyecto el tema de la eutanasia? ¿Cómo ha afectado a este debate el caso de Vincent Lambert?
Cabe recordar, en primer lugar, que el caso de Vincent Lambert fue tratado principalmente como un caso al final de la vida, a pesar de que este paciente con daño cerebral no estaba al final de su vida. El proyecto de ley ha descartado las cuestiones relativas al fin de la vida y, por tanto, toda discusión sobre la eutanasia y el suicidio asistido. No se está tratando en los debates relativos al proyecto de ley en tramitación. De todas formas, la asociaciones a favor de la eutanasia retomarán su reivindicaciones una vez se vote la ley relativa a la bioética. Los debates sobre este tema no se detendrán. La Iglesia estará vigilante en este asunto junto con las numerosas asociaciones que promueven los cuidados paliativos.
Fran Otero