Alfred Xuereb, antiguo secretario de Joseph Ratzinger, confiesa que lloró tras la renuncia de Benedicto XVI, pero le reconfortó entrarle tan sereno y seguro de actuar conforme a la voluntad de Dios
«Le pasé el teléfono a Benedicto y escuché que decía: “Santidad, desde este momento, prometo mi total obediencia y mi oración’. Son momentos que no puedo olvidar”, asegura en una entrevista a la agencia vaticana Vaticannews el sacerdote maltés Alfred Xuereb, que fue su secretario –junto a Georg Gänschwein– y actualmente es el secretario general de la Secretaría de Economía.
Esa llamada fue responsable de que Jorge Mario Bergoglio tardara tanto en asomarse al balcón de la logia central tras su elección como Papa. «Nosotros estábamos en la sala de la televisión [en Castel Gandolfo], donde el teléfono está siempre silenciado, por lo que no oíamos la llamada».
Después, prosiguió el sacerdote maltés, «nos volvieron a llamar durante la cena y nos preguntaron dónde habíamos estado, y nos dijeron que el Papa Francisco iba a volver a llamar después de cenar. Y así fue».
Monseñor Xuereb con el Papa Benedicto
«¿Usted estaba sereno?»
El secretario había conocido la decisión del entonces Papa solo unos días antes de que este hiciera el anuncio que sorprendió al mundo. «Recuerdo muy bien, el 5 de febrero de 2013, cuando el Papa Benedicto me invitó a tomar asiento en su estudio privado y me anunció la gran decisión de su renuncia. Pensé en pedirle que lo pensara un poco más, pero casi en seguida me detuve, porque estaba seguro de que había rezado largo tiempo».
El sacerdote confesó que tras el anuncio durante un consistorio de cardenales se echó a llorar y después preguntó al Papa: «“¿Usted estaba tranquilo, sereno?”. Y él me respondió con decisión: “Sí”, porque ya lo había ponderado en la meditación y en la oración. ¡Él estaba sereno precisamente porque estaba seguro de haber sopesado bien las cosas en la paz y en la voluntad de Dios!».
Con su renuncia, a juicio de Xuereb, Joseph Ratzinger «cumplió un acto heroico» porque «pensó en primer lugar en la Iglesia, en su amor a la Iglesia, que era mucho más grande que el amor a sí mismo, a su ego».
La última vez que Xuereb vio al Papa emérito fue en octubre y, aunque «físicamente muy frágil», lo encontró «con una mente muy activa». A su antiguo secretario le preguntó varios detalles sobre su familia y otros aspectos personales, mostrando una vez más que no ha perdido su lucidez ni su prodigiosa memoria.