Ciudad del Vaticano, 9 diciembre 2015 (VIS).- La primera Audiencia General del recién inaugurado Año Santo, Francisco la dedicó a reflexionar sobre el porqué de un Jubileo de la Misericordia. »La Iglesia necesita este momento extraordinario -explicó-. En nuestra época de profundos cambios, la Iglesia está llamada a ofrecer su contribución especial, haciendo visibles los signos de la presencia y de la cercanía de Dios. Y el Jubileo es un tiempo favorable para todos nosotros -añadió-, porque contemplando la Divina Misericordia, que supera todo limite humano e ilumina las tinieblas del pecado, podemos ser testigos más seguros y eficaces».
»Celebrar un Jubileo de la Misericordia -dijo- significa poner de nuevo en el centro de nuestra vida personal y de nuestra comunidad lo específico de la fe cristiana, Jesucristo, el Dios misericordioso… este Año Santo se nos ofrece para experimentar en nuestra vida el toque dulce y suave del perdón de Dios, su presencia junto a nosotros y su cercanía sobre todo en los momentos de mayor necesidad… Este Jubileo, en definitiva, es un momento especial para que la Iglesia aprenda a elegir sólo »lo que más agrada a Dios»… Perdonar a sus hijos, tener piedad de ellos, para que ellos también pueden a su vez perdonar a sus hermanos, brillando como antorchas de la misericordia de Dios en el mundo… El Jubileo será un »tiempo favorable» para la Iglesia si aprendemos a elegir lo que más le gusta a Dios, sin caer en la tentación de pensar que hay algo más, que es más importante o prioritario. Nada es más importante que lo que a Dios más le gusta, su misericordia, su amor, su ternura, sus abrazos y sus caricias».
Francisco, también destacó el necesario trabajo de renovación de las instituciones y estructuras de la Iglesia, como una manera de tener una experiencia de vida de la misericordia de Dios, »que sola- dijo-, puede garantizar a la Iglesia ser esa ciudad asentada sobre un monte que no puede permanecer oculta. Si olvidásemos, sólo por un momento, que la misericordia es «lo que más le gusta Dios», todos nuestros esfuerzos serían en vano, porque nos convertiríamos en esclavos de nuestras instituciones y de nuestras estructuras, por mucho que se renovasen».
El Papa subrayó que el objetivo que se propone la Iglesia durante este Año Santo es »sentir fuerte la alegría de haber sido encontrados por Jesús, que como Buen Pastor ha venido a buscarnos porque nos habíamos perdido… De esta manera fortaleceremos nuestra certeza de que la misericordia puede realmente contribuir a construir un mundo más humano. Especialmente en nuestro tiempo, en el que el perdón es un invitado poco común en los ámbitos de la vida humana, la llamada a la misericordia se hace más urgente, y esto en todas partes: en la sociedad, las instituciones, en el trabajo, e incluso en la familia».
Antes de finalizar, el Pontífice afirmó que no se olvidaba de que en el mundo había muchas necesidades urgentes, recordando al mismo tiempo que la raíz del olvido de la misericordia era el amor propio, que se traduce en la búsqueda del interés propio, del acumular riquezas o de honores y mundanidad.»Las manifestaciones del amor propio, que hacen que la misericordia sea extraña al mundo -concluyó- son muchos y muchas veces ni siquiera seamos capaces de reconocerlas como límites y como pecado. Por eso es necesario reconocer que somos pecadores, para fortalecer nuestra certeza de misericordia divina».