He conocido a todas las presidentas(es) del Congreso de los Diputados desde la restauración democrática. Nada que ver lo anterior con lo actual. La tal Francina Armengol representa lo más pernicioso del sanchismo y, también, lo más agradecido.
Se veía venir. Al margen de su torpe aliño indumentario, la presidenta de la Cámara no puede ir cómo si fuera de compras al zoco: ella, que exige decoro a los diputados en sus comportamientos «que representan al pueblo español» (textual).
Ella, que fue puesta en lo más alto del Congreso para servir a su amo político, algo ha quedado fuera de discusión tan sólo unas semanas después de ser nombrada. ¿Qué fue a propuesta de Pedro Sánchez con la benevolencia de los separatistas catalanes con los que están tan identificada? Sí.
Ella, cuyo primer favor, además de contabilizar como nulo el voto del diputado equivocado de Junts, ha sido servir a la carta el calendario político que más interesa a su jefe para la investidura, algo que incluso ha sido denunciado por el jefe de la bancada mayoritaria en la Cámara que dirige.
Mal empezamos. Una presidenta(e) del Congreso debe, al menos, aparentar neutralidad exigida. Descabalgada de la Presidencia de Baleares por su nefasta gestión y su deriva soberanista, su derrota en las urnas de su tierra ha tenido el premio, ¡manda güevos!, de ser la tercera autoridad de España. ¿Qué deben estar pensando los ciudadanos de las Islas cuando ven a una dirigente política repudiada en las urnas presidir la sede de la soberanía nacional? Además, tiene problemas serios a la hora de manejar el castellano y cualquier día nos dará una tarde de gloria.
Lo más grave, en cualquier caso, es la sumisión probada a su colega Sánchez. De seguir por ese camino, que seguirá, los grupos de oposición quizá ya deberían ir pensando en algo más contundente, desde el punto de vista político, que musitar protestas que el Diario de Sesiones se pasa por el arco de la victoria.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario.
8 de octubre 2023.