El domingo 1 de diciembre de 2024 comienza el nuevo año litúrgico con el inicio del Adviento. Este tiempo litúrgico, que nos llevará hasta el 24 de diciembre, es el anuncio de la venida del Salvador. El Adviento nos renueva cada año y nos introduce en la Navidad y en su Misterio. El Adviento, en los tiempos que vivimos, se hace especialmente imprescindible porque es un momento de espera y esperanza, de reflexión y de conversión, de sembrar para luego recoger buenos frutos. Una preparación a una vida nueva.
Dios nos visita y este encuentro debe ser verdadero. Los cristianos esperamos su venida y Él espera nuestras respuestas. Es tiempo de ser sembradores de esperanza.
Cuando más se oscurece el horizonte es cuando más tenemos que avivar la esperanza
La esperanza cristiana y nuestro cambio de actitudes, la conversión, debe manifestarse en el día a día. El Adviento es un tiempo privilegiado para comenzar a responder como Él quiere. Este adviento 2024 es especial: ya que nos prepara tanto para el nacimiento de Nuestro Señor, como lo hizo su Madre María, como para el jubileo 2025 que el papa Francisco ha convocado para toda la Iglesia. En este 2024 estamos preparándonos con la oración. Sólo orando y encontrándonos con el Señor se harán posible todas las gracias jubilares. Seamos orantes. Vivámoslo con alegría.
El Papa Francisco en la Carta para el Jubileo 2025 afirma que «debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras. El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente».
Por esa razón eligió el lema «Peregrinos de la Esperanza», que bien podemos comenzar a practicarlo en este adviento. El Papa subraya en su Carta que «todo esto será posible si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna. Pienso especialmente en los numerosos refugiados que se ven obligados a abandonar sus tierras. Ojalá que las voces de los pobres sean escuchadas».
Por ello, el adviento, al igual que el Jubileo, «que nos invita a la conversión, debe unirse a estos aspectos fundamentales de la vida social, para formar un conjunto coherente», nos recuerda el papa Francisco.
Este tiempo es propicio para buscar a Dios, que es la verdadera fuente de alegría. Es tiempo de ser peregrinos de esperanza, de ofrecerla, de caminar juntos. Todos nosotros «debemos ser caritativos, debemos ser pacientes, debemos ser humildes, artífices de paz y no de guerra», como indicaba el Papa en su anuncio del adviento en la audiencia general del 27 de noviembre de 2024.
«Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.» (n. 1). A veces habrá momentos tristes, pero siempre existirá la paz. Con Jesús existe la alegría y la paz» (Papa Francisco)
El Adviento: esperanza que no defrauda
El director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Evangelización Catequesis y Catecumenado y director del secretariado del Jubileo 2025 de la Conferencia Episcopal Española, Francisco Julián Romero, nos regala un artículo sobre el tiempo de Adviento, en el que afirma que Cristo nos da la esperanza que no defrauda. «Una esperanza que tiene su meta en el cielo pero que ha de desplegarse en nuestra historia, en el vivir cotidiano. Vivamos en esperanza para ser esperanza para los hombres y mujeres de nuestro tiempo que viven la desesperanza», invita Francisco Romero en su texto para reflexionar .
“Cristo es la esperanza que no defrauda”
Nos introducimos en el tiempo de adviento. La Iglesia invita a cada creyente a abrir las puertas del corazón de par en par y dejar entrar a Cristo. Si Él llega a nuestra vida, la iluminará y nos permitirá conocerlo mejor, amarlo más, seguirlo adecuadamente e imitarlo en el discurrir de nuestra existencia.
Cuando Cristo entra en el corazón se produce un deseo de conversión, de arrancar de nosotros aquello que Dios no quiere, y de plantar el bien, la bondad, la belleza, el servicio, en definitiva, el amor. Por tanto, adviento es tiempo para orar, para el encuentro con Cristo, para convertirnos, para poner nuestra vida en consonancia con la fe. Solo así nace la verdadera esperanza, una esperanza que no defrauda, una esperanza que tiene su meta en el cielo pero que ha de desplegarse en nuestra historia, en el vivir cotidiano. Vivamos en esperanza para ser esperanza para los hombres y mujeres de nuestro tiempo que viven la desesperanza.
Si tenemos a Dios y lo anunciamos para que sea acogido en el corazón de quien reciba la Palabra, le estaremos danto la clave verdadera de la esperanza que no defrauda. Sólo el Señor puede dar un verdadero sentido y horizonte a cada persona, a nosotros.
Este adviento 2024 es especial ya que nos prepara tanto para el nacimiento de Nuestro Señor, como lo hizo su Madre María, como para el jubileo 2025 que el papa Francisco ha convocado para toda la Iglesia. En este 2024 estamos preparándonos con la oración. Sólo orando y encontrándonos con el Señor se harán posible todas las gracias jubilares. Seamos orantes. Vivámoslo con alegría.
«Seamos peregrinos de esperanza en este adviento»
El Señor viene, el Señor esta con nosotros. Disfruta de su presencia. Pero no olvides que eres peregrino de esperanza. Tienes que recorrer el camino paso a paso, detrás del Señor y unido a los hombres que son tus próximos. El camino tiene una meta: el cielo. Y en su recorrido es necesario dar la mano a los que están al borde del camino, a los que están cansados, a los que no van por el itinerario adecuado. Todos juntos tenemos que hacer el camino siendo familia solidaria en la que reine el amor y la fraternidad. Somos hijos del mismo Padre Dios. Peregrinamos con esperanza y ofreciéndola a los que nos rodean, especialmente a los pobres, enfermos, ancianos, presos y jóvenes, como nos lo señala el papa Francisco en la Bula de convocatoria del Jubileo.
Seamos peregrinos de esperanza en este adviento. Que la Luz nos ilumine para preparar el establo de nuestro corazón con el fin de que Jesús nazca y sea recibido con nuestro calor y alegría. Con el Señor todo es posible. ¡Ven Señor Jesús! ¡Ven pronto! Aquí estamos con las lámparas encendidas y llenas de aceite esperándote. Trae contigo la paz para el mundo en guerra, enfrentado, polarizado. Que tu paz nos serene y nos permita mirar al hermano con ojos nuevos para establecer nuevas relaciones, para vivir y crecer juntos en el amor y la esperanza. Abrimos las puertas del adviento y del jubileo, entre porque allí está Cristo esperándote.
Francisco Julián Romero Galván,
Director del secretariado del Jubileo 2025 de la CEE
Símbolos para vivir el Adviento
Una llamada
Resonará fuertemente en la Palabra de Dios. ¡Preparad el camino del Señor!
Tres voces
Las de Isaías, Juan el Bautista y la Virgen María María. ¿Dejaremos que resuenen en nuestras conciencias?
Un color
El morado de los ornamentos. Hace presente la esperanza, y nos recuerda que estamos en un tiempo de preparación, en este caso a la Navidad. En el tercer domingo de Adviento -“Gaudete”- se suavizará en el rosa, para recordarnos que ya estamos avanzados en ese camino de preparación, para que no nos desanimemos.
Un símbolo. La corona de Adviento
No es propiamente un signo litúrgico, pero nos va haciendo presente el camino de nuestra preparación espiritual. Las luces van creciendo, hasta que recibamos al que es la Luz verdadera. El verde se va marchitando, pero brotará un renuevo. La corona la vemos en muchas iglesias. ¿Por qué no hacerla también en casa?
Un ambiente
La austeridad, que debe presidir nuestras iglesias y celebraciones: pocas flores, sobriedad en la música… ¡Centrémonos en lo importante! Pero también la alegría, subrayada sobre todo en el tercer domingo de Adviento, pero presente en todo este tiempo.
Una invitación
Porque el Adviento, más que nunca, es un tiempo de oración.
Ocho días
Una octava, desde el 17 hasta el 24, que nos invitan a prepararnos más fuertemente para la Navidad.
Ocho nombres
Cada día de esa octava, en la antífona del Magníficat, en Vísperas, o en el versículo del Aleluya, llamaremos a Cristo por un nombre distinto.
En latín: Sapientia (Sabiduría), Adonai (Señor, en hebreo), Radix Iesse (Raíz de Jesé), Clavis David (Llave de David), Oriens (Sol que nace), Rex Gentium (Rey de las Naciones), Emmanuel (Dios con nosotros). Ocho palabras cuyas primeras letras, leídas al revés, irán formando un acróstico: las palabras ERO CRAS (“llegaré mañana”). ¡Viene el Señor!.
Una virtud teologal
Que es, por tanto, un regalo de Dios: la esperanza. Sin olvidar las otras dos -fe y caridad- porque las tres van juntas y una no se puede dar sin las otras dos. Que realmente sean las actitudes que guíen nuestra vida cristiana.
Ramón Navarro Gómez,
Ddirector del secretariado de la Comisión Episcopal para la Liturgia.
Comentarios lecturas domingos y festivos
Las lecturas del Evangelio tienen una característica propia: se refieren a la venida del Señor al final de los tiempos (primer domingo), a Juan Bautista (segundo y tercer domingo), a los acontecimientos que prepararon de cerca el nacimiento del Señor (cuarto domingo). Las lecturas del Antiguo Testamento son profecías sobre el Mesías y el tiempo mesiánico, tomadas principalmente del libro de Isaías. Las lecturas del Apóstol contienen exhortaciones y enseñanzas relativas a las diversas características de este tiempo.
En la misa dominical comienza a utilizarse el volumen I-C del Leccionario
El color de las vestiduras litúrgicas es el morado o violeta. El rosa puede emplearse el Domingo III «Gaudete» (cf. OGMR, 346d.f.). En las memorias de los santos, hasta el 16 de diciembre, puede usarse el color propio (blanco o rojo), pero a partir del 17 de diciembre, aunque se haga conmemoración de alguna memoria, debe usarse el color morado o violeta.
Lecturas de domingos y festivos en este año 2024
Durante estas cuatro semanas se recuerda la primera venida del Hijo de Dios a los hombres y se espera, a la vez, su segunda venida al final de los tiempos (elog. del Martirologio Romano).
En este tiempo de Adviento del año 2024:
Comienza a utilizarse el volumen I de la Liturgia de las Horas
En la misa dominical: volumen I-C del Leccionario
En la misa ferial: volumen II del Leccionario
Domingo I de Adviento (1 de diciembre)
LECC.: vol. I (C).
• Jer 33, 14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo.
• Sal 24. R. A ti, Señor, levanto mi alma.
• 1 Tes 3, 12 — 4, 2. Que el Señor afiance vuestros corazones, para cuando
venga Cristo.
• Lc 21, 25-28. 34-36. Se acerca vuestra liberación.
El Adviento comienza este domingo.
En Isaías encontramos una gran súplica para que el Señor intervenga y traiga la salvación a un pueblo que vive en la angustia y en las tinieblas. En el Evangelio Jesús pide una actitud de vigilancia constante, pues él vendrá en la noche del mundo; y san Pablo nos recuerda que los cristianos esperamos la manifestación de Jesucristo. He aquí la gran palabra del adviento: «¡Velad!», la actitud que Jesús nos pide. Significa estar a la altura de lo que somos como hijos de Dios. Es tener los pies en la realidad, los sentidos despiertos para no caer en las idolatrías de este mundo. Significa ser conscientes de la presencia de Dios, poniendo nuestro corazón en los bienes del cielo.
Domingo 8 de diciembre. Solemnidad.
INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA,
patrona de España.
LECC.: vol. I (C).
• LECC.: primera lectura y Evangelio del vol. IV. Segunda lectura del vol. I (C).
• Gen 3, 9-15. 20. Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia
de la mujer.
• Sal 97. R. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
• Flp 1, 4-6. 8-11. Que lleguéis al Día de Cristo limpios e irreprochables.
• Lc 1, 26-38. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Este día es la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Celebramos hoy que la Virgen María fue concebida sin pecado original para que así el Hijo de Dios, al hacerse hombre en su seno, encontrara una digna morada. Y fue preservada de todo pecado, en previsión de la muerte del Hijo (Co). Ella es comienzo e imagen de la Iglesia, la segunda Eva, esposa e imagen de Cristo, el nuevo Adán (Pf). En ella se cumple la profecía hecha a la serpiente en el paraíso: la estirpe de Eva «te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón» (1 Lect). Por todo esto la saludamos como la llena de gracia, con quien está el Señor.
Domingo III de Adviento «Gaudete» (15 de diciembre)
LECC.: vol. I (C).
• Sof 3, 14-18a. El Señor exulta y se alegra contigo.
• Salmo: Is 12, 2-6. R. Gritad jubilosos, porque es grande en medio de ti
el Santo de Israel.
• Flp 4, 4-7. El Señor está cerca.
• Lc 3, 10-18. Y nosotros, ¿qué debemos hacer?
La alegría ante la cercana venida del Señor en la Navidad es la característica propia de este domingo. Alegría porque Dios viene en persona y nos librará de todos nuestros males. Escuchamos la voz de un profeta que anuncia la buena noticia de la salvación. Y escuchamos también la voz de su pueblo que entona una acción de gracias por este anuncio. Es un pueblo pobre y necesitado, pero en medio de su pobreza sabe ver los signos de la salvación de Dios, y por eso se alegra. Y nosotros también lo hacemos con el Salmo responsorial. San Pablo nos da la clave de esta alegría: oración y agradecimiento para saber discernir y así mantenernos alejados de todo mal. Juan el Bautista es como el profeta Isaías de la primera lectura, pobre y humilde, para anunciar la salvación que viene de Dios a través de Jesús.
Domingo IV de Adviento (24 de diciembre)
LECC.: vol. I (C).
• Miq 5, 1-4a. De ti voy a sacar al gobernador de Israel.
• Sal 79. R. Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.
• Heb 10, 5-10. He aquí que vengo para hacer tu voluntad.
• Lc 1, 39-45. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
Este domingo es el gran preludio de la Natividad. Este día nos habla del gran acontecimiento para la humanidad: Dios NACE y se hace hombre para salvarnos. Es Dios quien toma la iniciativa, y a esto respondemos cantando con el Salmo su misericordia eterna. El nacimiento de Jesús es el fruto de un encuentro único de Dios con nuestra humanidad a través de María. A Jesús solo Dios nos lo podía dar. Y así Dios se hace hombre en la humanidad más pobre para intervenir como creador, de modo que María pueda concebir un hijo sin haber conocido a ningún hombre. En María hay un vacío puro y generoso que Dios puede llenar con su presencia, de manera que la Palabra de Dios se pueda hacer carne. Por eso María es tan importante para nosotros, pues a ella podemos mirar y en ella nos podemos mirar.
Medita con los «santos de Adviento»
El tiempo litúrgico de Adviento nos lleva a reflexionar en el misterio de Dios. Los santos, con sus palabras de fe, amor a los demás y su vida rendida a Dios son un privilegio para ello. La lectura de algunos de sus textos y de su ejemplo de vida nos ayudará a reconocer que Dios es amor. Estos «santos de Adviento», que se celebran durante las cuatro semanas que preceden a la llegada de El Salvador, pueden ser una «guía de preparación» para su gloriosa venida.
3 de diciembre: san Francisco Javier, presbítero, memoria obligatoria
San Francisco Javier
San Francisco Javier nació en Navarra (España) el 7 de abril de 1506. Fue un importante misionero jesuita, miembro del grupo inicial de la Compañía de Jesús y estrecho colaborador de su fundador, Ignacio de Loyola. Destacó por la propagación de la fe en sus misiones que se desarrollaron en el oriente asiático y en Japón, recibiendo el sobrenombre de Apóstol. Fue beatificado el 25 de octubre de 1619 y canonizado el 12 de marzo de 1622. Falleció el 3 de diciembre de 1552. Es el patrono de las misiones
De las Cartas de san Francisco Javier, presbítero, a san Ignacio
Visitamos las aldeas de los neófitos, que pocos años antes habían recibido la iniciación cristiana. Esta tierra no es habitada por los portugueses, ya que es sumamente estéril y pobre, y los cristianos nativos, privados de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos.
No hay nadie que celebre para ellos la misa, nadie que les enseñe el Credo, el Padrenuestro, el Avemaría o los mandamientos de la ley de Dios.
Por esto, desde que he llegado aquí, no me he dado momento de reposo: me he dedicado a recorrer las aldeas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún este sacramento. De este modo, purifiqué a un número ingente de niños que, como suele decirse, no sabían distinguir su mano derecha de la izquierda. Los niños no me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descansar, hasta que les enseñaba alguna oración; entonces comencé a darme cuenta de que de ellos es el reino de los cielos.
Por tanto, como no podía cristianamente negarme a tan piadosos deseos, comenzando por la profesión de fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, les enseñaba el Símbolo de los apóstoles y las oraciones del Padrenuestro y el Avemaría. Advertí en ellos gran disposición, de tal manera que, si hubiera quien los instruyese en la doctrina cristiana, sin duda llegarían a ser unos excelentes cristianos.
Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simplemente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces me vienen ganas de recorrer las universidades de Europa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para impulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con estas palabras: «¡Ay, cuantas almas, por vuestra desidia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el infierno!»
¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios de su ciencia y de los talentos que les han confiado. Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando de lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedicarían por entero a la voluntad y al arbitrio de Dios, diciendo de corazón:
«Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres que haga? Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta la India.» (del Oficio de lecturas)
6 de diciembre: san Nicolás, obispo, memoria libre
San Nicolás
San Nicolás nace en Patara, hoy Turquía, en el siglo III después de Cristo, en el seno de una familia acomodada que lo educó en el cristianismo. Su vida estuvo fundamentada en la obediencia. Quedó huérfano muy joven de ambos progenitores y usó toda la fortuna heredada de sus padres para atender a necesitados, niños, enfermos y pobres. Fue obispo de Mira, en Asia Menor, hoy Turquía. Murió a mediados del siglo IV y fue venerado por toda la Iglesia, sobre todo desde el siglo X.
Es llamado San Nicolás de Mira o de Bari. Sus reliquias reposan en Bari, en la basílica de dicha ciudad que lleva su nombre.
Fuente: parroquia – museo San Nicolás de Valencia
7 de diciembre: san Ambrosio, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria
San Ambrosio nació en Tréveris, hacia el año 340, de una familia romana. Estudió en Roma. Fue arzobispo de Milán y un destacado teólogo y orador. Es uno de los Padres de la Iglesia y uno de los 33 doctores de la Iglesia Católica. Es el símbolo de la Iglesia que renace después de los duros años de persecuciones. Su conocimiento de política y su autoridad de jurista, hicieron de él un consejero para los emperadores. Murió el día 4 de abril del año 397.
San Ambrosio
(Carta 2,1-2.4-5.7: PL 16 [edición 1845], 847-881)
Recibiste el oficio sacerdotal y, sentado a la popa de la Iglesia, gobiernas la nave contra el embate de las olas. Sujeta el timón de la fe, para que no te inquieten las violentas tempestades de este mundo. El mar es, sin duda, ancho y espacioso, pero no temas: Él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
Por consiguiente, la Iglesia del Señor, edificada sobre la roca apostólica, se mantiene inconmovible entre los escollos del mundo y, apoyada en tan sólido fundamento, persevera firme contra los golpes de las olas bravías. Se ve rodeada por las olas, pero no resquebrajada, y, aunque muchas veces los elementos de este mundo la sacudan con gran estruendo, cuenta con el puerto segurísimo de la salvación para acoger a los fatigados navegantes. Sin embargo, aunque se agite en la mar, navega también por los ríos, tal vez aquellos ríos de los que afirma el salmo: Levantan los ríos su voz. Son los ríos que manarán de las entrañas de aquellos que beban la bebida de Cristo y reciban el Espíritu de Dios. Estos ríos, cuando rebosan de gracia espiritual, levantan su voz.
Hay también una corriente viva que, como un torrente corre por sus santos. Hay también el correr del río que alegra al alma tranquila y pacífica. Quien quiera que reciba de la plenitud de este río, como Juan Evangelista, Pedro o Pablo, levanta su voz; y, del mismo modo que los apóstoles difundieron hasta los últimos confines del orbe la voz de la predicación evangélica, también el que recibe de este río comenzará a predicar el Evangelio del Señor Jesús.
Recibe también tú de la plenitud de Cristo, para que tu voz resuene. Recoge el agua de Cristo, esa agua que alaba al Señor. Recoge el agua de los numerosos lugares en que la derraman esas nubes que son los profetas.
Quien recoge el agua de los montes, o la saca de los manantiales, puede enviar su rocío como las nubes. Llena el seno de tu mente, para que tu tierra se esponje y tengas la fuente en tu propia casa.
Quien mucho lee y entiende se llena, y quien está lleno puede regar a los demás; por eso dice la Escritura: Si las nubes van llenas, descargan la lluvia sobre el suelo.
Que tus predicaciones sean fluidas, puras y claras, de modo que, en la exhortación moral, infundas la bondad a la gente, y el encanto de tu palabra cautive el favor del pueblo, para que te siga voluntariamente a donde lo conduzcas.
Que tus discursos estén llenos de inteligencia. Por lo que dice Salomón: Armas de la inteligencia son los labios del sabio, y, en otro lugar: Que el sentido ate tus labios, es decir: que tu expresión sea brillante, que resplandezca tu inteligencia, que tu discurso y tu exposición no necesite sentencias ajenas, sino que tu palabra sea capaz de defenderse con sus propias armas; que, en fin, no salga de tu boca ninguna palabra inútil y sin sentido.
(del Oficio de lecturas)
9 de diciembre: san Juan Diego, memoria libre
San Juan Diego
San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, laico indígena, padre de familia, converso al cristianismo gracias a la presencia de los franciscanos en la Ciudad de México, a quien se le apareció la Virgen de Guadalupe. Nació hacia 1474 en Cuauhtitlán (México). De origen chichimenca fue bautizado y educado en la fe católica por los franciscanos. Juan Diego murió el 30 de mayo de 1548. Fue beatificado el 6 de mayo de 1990 y en 2002 canonizado por el papa Juan Pablo II.
Palabras del papa Juan Pablo II en la homilía de beatificación de Juan Diego
El 6 de mayo de 1990 tuvo lugar en México, durante el viaje apostólico de Juan Pablo II a ese país, tuvo lugar el acto de beatificación de Juan Diego. En la homilía el Santo Padre destacó el ejemplo de humildad, su fe sencilla, su confianza en Dios y en la Virgen y su pobreza evangélica.
“Su amable figura es inseparable del hecho guadalupano, la manifestación milagrosa y maternal de la Virgen, Madre de Dios, tanto en los monumentos iconográficos y literarios como en la secular devoción que la Iglesia de México ha manifestado por este indio predilecto de María.
A semejanza de los antiguos personajes bíblicos, que eran una representación colectiva de todo el pueblo, podríamos decir que Juan Diego representa a todos los indígenas que acogieron el Evangelio de Jesús, gracias a la ayuda maternal de María, inseparable siempre de la manifestación de su Hijo y de la implantación de la Iglesia, como lo fue su presencia entre los Apóstoles el día de Pentecostés.
Las noticias que de él nos han llegado encomian sus virtudes cristianas: su fe sencilla, nutrida en la catequesis y acogedora de los misterios; su esperanza y confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y pobreza evangélica.
Llevando vida de ermitaño aquí, junto al Tepeyac, fue ejemplo de humildad. La Virgen lo escogió entre los más humildes para esa manifestación condescendiente y amorosa cual es la aparición guadalupana. Un recuerdo permanente de esto es su rostro materno y su imagen bendita, que nos dejó como inestimable regalo. De esta manera quiso quedarse entre vosotros, como signo de comunión y de unidad de todos los que tenían que vivir y convivir en esta tierra”.
(De la Homilía de beatificación de Juan Diego)
11 de diciembre: san Dámaso I, Papa, memoria libre
San Dámaso
San Dámaso I, papa de origen hispano, nació hacia el año 305. Su pontificado comprende desde el año 366 al 384. En los difíciles tiempos en que vivió, convocó sínodos para defender la fe de Nicea contra cismas y herejías. Durante su pontificado tuvo una dedicación especial a los ritos, oraciones y predicaciones, con nuevas instituciones litúrgicas y catequéticas que alimentaron la vida cristiana. A este Papa se deben los estudios para la revisión del texto de la Biblia y la nueva traducción al latín (llamada Vulgata) hecha por San Jerónimo, a quien San Dámaso escogió como secretario privado. Veneró piadosamente los sepulcros de los mártires, adornándolos con inscripciones. Murió en el año 384.
13 de diciembre: santa Lucía, virgen y mártir, memoria obligatoria
Santa Lucía
Santa Lucía nació en el año 281 en Siracusa (Italia). Padeció el martirio durante la persecución de Diocleciano. Su martirio se produjo el 13 de diciembre del año 304 en Siracusa, donde fue enterrada y están sus reliquias. Su culto se difundió desde la antigüedad a toda la Iglesia, y su nombre fue introducido en el Canon Romano.
Entre sus múltiples virtudes destaca la entrega total de su vida a Dios, la humildad y la piedad cristianas. El Papa San Gregorio en el siglo VI puso su nombre a dos conventos femeninos que él fundó.
14 de diciembre: san Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia, memoria obligatoria
San Juan de la Cruz, nace en 1542, en Fontiveros (Ávila), religioso y místico español. Fue reformador de la familia carmelita junto a Santa Teresa de Jesús. Falleció el 14 de diciembre de 1591. El 27 de diciembre de 1726 fue canonizado por Benedicto XIII. El 24 de agosto de 1926, aniversario del comienzo de la Reforma teresiana, fue proclamado Doctor de la Iglesia Universal por Pío XI.
San Juan de la Cruz
Del tratado Subida al monte Carmelo (Libro 2, cap. 22, núms. 3-4)
La principal causa por la cual en la ley antigua eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen visiones y revelaciones de Dios, era porque entonces no estaba aún fundada la fe ni establecida la ley evangélica; y así, era menester que preguntasen a Dios y que él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y semejanzas, ahora en otras muchas maneras de significaciones. Porque todo lo que respondía y hablaba y obraba y revelaba eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas a ella. Pero ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces.
Porque en darnos, como nos dio, a su Hijo -que es una Palabra suya, que no tiene otra-, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.
Y éste es el sentido de aquella autoridad, con que san Pablo quiere inducir a los hebreos a que se aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la ley de Moisés, y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo: Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y maneras, ahora a la postre, en estos días, nos lo ha hablado en el Hijo todo de una vez.
En lo cual da a entender el Apóstol, que Dios ha quedado ya como mudo, y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en él todo, dándonos el todo, que es su Hijo.
Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera: «Si te tengo ya hablado todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra cosa que te pueda revelar o responder que sea más que eso, pon los ojos sólo en él; porque en él te lo tengo puesto todo y dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas.
Porque desde el día que bajé con mi espíritu sobre él en el monte Tabor, diciendo: Éste es mi amado Hijo en que me he complacido; a él oíd, ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas, y se la di a él; oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, más cosas que manifestar. Que si antes hablaba, era prometiéndoos a Cristo; y si me preguntaban, eran las preguntas encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles».
(del Oficio de lecturas)
21 de diciembre: san Pedro Canisio, presbítero y doctor de la Iglesia
San Pedro Canisio nació el año 1521 en Nimega (Güeldres, actualmente Holanda). Estudió en Colonia y entró en la Compañía de Jesús. Fue ordenado sacerdote el año 1546. Destinado a Alemania desarrolló una valiente labor de defensa de la fe católica con sus escritos y predicación. Publicó numerosas obras, entre las cuales destaca su Catecismo. Murió en Friburgo, de Suiza el año 1597.
San Pedro Canisio
De los escritos (Edición O. Braunsberger, Petri Canisii Epistulae et Acta, I, Friburgo de Brisgovia 1896, pp 53-55)
San Pedro Canisio, llamado con razón el segundo apóstol de Alemania, antes de marchar para este país y recibida la bendición del Papa, tuvo una profunda experiencia espiritual, que describe él mismo con estas palabras:
«Tuviste a bien, Pontífice eterno, que yo encomendase solícitamente el efecto y la confirmación de aquella bendición apostólica a tus Apóstoles del Vaticano, que tantas maravillas operan bajo tu dirección. Allí sentí un gran consuelo y la presencia de tu gracia, que venía por medio de tales intercesores. Pues me bendecían y confirmaban mi misión a Alemania, y me pareció que me prometían su favor como a apóstol Alemania. Ya sabes, Señor, cómo y cuántas veces pusiste aquel día Alemania en mis manos, esa Alemania que había de ser mi preocupación constante y por la cual deseaba vivir y morir.
Tú, Señor, me ordenaste, finalmente, beber del caudal que manaba de tu santísimo corazón, invitándome sacar las aguas de mi salvación de tu fuente, Salvador mío. Lo que yo más deseaba es que de ahí derivaran torrentes de fe, esperanza y caridad, en mi persona. Tenía sed de pobreza, castidad y obediencia, y te pedía que me purificaras y vistieras por completo. Por eso, tras haberme atrevido a acercarme a tu dulcísimo corazón, calmando en él mi sed, me prometías un vestido de tres piezas con que cubrir mi alma desnuda y realzar con éxito mi misión: las piezas eran la paz, el amor y la perseverancia. Revestido con este ornamento saludable, confiaba en que nada habría de faltarme, y que todo acontecería para tu gloria.»
(del Oficio de lecturas)
Libros de la BAC para Adviento
La Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), sello editorial de la Conferencia Episcopal Española, presenta algunas publicaciones de la editorial para este tiempo litúrgico.
El Adviento marca el inicio de un nuevo año litúrgico. Quizás pase desapercibido para la mayoría, pero a los cristianos nos hace preguntarnos cómo medimos nuestro tiempo, qué calendario marca el ritmo de nuestra vida, nuestras ilusiones, nuestras emociones.
El año litúrgico nos invita a descontar nuestro tiempo según el calendario de la historia de la salvación, recorriendo los acontecimientos más importantes del paso de Dios entre los hombres. Nos introduce en el tiempo de Dios y en el pueblo que espera la llegada del Mesías. El ritmo que nos marca configura nuestra vida con la de Jesús recorriendo cada año su ciclo vital y nos pone en camino, nos propone un cambio, con la espera del cumplimiento definitivo de las promesas.
La BAC quiere seguir este ritmo salvífico con sus publicaciones. Y para este Adviento ofrece algunas obras nuevas, además de numerosas obras para meditar que la editorial tiene en su catálogo.
Sugerencias de la BAC
Carta encíclica «Dilexit nos» sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo
Autor: papa Francisco
Colección: BAC Documentos
«Para expresar el amor de Jesucristo suele usarse el símbolo del corazón. Algunos se preguntan si hoy tiene un significado válido. Pero cuando nos asalta la tentación de navegar por la superficie, de vivir corriendo sin saber finalmente para qué, de convertirnos en consumistas insaciables y esclavizados por los engranajes de un mercado al cual no le interesa el sentido de nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del corazón» (n. 2).
Antes de Dilexit nos, el papa Francisco publicó otras tres encíclicas: Lumen fidei (29 de junio de 2013), Laudato si’ (24 de mayo de 2015) sobre el medio ambiente, y Fratelli tutti (3 de octubre de 2020) llamando a la solidaridad global y la fraternidad en un mundo fragmentado. Dilexit nos se basa en esta trayectoria, instando al mundo a redescubrir el amor como núcleo de renovación espiritual y social
Sermones de Adviento
Autor: SAN BUENAVENTURA
Colección: Normal
Los sermones de Adviento de san Buenaventura son «verdadera joya de una teología y espiritualidad de la esperanza» (J. Ratzinger). Entretejidos a partir de la Palabra de Dios, para predicar a todos y enseñar a predicar, nos ofrecen un precioso servicio a la vivencia del espíritu de la liturgia de Adviento: el tiempo que se abre a lo eterno en persona («¡Ven, Señor Jesús!»), la palabra a lo que acontece (caro factum est), lo aparente a la realidad del Amor que late en ella («el Señor está cerca»). Esta esperanza es el fundamento para el imperativo de la alegría («¡Estad alegres!»).
No hemos visto nada igual. La transmisión del cristianismo hoy
Autor: Julián Carrión
Colección: Popular
Vivimos un cambio de época, como señala el papa Francisco. Las convicciones creadas por el cristianismo se han disuelto. Y se produce una paradoja. El cristianismo se encuentra y se verifica, a través de la libertad, en un mundo plural. Seguir a Cristo también con presencia en el espacio público.
Lo que cuenta es el nacimiento de un sujeto nuevo: una persona, un grupo de personas que experimentan cómo la presencia de Cristo responde a sus exigencias humanas y transforma la inseguridad en certeza. Son testigos de una alegría imposible. De esa experiencia habla este libro.
FUENTE: CEE