El papa Francisco se ha embarcado esta mañana en el aeropuerto romano Leonardo da Vinci, en Fiumicino, en un vuelo que partió a las 11 horas rumbo a Colombia, donde aterrizará en el área militar del aeropuerto de Bogotá a las 16:30 horas locales (23:30 horas de Roma).
Este es el 20º viaje apostólico internacional que realiza el papa Francisco en su pontificado. Está previsto que a su llegada a la capital de Colombia, se celebre una ceremonia de bienvenida en el mismo aeropuerto, donde le recibirán las autoridades civiles del país.
El avión en el que viaja el Papa es un AZ A330 de la compañía Alitalia y el recorrido del trayecto Roma-Bogotá es de 9.825 kilómetros, que recorrerá en 12 horas y 25 minutos, según lo previsto.
Durante el viaje el Santo Padre visitará cuatro ciudades y celebrará tres misas. El Papa regresa el domingo 10 por la noche en un vuelo de Avianca y llega a Roma el lunes, después del medio día.
Santa Fé de Bogotá
La Archidiócesis Santa Fé de Bogotá, donde llegará el papa Francisco, está dirigida por el arzobispo Rubén Salazar Gómez, que fue creado cardenal en 2012 por Benedicto XVI, sede del gobierno y sede de los consejos episcopales de América Latina y el Caribe (CELAM), instaurado por Pío XII después de la primera Asamblea General del Episcopado de la región en 1955, miércoles 6 de septiembre.
La CELAM es el órgano de coordinación eclesial que organizó las Conferencias Generales de Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007) ). El actual presidente de CELAM es el cardenal R. Salazar.
El Papa en el vuelo pide oraciones por Venezuela
El Santo Padre saluda a los periodistas durante el vuelo de ida a Colombia
(Foto Osservatore © Romano)
El avión hará una pequeña desviación debido al Huracán Irma
El papa Francisco pidió oraciones por su viaje a Colombia, para que el país vaya adelante en su camino de paz y solicitó también oraciones por Venezuela con cuyos obispos se reunirá.
Lo dijo al saludar a los periodistas al inicio del vuelo de Alitalia que partió este miércoles por la mañana desde Roma. El vuelo que le lleva a Colombia para una visita apostólica de cinco días llegará a Bogotá a las 16:30 locales (20:30 de Roma),
“Este viaje es un poco especial porque es un viaje para ayudar a Colombia a ir adelante en su camino de paz. Les pido también una oración por esto durante el viaje”, dijo el Sucesor de Pedro.
“Quisiera decir que durante este vuelo sobrevolaremos Venezuela y pedirles que recen para que pueda haber un diálogo, para que el País encuentre una hermosa estabilidad y un diálogo con todos”.
Las manifestaciones en Venezuela en contra y a favor del gobierno de Nicolás Maduro, han causado en los últimos cinco meses más de 120 muertos. Además, según la ONG Foro Penal, más de 5.000 personas han sido detenidas.
La crisis política venezolana se agravó con la elección de una asamblea constituyente controlada por el ejecutivo, dotada de poderes casi ilimitados y que se arrogó las prerrogativas del parlamento actual, en manos de la oposición desde las últimas elecciones libres.
Por su parte la Conferencia Episcopal de Venezuela, en su cuenta twitter señalo que el “Papa Francisco recibirá a los obispos Venezolanos este jueves 07 de septiembre, después de la misa en Bogotá”.
Se indicó también que desde el avión se enviará un telegrama al presidente Nicolás Maduro, como se hace con todos los jefes de Estado de los países que sobrevuela el vuelo papal.
El avión además hará una pequeña desviación debido al huracán Irma que está azotando Centroamérica y que llegará a Florida (EEUU) este próximo sábado.
Programa del viaje del papa Francisco a Colombia
Logo oficial del viaje del Papa Francisco a Colombia
Miércoles 6 de septiembre de 2017 ROMA-BOGOTÁ
11.00 | Salida en avión desde el aeropuerto de Roma/Fiumicino hacia Bogotá (12,30 hs. de vuelo) |
16.30 | Llegada en el área militar (CATAM) del aeropuerto de Bogotá – ( Hora en Roma 23:30) |
Ceremonia de bienvenida – A la nunciatura apostólica (15 km.) |
Jueves 7 de septiembre de 2017 – BOGOTÁ
TEMA: artesanos de paz, promotores de la vida
9.00 | Encuentro con las autoridades en la Plaza de Armas de la Casa de Nariño – (En Roma 16:00) |
9.30 | Visita de cortesía al Presidente en el Salón Protocolario de la Casa de Nariño. (En Roma 16:30) |
10.20 | Visita a la Catedral – (En Roma 17:20) |
10.40 | Bendición a los fieles desde el balcón del Palacio Cardenalicio .- (En Roma 17:40) |
11.00 | Encuentro con los obispos (unos 130) en el salón del Palacio Cardenalicio .- (En Roma 18:00) |
15.00 | Encuentro con el Comité directivo del CELAM en la Nunciatura Apostólica .- (En Roma 22:00) |
15.45 | Santa Misa en el Parque Simón Bolívar .- (En Roma 22:45) (en auto a 6 km) |
16:00 Llegada al Parque en papamóvil y saludo a los fieles – (En Roma 23:00)
16:30 Santa misa (En Roma 23:30)
18:45 Ida a la Nunciatura Apostólica. Cena privada y bendición de niños, ancianos y personas con discapacidad
Viernes 8 de septiembre de 2017 – BOGOTÁ-VILLAVICENCIO-BOGOTÁ
TEMA: La reconciliación, con Dios, con los colombianos y con la naturaleza
7.20 | Salida en avión desde base área militar (CATAMA) de Bogotá hacia Villavicencio (90 Km) – (En Roma 14:20) |
8.30 | Llegada a la Base Aérea de Apiay, en Villavicencio (En Roma 15:30) |
9.30 | CATAMA – Saludo a los fieles en papamóvil y santa Misa (a 9,5 km del aeropuerto) – Beatificación de Mons. Jaramillo y del padre Pedro Ramirez Ramos – (En Roma 16:30) |
15.40 | Gran encuentro de oración por la reconciliación nacional en el Parque Las Malocas – (En Roma 22:30) |
17.20 | Parada en la Cruz de la reconciliación en el Parque de los Fundadores – (En Roma 00:20) |
18.00 | Salida en avión hacia Bogotá – (En Roma 01:00) |
18.45 | Llegada al área militar (CATAM) del aeropuerto de Bogotá – (En Roma 01:45) |
19.15 Llegada a la Nunciatura Apostólica – (En Roma 02:15)
Sábado 9 de septiembre de 2017 – BOGOTÁ-MEDELLÍN-BOGOTÁ
TEMA: la vida cristiana como discipulado
8.20 | Salida en avión desde el área militar (CATAM) del aeropuerto de Bogotá hacia Rionegro – (En Roma 15:20) |
9.10 | Llegada a la Base Aérea de Rionegro – (En Roma 16:10) |
9.15 | Traslado en helicóptero al aeropuerto de Medellín – (En Roma 16:15) |
10.15 | Santa Misa en el aeropuerto Enrique Olaya Herrera de Medellín – (En Roma 17:15) |
15.00 | Encuentro en el Hogar San José – (En Roma 22:00) |
16.00 | Encuentro con sacerdotes, religiosos/as, consagrados/as, seminaristas y sus familias de procedencia en La Macarena – (En Roma 23:00) |
Traslado en helicóptero a la Base Aérea de Rionegro | |
17.30 | Salida en avión hacia Bogotá – (En Roma 00:30) |
18.25 | Llegada al área militar (CATAM) del aeropuerto de Bogotá – (En Roma 01:25) |
18:50 Llegada a la Nunciatura Apostólica – (En Roma 01:50)
Domingo 10 de septiembre de 2017 – BOGOTÁ-CARTAGENA
TEMA: dignidad de la persona y derechos humanos
8.30 | Salida en avión hacia Cartagena de Indias |
10.00 | Llegada al aeropuerto R. Nuñez, de Cartagena de Indias – (En Roma 17:00) |
10.30 | Bendición de la primera piedra de las casas para los sintecho y de la Obra Talitha Qum en la Plaza San Francisco de Asís – (En Roma 17:30) |
12.00 | Ángelus en el atrio de San Pedro Claver – (En Roma 19:00) |
12.15 | Visita a la Casa Santuario de San Pedro Claver – (En Roma 19:15) |
15.45 | Traslado en helicóptero desde la Base Naval al área portuaria de Contecar – (En Roma 22:45) |
16.30 | Santa Misa en el área portuaria de Contecar – (En Roma 23:30) |
18.30 | Traslado en helicóptero al aeropuerto de Cartagena – (En Roma 01:30) |
18.45 | Ceremonia de despedida – (En Roma 01:45) |
19.00 | Salida en avión hacia el aeropuerto de Roma/Ciampino – (En Roma 02:00) |
Lunes 11 de septiembre de 2017 – ROMA
12.40 | Llegada al aeropuerto de Roma/Ciampino |
Francisco ya está en Colombia
El airbus 330 de Alitalia aterrizó a las 16:15 locales
Con algunos minutos de anticipación, el vuelo de Alitalia que llevó el papa Francisco a Colombia llegó a las 16:15 horas locales al Aeropuerto internacional El Dorado, en la ciudad de Bogotá. Mientras recorría la pista, desde la cabina del avión que fueron expuestas dos banderas, una del Vaticano y la otra de Colombia.
Una orquesta sinfónica amenizó con música clásica la espera, y un grupo de niños con chompas con escritas palabras como fe, paz, esperanza, caridad, le aguardaban para la bienvenida.
Calurosa bienvenida al Papa en el aeropuerto El Dorado
Recibido por autoridades civiles, religiosas y víctimas del conflicto
Bienvenida en el aeropuerto de El Dorado
El papa Francisco descendió del Airbus de Alitalia a las 16:35 locales por una escalera con alfombra roja.
El presidente colombiano Juan Manuel Santos y su consorte María Clemencia Rodríguez, con quienes conversó brevemente, así como el nuncio apostólico Ettore Balestrero y el cardenal primado de Colombia, Rubén Salazar.
Estaba allí presentes autoridades políticas, civiles, religiosas y unas mil personas. Un niño le entregó una paloma de paz, era Emmanuel, el hijo nacido en el cautiverio de Clara Rojas, política secuestrada por las FARC durante seis años.
Mientas la banda sinfónica amenizaba con el ‘Gloria’ de Vivaldi, el Pontífice saludó a un grupo de niños que vestían chompas con palabras como paz, justicia, esperanza, etc. El Papa le estrechó la mano también a unas veinte personas entre las cuales la ministra de Relaciones Exteriores, María Ángela Holguín.
Estaban también en las seis tribunas allí instaladas, víctimas del conflicto, militares y civiles, y religiosos de diversas órdenes, ancianos y enfermos, destacándose muchos militares en sillas de ruedas o lisiados. Incluso uno de ellos le acercó un frasco de agua y pidió que se lo bendijera, a lo que accedió el Santo Padre.
Dos grupos folclóricos amenizaron la llegada con unos bailes típicos del país, como “Yo me llamo cumbia”, con la alegría que le caracteriza.
Desde el aeropuerto en donde llegó después de más de 12 horas de viaje el Papa se transfirió en Papamóvil a Bogotá, a la sede de la Nunciatura Apostólica, donde pernoctará cuatro noches.
Miles de personas saludan al Papa en el trayecto hasta la Nunciatura
Desde el Aeropuerto partió en el papamóvil
Del aeropuerto El Dorado a la Nunciatura en Bogotá
Concluida la ceremonia de bienvenida en el Aeropuerto internacional El Dorado, el papa Francisco subió al papamóvil para dirigirse a la Nunciatura Apostólica.
El vehículo, una camioneta Chevrolet fue transformada en Colombia para ser usada como papamóvil. En su interior tiene una placa que dice: “Hecho con mucho cariño por manos colombianas” y un escudo del equipo San Lorenzo de Almagro, con el que el Papa simpatiza.
Los gestos y sencillez del Sucesor de Pedro, asombraron a muchos de los periodistas que comentaban el evento en directa. En el papamóvil subió también el cardenal Rubén Salazar, arzobispo de Bogotá.
El Santo Padre estuvo de pié durante todo el viaje, para saludar a quienes le aguardaban durante el recorrido de unos 15 kilómetros, miles de colombianos que estaban apostados desde hacía varias horas para saludar al Peregrino de paz, agitando banderas, pañuelos, y sacando fotos con los móviles.
En medio del alboroto general, la gente le arrojaba rosas, coreaban ‘Francisco’, incluso ciclistas le siguieron en una parte del recorrido por una paralela, hasta que en el tramo final, antes de llegar a la Nunciatura, el papamóvil redujo su velocidad a pedido del Papa que quería saludar a los presentes.
En la Nunciatura Apostólica el Santo Padre alojará durante las cuatro noches que pasará en Colombia.
Francisco llega a la Nunciatura, donde le reciben con cantos y bailes
En las cuatro noches del viaje pernoctará en la sede diplomática de la Santa Sede
Con el horario del programa un poco atrasado debido a la gran cantidad de gente que le esperaba en las inmediaciones de la Nunciatura en Bogotá, el papa Francisco llegó en papamóvil procedente desde el aeropuerto de El Dorado, donde las autoridades del país le dieron la bienvenida.
En el exterior de la nunciatura apostólica en Bogotá, delante del portón, un grupo de niños con trajes folklóricos hizo una coreografía, otro grupo de jóvenes cantó al son de música y una banda de música centroamericana tocó en su honor.
El Pontífice recibió a dos instituciones: El IDIPRON es una entidad pública de la ciudad de Bogotá que atiende a niños, niñas, adolescentes y jóvenes en situación de vulnerabilidad social, habitantes de la calle o en riesgo de estarlo. También recibió a las Familias de la Misericordia (Famis) FAMIS de laicos y sacerdotes, que desean vivir la Misericordia, quienes trabajan en las periferias.
En medio de todo esto el Papa fue a rezar en la capilla de sede diplomática del Vaticano. Allí cenó y la comida fue preparada por la cocinera habitual de la institución. El Pontífice pernoctará en este edificio las cuatro noches que pasará en Colombia.
Hasta el domingo el papa visitará cuatro ciudades: Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena. En total celebrará tres misas y pronunciará 12 discursos.
Santos al Papa: “Gracias por venir en este momento histórico”
El presidente Santos delante de la Casa de Nariño
(CTV)
Palabras delante de la Casa Nariño, Palacio presidencial de Colombia
El segundo día del viaje apostólico en Colombia inició con un encuentro del papa Francisco delante del Palacio presidencial, con el presidente Juan Manuel Santos y su consorte, donde la banda tocó los himnos nacionales.
De allí, el Papa ingresó a la Plaza de Armas, y caminando hacia el estrado para dirigir unas palabras se detuvo unos instantes para saludar a algunas personas con síndrome de down. A continuación, el presidente de Colombia, acompañado del Santo Padre, encendió una llama de la paz.
Allí estaban presenten el Cuerpo diplomático acreditado en Colombia, empresarios, representantes de la sociedad civil y de la cultura.
“Con cuanta ilusión lo hemos esperado y con cuanta alegría le damos la bienvenida a Colombia”, dijo el presidente Santos, “en nombre de más de 49 millones de colombianos” en un “momento único” de la historia del país.
Y le agradeció “por venir a confirmarnos en la fe, en la unidad y en el amor”, por “invitarnos a ser defensores de la vida e instrumentos de paz”, por “expandir el don de la misericordia que nos mueve a la compasión frente al dolor y la experiencia del otro”.
El mandatario citó el mensaje evangélico que indica “no hay que perdonar siete veces sino setenta veces siete” y que el Papa llegó a Colombia para “recordarnos al hijo pródigo, no por sus actos, sino porque fue reencontrado”.
Señaló que el Papa vino “para ayudarnos a dar los primeros pasos en la reconciliación” en un momento en que Colombia “es el único país del mundo donde las armas se están cambiando en monumentos de paz”.
Si bien reconoció que “nos falta dar ese paso renovador, ese primer paso hacia la reconciliación. De nada vale silenciar los fusiles si seguimos armados en nuestros corazones”, en un país en el cual “por más de medio siglo nos resignamos a la violencia” y donde “hay brazas ardientes que debemos apagar”.
El presidente Santos señaló también que “necesitamos también reconciliarnos con el medio ambiente porque es nuestra casa común” y que “esperamos sus palabras como la tierra sedienta aguarda el agua”.
“Bienvenido caminante de la paz y del amor” concluyó el presidente y pidió “para este gran país y sus habitantes su bendición apostólica”.
Francisco a los colombianos: participación de todos para abrirse al futuro
Papa Francisco y Juan Manuel Santos. 07/09/2017.
(Captura pantalla CTV)
Discurso del Papa junto al presidente Santos
Palabras del papa Francisco en la plaza de Armas, donde se encuentra el Palacio Presidencial “Casa de Nariño”. Allí se encontró con el presidente Juan Manuel Santos Calderón y su esposa, y tras escuchar los himnos y los honores militares, el Papa habló a todos los presentes.
El Papa saludó también a las autoridades políticas y religiosas, el cuerpo diplomático, y los emprendedores y representantes de la sociedad civil y cultural del país.
El presidente Santos agradeció al Papa su visita y se confesó “tocado por sus palabras y por su ejemplo”. Sus palabras fueron: “Gracias por invitarnos a ser defensores de la vida, a ser instrumentos de paz”, continuó: “Gracias, su santidad por expandir el don de la misericordia”.
Palabras del papa Francisco
Señor Presidente,
Miembros del Gobierno de la República y del Cuerpo Diplomático,
Distinguidas Autoridades,
Representantes de la sociedad civil,
Señoras y señores.
Saludo cordialmente al Señor Presidente de Colombia, Doctor Juan Manuel Santos, y le agradezco su amable invitación a visitar esta Nación en un momento particularmente importante de su historia; saludo a los miembros del Gobierno de la República y del Cuerpo Diplomático. Y, en ustedes, representantes de la sociedad civil, quiero saludar afectuosamente a todo el pueblo colombiano, en estos primeros instantes de mi Viaje Apostólico.
Vengo a Colombia siguiendo la huella de mis predecesores, el beato Pablo VI y san Juan Pablo II y, como a ellos, me mueve el deseo de compartir con mis hermanos colombianos el don de la fe, que tan fuertemente arraigó en esta tierra, y la esperanza que palpita en el corazón de todos. Sólo así, con fe y esperanza, se pueden superar las numerosas dificultades del camino y construir un País que sea Patria y casa para todos los colombianos.
Colombia es una Nación bendecida de muchísimas maneras; la naturaleza pródiga no sólo permite la admiración por su belleza, sino que también invita a un cuidadoso respeto por su biodiversidad. Colombia es el segundo País del mundo en biodiversidad y, al recorrerlo, se puede gustar y ver qué bueno ha sido el Señor (cf. Sal 33,9) al regalarles tan inmensa variedad de flora y fauna en sus selvas lluviosas, en sus páramos, en el Chocó, los farallones de Cali o las sierras como las de la Macarena y tantos otros lugares. Igual de exuberante es su cultura; y lo más importante, Colombia es rica por la calidad humana de sus gentes, hombres y mujeres de espíritu acogedor y bondadoso; personas con tesón y valentía para sobreponerse a los obstáculos.
Este encuentro me ofrece la oportunidad para expresar el aprecio por los esfuerzos que se hacen, a lo largo de las últimas décadas, para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación. En el último año ciertamente se ha avanzado de modo particular; los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común. Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo. Oíamos recién cantar andar el camino lleva su tiempo, pues a largo plazo. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 67).
El lema de este País dice: «Libertad y Orden», y en estas dos palabras se encierra toda una enseñanza. Los ciudadanos deben ser valorados en su libertad y protegidos por un orden estable. No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica. Se necesitan leyes justas que puedan garantizar esa armonía y ayudar a superar los conflictos que han desgarrado esta Nación por décadas; leyes que no nacen de la exigencia pragmática de ordenar la sociedad sino del deseo de resolver las causas estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia. Sólo así se sana de una enfermedad que vuelve frágil e indigna a la sociedad y la deja siempre a las puertas de nuevas crisis. No olvidemos que la inequidad es la raíz de los males sociales (cf. ibíd., 202).
En esta perspectiva, los animo a poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad, aquellos que no cuentan para la mayoría y son postergados y arrinconados. Todos somos necesarios para crear y formar la sociedad. Esta no se hace sólo con algunos de «pura sangre», sino con todos. Y aquí radica la grandeza y belleza de un País, en que todos tienen cabida y todos son importantes. Como estos chicos que con su espontaneidad quisieron hacer de este protocolo algo más humano (Aplausos).
En la diversidad está la riqueza. Pienso en aquel primer viaje de san Pedro Claver desde Cartagena hasta Bogotá surcando el Magdalena: su asombro es el nuestro. Ayer y hoy, posamos la mirada en las diversas etnias y los habitantes de las zonas más lejanas, los campesinos. La detenemos en los más débiles, en los que son explotados y maltratados, aquellos que no tienen voz porque se les ha privado de ella o no se les ha dado, o no se les reconoce. También detenemos la mirada en la mujer, su aporte, su talento, su ser «madre» en las múltiples tareas. Colombia necesita la participación de todos para abrirse al futuro con esperanza. (La gente aplaude).
La Iglesia, en fidelidad a su misión, está comprometida con la paz, la justicia y el bien de todos. Es consciente de que los principios evangélicos constituyen una dimensión significativa del tejido social colombiano, y por eso pueden aportar mucho al crecimiento del País; en especial, el respeto sagrado a la vida humana, sobre todo la más débil e indefensa, es una piedra angular en la construcción de una sociedad libre de violencia. Además, no podemos dejar de destacar la importancia social de la familia, soñada por Dios como el fruto del amor de los esposos, «lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros» (ibíd., 66). Y, por favor, les pido que escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes. En ellos se aprenden verdaderas lecciones de vida, de humanidad, de dignidad. Porque ellos, que entre cadenas gimen, sí que comprenden las palabras del que murió en la cruz —como dice la letra de vuestro himno nacional—. (Aplausos).
Señoras y señores, tienen delante de sí una hermosa y noble misión, que es al mismo tiempo una difícil tarea. Resuena en el corazón de cada colombiano el aliento del gran compatriota Gabriel García Márquez: «Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera». Es posible entonces, continúa el escritor, «una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra» (Discurso de aceptación del premio Nobel, 1982). (Aplausos)
Es mucho el tiempo pasado en el odio y la venganza… La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años; no queremos que cualquier tipo de violencia restrinja o anule ni una vida más. Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso; este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz. (Aplausos).
Están presentes en mis oraciones. Rezo por ustedes, por el presente y por el futuro de Colombia. Gracias.
Las llaves de Bogotá al papa Francisco
El alcalde de Bogotá le entrega al Papa las ‘llaves de la ciudad’
Se las entrega el alcalde de la capital
El papa Francisco, después de sus palabras en la Plaza de Armas de Bogotá, fue invitado por el presidente Juan Manuel Santos a visitar el Palacio Presidencial o Casa de Nariño.
Se realizó así en este segundo día de la visita apostólica a Colombia, un encuentro privado en el primer piso del Palacio Presidencial, donde el mandatario le presentó a su familia. Allí, el Papa firmó el libro de honor y hubo un intercambio de dones. A continuación el Santo Padre se despidió del presidente y de su consorte, cerca de la Puerta Blanca del Palacio.
De allí, en un vehículo con placa SCV 01 (Stato Citta’ del Vaticano), el Sucesor de Pedro se dirigió a la Plaza Bolívar, situada a poca distancia, saludando a las miles de personas que le aguardaban durante el trayecto. Le acompañaba el cardenal arzobispo de Bogotá, Mons. Rubén Salazar Gómez.
En la Plaza de Bolívar le aguardaban más de 22 mil jóvenes y se veían banderas de diversos países de América Latina (México, Chile…). A todos ellos saludó girando en el papamóvil entorno a la plaza, en medio de la ovación generalizada.
En un momento determinado el vehículo se detuvo y el alcalde de Bogotá, Enrique Peñaloza, le entregó las llaves de la ciudad. Allí está el Palacio arzobispal y la Catedral, en la cual el Sucesor de Pedro entró para el siguiente evento, ante la presencia del cuadro de Nuestra Señora de Chiquinquirá, patrona de Colombia, llevado al templo especialmente para esta ocasión.
En la catedral el Papa venera a la Virgen de Chiquinquirá
Francisco reza delante de imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá
(Captura de pantalla CTV)
El cuadro de la patrona de Colombia fue llevado con motivo de la visita
Tras la calurosa recepción por más de 20 mil jóvenes en la plaza de Bolívar y de recibir las llaves de la ciudad, el papa Francisco asistió a visitar la Catedral Primada de la Inmaculada Concepción de Bogotá.
Allí fue recibido por el cardenal primado Rubén Salazar Gómez y por el Capítulo Metropolitano, quienes le presentaron las reliquias de Santa Isabel de Hungría.
En la Catedral, donde se encontraban unas 3.000 personas, el Santo Padre permaneció unos minutos orando en silencio, ante la imagen de la Virgen de Chiquinquirá. Fueron rezadas también las letanías lauretanas por algunos fieles junto al Papa.
El antiguo y venerado cuadro que representa a la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de Chiquinquirá fue llevado al templo con motivo de la visita pontificia, es la patrona del país. El Papa, después de rezar, se acercó al cuadro y depositó un rosario de oro a sus pies.
También escribió en el libro de honor de la Catedral: “Desde esta Catedral Primada le pido a la Inmaculada Virgen María que no deje de guiar y cuidar a sus hijos colombianos y que siempre los mire con sus ojos misericordiosos”.
La visita concluyó en la Capilla del Sagrario, donde Francisco saludó al comité organizador de este viaje pontificio. Después de una breve adoración al Santísimo, el Sucesor de Pedro se dirigió al colindante Palacio Arzobispal.
Francisco a los jóvenes: “Que sus ilusiones y proyectos oxigenen Colombia”
Más de 20.000 jóvenes de Colombia recibieron al Papa
El papa Francisco bendijo y dirigió este jueves desde el balcón del Palacio Cardenalicio, unas palabras a 22.000 jóvenes colombianos tras su visita a la Catedral de Bogotá y de recibir las llaves de la ciudad.
“Hoy entro a esta casa que es Colombia diciéndoles, ¡La paz con ustedes!”, así comenzó el Papa su saludo a los jóvenes reunidos frente a la Plaza de Bolívar, llegados de todos los rincones del país: “cachacos, costeños, paisas, vallunos, llaneros”, enumeró el Papa.
Y les animó a los chicos y chicas: “¡Cómo no van a poder cambiar esta sociedad y lo que se propongan! ¡No le teman al futuro! ¡Atrévanse a soñar a lo grande! A ese sueño grande los quiero invitar hoy”.
Texto de las palabras del Papa a los jóvenes
«Queridos hermanos y hermanas:
¡Buenos días! Los saludo con gran alegría y les agradezco la calurosa bienvenida. «Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!”. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes» (Lc 10,5-6).
Hoy entro a esta casa que es Colombia diciéndoles, ¡La paz con ustedes! (Los jóvenes responden: “¡Y con tu espíritu!”). Así era la expresión de saludo de todo judío y también de Jesús. Porque quise venir hasta aquí como peregrino de paz y de esperanza, y deseo vivir estos momentos de encuentro con alegría, dando gracias a Dios por todo el bien que ha hecho en esta Nación, en cada una de sus vidas.
Vengo también para aprender; sí, aprender de ustedes, de su fe, de su fortaleza ante la adversidad. porque ustedes saben que el obispo y el cura tienen que aprender de su pueblo, por eso vengo a aprender, a aprender de ustedes, soy obispo, y vengo a aprender.
Han vivido momentos difíciles y oscuros, pero el Señor está cerca de ustedes, en el corazón de cada hijo e hija de este País. Él no es selectivo, no excluye a nadie sino que abraza a todos; y todos, escuchen esto, todos somos importantes y necesarios para Él (Gritos y aplausos).
Durante estos días quisiera compartir con ustedes la verdad más importante: que Dios los ama con amor de Padre y los anima a seguir buscando y deseando la paz, aquella paz que es auténtica y duradera. Dios nos ama con amor de Padre. ¿Lo repetimos juntos?, (vocean todos): ¡Dios nos ama con amor de Padre!
Bueno, yo tenía aquí escrito, veo aquí a muchos jóvenes (gritos y aplausos), pero este lío solo lo pueden hacer los jóvenes (gritos y aplausos) que han venido de todos los rincones del país: cachacos, costeños, paisas, vallunos, llaneros (gritos y aplausos). Para mí siempre es motivo de gozo encontrarme con los jóvenes.
En este día les digo: mantengan viva la alegría, es signo del corazón joven, del corazón que ha encontrado al Señor. Nadie se la podrá quitar (cf. Jn 16,22), ¡Nadie! Les aconsejo: No se la dejen robar, cuiden esa alegría que todo lo unifica en el saberse amados por el Señor. Porque… ¿cómo habíamos dicho al principio? Todos: ¡Dios nos ama con amor de Padre!
El fuego del amor de Jesucristo hace desbordante ese gozo, y es suficiente para incendiar el mundo entero. ¡Cómo no van a poder cambiar esta sociedad y lo que se propongan! ¡No le teman al futuro! ¡Atrévanse a soñar a lo grande! A ese sueño grande los quiero invitar hoy. Por favor, no se metan en el chiquitaje (…) ¡Vuelen alto y sueñen grande! (gritos de emoción).
Ustedes, los jóvenes, tienen una sensibilidad especial para reconocer el sufrimiento de otros; los voluntariados del mundo entero se nutren de miles de ustedes que son capaces de resignar tiempos propios, comodidades, proyectos centrados en ustedes mismos, para dejarse conmover por las necesidades de los más frágiles y dedicarse a ellos.
Pero también puede suceder que hayan nacido en ambientes donde la muerte, el dolor, la división han calado tan hondo que los hayan dejado medio mareados, como anestesiados por el dolor. Por eso yo quiero decirles: Dejen que el sufrimiento de sus hermanos colombianos los abofetee y los movilice. Ayúdennos a nosotros, los mayores, a no acostumbrarnos al dolor y al abandono, los necesitamos. Ayúdennos a esto, a no acostumbrarnos al dolor y al abandono. (Gritos de los jóvenes).
También ustedes, chicos y chicas, que viven en ambientes complejos, con realidades distintas y situaciones familiares de lo más diversas, se han habituado a ver que no todo es blanco ni todo es negro; que la vida cotidiana se resuelve en una amplia gama de tonalidades grises, es verdad, y esto los puede exponer al riesgo, cuidado, al riesgo de caer en una atmósfera de relativismo, dejando de lado esa potencialidad que tienen los jóvenes, la de entender el dolor de los que han sufrido.
Ustedes tienen la capacidad no sólo de juzgar, señalar desaciertos, sino también esa otra capacidad hermosa y constructiva: la de comprender. Comprender que incluso detrás de un error –porque hablemos claro, el error es error, y no hay que maquillarlo, ¿eh– y ustedes son capaces de comprender que detrás de un error hay un sinfín de razones, de atenuantes. ¡Cuánto los necesita Colombia para ponerse en los zapatos de aquellos que muchas generaciones anteriores no han podido o no han sabido hacerlo, o no atinaron con el modo adecuado para lograr comprender!
A ustedes, jóvenes (gritos y silbidos de alegría), a ustedes, jóvenes, les es tan fácil encontrarse. Y les hago una pregunta, aquí se encontraron todos, ¿desde qué hora están acá? ¿Ven que son valientes? (…) Les basta un rico café, un refajo (gritos de los jóvenes) o lo que sea, como excusa para suscitar el encuentro.
Los jóvenes coinciden en la música, en el arte… ¡si hasta una final entre el Atlético Nacional y el América de Cali es ocasión para estar juntos! Ustedes, porque digo que tienen esa facilidad de encontrarse, ustedes pueden enseñarnos que la cultura del encuentro no es pensar, vivir, ni reaccionar todos del mismo modo; es saber que más allá de nuestras diferencias somos todos parte de algo grande que nos une y nos trasciende, somos parte de este maravilloso País. ¡Ayúdennos a entrar a los grandes a entrar en esta cultura del encuentro que ustedes practican tan bien!
También vuestra juventud los hace capaces de algo muy difícil en la vida: perdonar. Perdonar a quienes nos han herido; es notable ver cómo no se dejan enredar por historias viejas, cómo miran con extrañeza cuando los adultos repetimos acontecimientos de división simplemente por estar atados a rencores. Ustedes nos ayudan en este intento de dejar atrás lo que nos ofendió, de mirar adelante sin el lastre del odio, porque nos hacen ver todo el mundo que hay por delante, toda la Colombia que quiere crecer y seguir desarrollándose; esa Colombia que nos necesita a todos y que los mayores le debemos a ustedes. (Gritos y silbidos de júbilo)
Y precisamente por esto enfrentan el enorme desafío de ayudarnos a sanar nuestro corazón, ¿lo decimos todos juntos? ¡Ayudarnos a sanar nuestro corazón! Es una ayuda que les pido: a contagiarnos la esperanza joven que siempre está dispuesta a darle a los otros una segunda oportunidad. Los ambientes de desazón e incredulidad enferman el alma, ambientes que no encuentran salida a los problemas y boicotean a los que lo intentan, dañan la esperanza que necesita toda comunidad para avanzar. Que sus ilusiones y proyectos oxigenen Colombia y la llenen de utopías saludables. (Gritos y silbidos de alegría) Jóvenes, ¡sueñen! ¡muévanse! ¡arriésguense! miren la vida con una sonrisa nueva.
Sólo así se animarán a descubrir el País que se esconde detrás de las montañas; el que trasciende titulares de diarios y no aparece en la preocupación cotidiana por estar tan lejos. Ese País que no se ve y que es parte de este cuerpo social que nos necesita: descubrir la Colombia profunda (gritos). Los corazones jóvenes se estimulan ante los desafíos grandes: ¡Cuánta belleza natural para ser contemplada sin necesidad de explotarla! ¡Cuántos jóvenes como ustedes precisan de su mano tendida, de su hombro para vislumbrar un futuro mejor!
Hoy he querido estar estos momentos con ustedes; estoy seguro de que ustedes tienen el potencial necesario para construir la nación que siempre hemos soñado. Los jóvenes son la esperanza de Colombia y de la Iglesia; (gritos de los jóvenes) en su caminar y en sus pasos adivinamos los de Jesús, el Mensajero de la Paz, de Aquél que nos trae noticias buenas.
Queridos hermanos y hermanas de este amado País. Me dirijo ahora a todos, niños, jóvenes, adultos y ancianos, que quieren ser portador de esperanza: que las dificultades no los opriman, que la violencia no los derrumbe, que el mal no los venza. Creemos que Jesús, con su amor y misericordia que permanecen para siempre, ha vencido el mal, el pecado y la muerte. Jesús ha vencido el mal, el pecado y la muerte. ¿Lo repetimos? Todos: ¡Jesús ha vencido el mal, el pecado y la muerte! Sólo basta salir a su encuentro. ¡Salgan al encuentro de Jesús! Los invito al compromiso, no al cumplimiento, al compromiso. (…) (Gritos de alegría). Salgan hacia ese compromiso para que la renovación de la sociedad sea justa, estable, fecunda. Desde este lugar, los animo a afianzarse en el Señor, es el único que nos sostiene y alienta para poder contribuir a la reconciliación y a la paz.
Los abrazo a todos y a cada uno, a los enfermos, a los pobres, a los marginados, a los necesitados, a los ancianos, a los que están en sus casas… a todos; todos están en mi corazón. Y ruego a Dios que los bendiga. Y, por favor, les pide a ustedes que no se olviden de rezar por mí. ¡Muchas gracias! (Gritos de alegría, aplausos, silbidos, los jóvenes gritan: ¡Esta es la juventud del Papa!¡Esta es la juventud del Papa!)
Antes de irme, si ustedes quieren, les doy la bendición, rezamos todos juntos a la Virgen (rezan el Ave María). Los bendiga Dios todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Adiós!»
Rosa Die Alcolea
El Papa a los obispos colombianos: “No traigo recetas y pido paciencia”
Francisco abraza al cardenal Salazar
El cardenal Salazar al Papa: Su visita es “una luz que nos trae el amor misericordioso del Padre”
El papa Francisco se reunió con los obispos de Colombia este jueves por la tarde en el Palacio Arzobispal de Bogotá, a quienes dirigió unas palabras muy articuladas sobre los desafíos que deben enfrentar.
El cardenal Mons. Rubén Salazar, tras señalar el problema de la secularización en el país, señaló que su patria está luchando “para dejar atrás una historia de violencia”, si bien reconoció que esto ha causado una negativa “polarización política”. Y afirmó que la visita del Papa es “una luz que nos trae el amor misericordioso del Padre” agradeciéndole su visita.
Por su parte, el presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana, Mons. Oscar Urbino Ortega, señaló el deseo de una Iglesia en salida, y si bien reconoció que no todos podrán verlo durante el viaje, “cada discurso será dirigido a cada uno de quien hacen parte de esta nación”.
“Vengo para anunciar a Cristo y para cumplir en su nombre un itinerario de paz y reconciliación”, indicó el Santo Padre, y que “como peregrino me dirijo a su Iglesia”. Y añadió: “Soy vuestro hermano, deseoso de compartir a Cristo resucitado, para Quien ningún muro es eterno, ningún miedo es indestructible, ninguna llaga incurable”.
El Papa pidió que sus palabras sean interpretadas en continuidad con lo que enseñaron en sus viajes a Colombia el beato Pablo VI y san Juan Pablo II, porque “sus palabras no son anticuadas”.
“Dar el primer paso” es el lema de mi visita, recordó, señalando que “Dios es el Señor del primer paso, Él siempre nos primerea”. Y su primer paso se llama Jesús y es irreversible. Libertad de poder cumplir ese primer paso. Les pidió también “Ser sacramentos vivientes de esa libertad divina que no tiene miedo de salir de si misma por amor”.
Francisco invitó a los obispos: “No se ilusionen con sus virtudes o los halagos de los poderosos de turno” y “mendiguen en la oración cuando no puedan dar o darse”, para que puedan ofrecer algo “a quienes se acercan a sus corazones de pastores”.
Asimismo, el Papa les exhortó: “Luchen con Dios, más aún en la noche de su ausencia”, así como a “acercarnos a Jesús dejando atrás lo que fuimos”, para que seamos, siendo “dóciles al Espíritu Santo”.
El Papa invitó a los prelados a no medirse “con el metro con aquellos que quisieran que sean una casta de funcionarios”, y a tener un “diálogo sincero”. Calificó además de “peste” las “agendas encubiertas”.
Citó también una frase del colombiano Nobel de la Literatura, Gabriel García Marquez: “No imaginaba que fuese más fácil comenzar una guerra que terminarla”.
Otra de las invitaciones del Pontífice fue: “Preserven las raíces afro colombianas de su gente”, también la superación de las desigualdades. A no aceptar la corrupción, y les pidió la “consolidación de la res pública” que pide la “superación de la miseria y la desigualdad”.
El sucesor de Pedro recordó que “la paz exige de todos los hombres un coraje moral diverso” sabiendo “que se puede hacer de otra manera” por otros caminos, superando y evitando los mismos errores.
El Papa les confió: “Siento como un deber darles ánimo”, precisando que “ustedes no son técnicos ni políticos, sino pastores” que deben hablar más que en los periódicos, en el corazón de las personas.
Francisco indicó también que no sirven “las alianzas con una parte u otra”, sino la libertad de hablar con unos y otros. Y señaló que Colombia tiene “el derecho a ser interpelada por la verdad de Dios que repite: ¿Donde está tu hermano?”, a rechazar la equivocada consciencia de que el fin justifica los medios y ponerle rostro a las estadísticas.
Otro de los puntos fue “una Iglesia en misión”, recordando a la familia y la vida, los jóvenes, las vocaciones, los laicos, la formación. También a la defensa de la vida desde su concepción, sin olvidar llagas como el alcoholismo y la fragilidad del vínculo matrimonial, a los jóvenes que caen en la droga y la tentación subversiva.
“No traigo recetas ni una lista de tareas. Pero conserven la serenidad”, dijo, con “la paciencia del Señor del campo con la cizaña”. Les invitó también: “No tengan miedo de alzar serenamente la voz” para denunciar las miserias de “una sociedad que se deja seducir al narcotráfico”.
El Pontífice alertó a los obispos sobre el peligro de “una doble vida” o sobre “la ilusión miope de una carrera” y afirmó que los sacerdotes tienen que saber que en los obispos tienen un padre.
El Santo Padre concluyó invitándolos a no olvidarse de la Amazonia y del respeto a la vida y la naturaleza que sus habitantes tienen.
El Santo Padre recibe al CELAM
Papa en Bogotá con el Celam
(Foto Osservatore © Romano)
El Consejo Episcopal Latinoamericano reúne a obispos de 22 países
El santo padre Francisco tuvo un encuentro este jueves por la tarde, después de almuerzo, en la Nunciatura Apostólica de Bogotá, con los miembros del comité directivo del CELAM, (Consejo Episcopal Latinoamericano) que reúne a los obispos de las 22 Conferencias episcopales de América Latina y tres del Caribe).
Estaban presentes 62 miembros del Comité: 5 de la presidencia, 35 obispos de las comisiones y 22 secretarios generales de las Conferencias episcopales.
Después del saludo del presidente del CELAM, el cardenal Rubén Salazar Gómez, el Papa pronunció el discurso que proponemos a continuación.
«Queridos hermanos, gracias por este encuentro y por las cálidas palabras de bienvenida del Presidente de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano.
De no haber sido por las exigencias de la agenda, hubiera querido encontrarlos en la sede del CELAM. Les agradezco la delicadeza de estar aquí en este momento. Agradezco el esfuerzo que hacen para transformar esta Conferencia Episcopal continental en una casa al servicio de la comunión y de la misión de la Iglesia en América Latina; en un centro propulsor de la conciencia discipular y misionera; en una referencia vital para la comprensión y la profundización de la catolicidad latinoamericana, delineada gradualmente por este organismo de comunión durante décadas de servicio.
Y hago propicia la ocasión para animar los recientes esfuerzos con el fin de expresar esta solicitud colegial mediante el Fondo de Solidaridad de la Iglesia Latinoamericana. Hace cuatro años, en Río de Janeiro, tuve ocasión de hablarles sobre la herencia pastoral de Aparecida, último acontecimiento sinodal de la Iglesia Latinoamericana y del Caribe. En aquel momento subrayaba la permanente necesidad de aprender de su método, sustancialmente compuesto por la participación de las Iglesias locales y en sintonía con los peregrinos que caminan en busca del rostro humilde de Dios que quiso manifestarse en la Virgen pescada en las aguas, y que se prolonga en la misión continental que quiere ser, no la suma de iniciativas programáticas que llenan agendas y también desperdician energías preciosas, sino el esfuerzo para poner la misión de Jesús en el corazón de la misma Iglesia, transformándola en criterio para medir la eficacia de las estructuras, los resultados de su trabajo, la fecundidad de sus ministros y la alegría que ellos son capaces de suscitar. Porque sin alegría no se atrae a nadie.
Me detuve entonces en las tentaciones, todavía presentes, de la ideologización del mensaje evangélico, del funcionalismo eclesial y del clericalismo, porque está siempre en juego la salvación que nos trae Cristo. Esta debe llegar con fuerza al corazón del hombre para interpelar su libertad, invitándolo a un éxodo permanente desde la propia autorreferencialidad hacia la comunión con Dios y con los demás hermanos. Dios, al hablar en Jesús al hombre, no lo hace con un vago reclamo como a un forastero, ni con una convocación impersonal como lo haría un notario, ni con una declaración de preceptos a cumplir como lo hace cualquier funcionario de lo sacro.
Dios habla con la inconfundible voz del Padre al hijo, y respeta su misterio porque lo ha formado con sus mismas manos y lo ha destinado a la plenitud. Nuestro mayor desafío como Iglesia es hablar al hombre como portavoz de esta intimidad de Dios, que lo considera hijo, aun cuando reniegue de esa paternidad, porque para Él somos siempre hijos reencontrados. No se puede, por tanto, reducir el Evangelio a un programa al servicio de un gnosticismo de moda, a un proyecto de ascenso social o a una concepción de la Iglesia como una burocracia que se autobeneficia, como tampoco esta se puede reducir a una organización dirigida, con modernos criterios empresariales, por una casta clerical. La Iglesia es la comunidad de los discípulos de Jesús; la Iglesia es Misterio (cf. Lumen Gentium, 5) y Pueblo (cf. ibíd., 9), o mejor aún: en ella se realiza el Misterio a través del Pueblo de Dios.
Por eso insistí sobre el discipulado misionero como un llamado divino para este hoy tenso y complejo, un permanente salir con Jesús para conocer cómo y dónde vive el Maestro. Y mientras salimos en su compañía conocemos la voluntad del Padre, que siempre nos espera. Sólo una Iglesia Esposa, Madre, Sierva, que ha renunciado a la pretensión de controlar aquello que no es su obra sino la de Dios, puede permanecer con Jesús aun cuando su nido y su resguardo es la cruz. Cercanía y encuentro son los instrumentos de Dios que, en Cristo, se ha acercado y nos ha encontrado siempre. El misterio de la Iglesia es realizarse como sacramento de esta divina cercanía y como lugar permanente de este encuentro. De ahí la necesidad de la cercanía del obispo a Dios, porque en Él se halla la fuente de la libertad y de la fuerza del corazón del pastor, así como de la cercanía al Pueblo Santo que le ha sido confiado. En esta cercanía el alma del apóstol aprende a hacer tangible la pasión de Dios por sus hijos. Aparecida es un tesoro cuyo descubrimiento todavía está incompleto.
Estoy seguro de que cada uno de ustedes descubre cuánto se ha enraizado su riqueza en las Iglesias que llevan en el corazón. Como los primeros discípulos enviados por Jesús en plan misionero, también nosotros podemos contar con entusiasmo todo cuanto hemos hecho (cf. Mc 6,30). Sin embargo, es necesario estar atentos. Las realidades indispensables de la vida humana y de la Iglesia no son nunca un monumento sino un patrimonio vivo. Resulta mucho más cómodo transformarlas en recuerdos de los cuales se celebran los aniversarios: ¡50 años de Medellín, 20 de Ecclesia in America, 10 de Aparecida! En cambio, es otra cosa: custodiar y hacer fluir la riqueza de tal patrimonio (pater – munus) constituyen el munus de nuestra paternidad episcopal hacia la Iglesia de nuestro continente. Bien saben que la renovada conciencia, de que al inicio de todo está siempre el encuentro con Cristo vivo, requiere que los discípulos cultiven la familiaridad con Él; de lo contrario el rostro del Señor se opaca, la misión pierde fuerza, la conversión pastoral retrocede.
Orar y cultivar el trato con Él es, por tanto, la actividad más improrrogable de nuestra misión pastoral. A sus discípulos, entusiastas de la misión cumplida, Jesús les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar deshabitado» (Mc 6,31). Nosotros necesitamos más todavía este estar a solas con el Señor para reencontrar el corazón de la misión de la Iglesia en América Latina en sus actuales circunstancias. ¡Hay tanta dispersión interior y también exterior! Los múltiples acontecimientos, la fragmentación de la realidad, la instantaneidad y la velocidad del presente, podrían hacernos caer en la dispersión y en el vacío. Reencontrar la unidad es un imperativo. ¿Dónde está la unidad? Siempre en Jesús. Lo que hace permanente la misión no es el entusiasmo que inflama el corazón generoso del misionero, aunque siempre es necesario; más bien es la compañía de Jesús mediante su Espíritu. Si no salimos con Él en la misión pronto perderíamos el camino, arriesgándonos a confundir nuestras necesidades vacuas con su causa. Si la razón de nuestro salir no es Él será fácil desanimarse en medio de la fatiga del camino, o frente a la resistencia de los destinatarios de la misión, o ante los cambiantes escenarios de las circunstancias que marcan la historia, o por el cansancio de los pies debido al insidioso desgaste causado por el enemigo.
No forma parte de la misión ceder al desánimo cuando, quizás, habiendo pasado el entusiasmo de los inicios, llega el momento en el que tocar la carne de Cristo se vuelve muy duro. En una situación como esta, Jesús no alienta nuestros miedos. Y como bien sabemos que a ningún otro podemos ir, porque sólo Él tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68), es necesario en consecuencia, profundizar nuestra elección. ¿Qué significa concretamente salir con Jesús en misión hoy en América Latina? El adverbio «concretamente» no es un detalle de estilo literario, más bien pertenece al núcleo de la pregunta. El Evangelio es siempre concreto, jamás un ejercicio de estériles especulaciones. Conocemos bien la recurrente tentación de perderse en el bizantinismo de los doctores de la ley, de preguntarse hasta qué punto se puede llegar sin perder el control del propio territorio demarcado o del presunto poder que los límites prometen. Mucho se ha hablado sobre la Iglesia en estado permanente de misión. Salir con Jesús es la condición para tal realidad.
El Evangelio habla de Jesús que, habiendo salido del Padre, recorre con los suyos los campos y los poblados de Galilea. No se trata de un recorrido inútil del Señor. Mientras camina, encuentra; cuando encuentra, se acerca; cuando se acerca, habla; cuando habla, toca con su poder; cuando toca, cura y salva. Llevar al Padre a cuantos encuentra es la meta de su permanente salir, sobre el cual debemos reflexionar continuamente. La Iglesia debe reapropiarse de los verbos que el Verbo de Dios conjuga en su divina misión. Salir para encontrar, sin pasar de largo; reclinarse sin desidia; tocar sin miedo. Se trata de que se metan día a día en el trabajo de campo, allí donde vive el Pueblo de Dios que les ha sido confiado. No nos es lícito dejarnos paralizar por el aire acondicionado de las oficinas, por las estadísticas y las estrategias abstractas. Es necesario dirigirse al hombre en su situación concreta; de él no podemos apartar la mirada. La misión se realiza en un cuerpo a cuerpo. Una Iglesia capaz de ser sacramento de unidad ¡Se ve tanta dispersión en nuestro entorno! Y no me refiero solamente a la de la rica diversidad que siempre ha caracterizado el continente, sino a las dinámicas de disgregación. Hay que estar atentos para no dejarse atrapar en estas trampas.
La Iglesia no está en América Latina como si tuviera las maletas en la mano, lista para partir después de haberla saqueado, como han hecho tantos a lo largo del tiempo. Quienes obran así miran con sentido de superioridad y desprecio su rostro mestizo; pretenden colonizar su alma con las mismas fallidas y recicladas fórmulas sobre la visión del hombre y de la vida, repiten iguales recetas matando al paciente mientras enriquecen a los médicos que los mandan; ignoran las razones profundas que habitan en el corazón de su pueblo y que lo hacen fuerte exactamente en sus sueños, en sus mitos, a pesar de los numerosos desencantos y fracasos; manipulan políticamente y traicionan sus esperanzas, dejando detrás de sí tierra quemada y el terreno pronto para el eterno retorno de lo mismo, aun cuando se vuelva a presentar con vestido nuevo. Hombres y utopías fuertes han prometido soluciones mágicas, respuestas instantáneas, efectos inmediatos.
La Iglesia, sin pretensiones humanas, respetuosa del rostro multiforme del continente, que considera no una desventaja sino una perenne riqueza, debe continuar prestando el humilde servicio al verdadero bien del hombre latinoamericano. Debe trabajar sin cansarse para construir puentes, abatir muros, integrar la diversidad, promover la cultura del encuentro y del diálogo, educar al perdón y a la reconciliación, al sentido de justicia, al rechazo de la violencia y al coraje de la paz. Ninguna construcción duradera en América Latina puede prescindir de este fundamento invisible pero esencial. La Iglesia conoce como pocos aquella unidad sapiencial que precede cualquier realidad en América Latina. Convive cotidianamente con aquella reserva moral sobre la que se apoya el edificio existencial del continente. Estoy seguro de que mientras estoy hablando de esto ustedes podrían darle nombre a esta realidad. Con ella debemos dialogar continuamente. No podemos perder el contacto con este sustrato moral, con este humus vital que reside en el corazón de nuestra gente, en el que se percibe la mezcla casi indistinta, pero al mismo tiempo elocuente, de su rostro mestizo: no únicamente indígena, ni hispánico, ni lusitano, ni afroamericano, sino mestizo, ¡latinoamericano! Guadalupe y Aparecida son manifestaciones programáticas de esta creatividad divina. Bien sabemos que esto está en la base sobre la que se apoya la religiosidad popular de nuestro pueblo; es parte de su singularidad antropológica; es un don con el que Dios se ha querido dar a conocer a nuestra gente.
Las páginas más luminosas de la historia de nuestra Iglesia han sido escritas precisamente cuando se ha sabido nutrir de esta riqueza, hablar a este corazón recóndito que palpita custodiando, como una pequeña luz encendida bajo las aparentes cenizas, el sentido de Dios y de su trascendencia, la sacralidad de la vida, el respeto por la creación, los lazos de solidaridad, la alegría de vivir, la capacidad de ser feliz sin condiciones. Para hablar a esta alma que es profunda, para hablar a la Latinoamérica profunda, la Iglesia debe aprender continuamente de Jesús. Dice el Evangelio que hablaba sólo en parábolas (cf. Mc 4,34). Imágenes que involucran y hacen partícipes, que transforman a los oyentes de su Palabra en personajes de sus divinos relatos. El santo Pueblo fiel de Dios en América Latina no comprende otro lenguaje sobre Él. Estamos invitados a salir en misión no con conceptos fríos que se contentan con lo posible, sino con imágenes que continuamente multiplican y despliegan sus fuerzas en el corazón del hombre, transformándolo en grano sembrado en tierra buena, en levadura que incrementa su capacidad de hacer pan de la masa, en semilla que esconde la potencia del árbol fecundo.
Una Iglesia capaz de ser sacramento de esperanza Muchos se lamentan de cierto déficit de esperanza en la América Latina actual. A nosotros no nos está consentida la «quejumbrosidad», porque la esperanza que tenemos viene de lo alto. Además, bien sabemos que el corazón latinoamericano ha sido amaestrado por la esperanza. Como decía un cantautor brasileño «a esperança è equilibrista; dança na corda bamba de sombrinha» (João Bosco, O Bêbado e a Equilibrista). Cuando se piensa que se ha acabado, hela aquí nuevamente donde menos se la esperaba. Nuestro pueblo ha aprendido que ninguna desilusión es suficiente para doblegarlo. Sigue al Cristo flagelado y manso, sabe desensillar hasta que aclare y permanece en la esperanza de su victoria, porque —en el fondo— tiene conciencia de que no pertenece totalmente a este mundo. Es indudable que la Iglesia en estas tierras es particularmente un sacramento de esperanza, pero es necesario vigilar sobre la concretización de esta esperanza. Tanto más trascendente cuanto más debe transformar el rostro inmanente de aquellos que la poseen. Les ruego que vigilen sobre la concretización de la esperanza y consiéntanme recordarles algunos de sus rostros ya visibles en esta Iglesia latinoamericana.
La esperanza en América Latina tiene un rostro joven Se habla con frecuencia de los jóvenes —se declaman estadísticas sobre el continente del futuro—, algunos ofrecen noticias sobre su presunta decadencia y sobre cuánto estén adormilados, otros aprovechan de su potencial para consumir, no pocos les proponen el rol de peones del tráfico y de la violencia. No se dejen capturar por tales caricaturas sobre sus jóvenes. Mírenlos a los ojos y busquen en ellos el coraje de la esperanza. No es verdad que estén listos para repetir el pasado. Ábranles espacios concretos en las Iglesias particulares que les han sido confiadas, inviertan tiempo y recursos en su formación.
Propongan programas educativos incisivos y objetivos pidiéndoles, como los padres le piden a los hijos, el resultado de sus potencialidades y educando su corazón en la alegría de la profundidad, no de la superficialidad. No se conformen con retóricas u opciones escritas en los planes pastorales jamás puestos en práctica. He escogido precisamente Panamá, el istmo de este continente, para la Jornada Mundial de la Juventud 2019 que será celebrada siguiendo el ejemplo de la Virgen que proclama: «He aquí la sierva» y «se cumpla en mí» (Lc 1,38). Estoy seguro de que en todos los jóvenes se esconde un istmo, en el corazón de todos nuestros chicos hay un pequeño y alargado pedazo de terreno que se puede recorrer para conducirlos hacia un futuro que sólo Dios conoce y a Él le pertenece.
Toca a nosotros presentarles grandes propuestas para despertar en ellos el coraje de arriesgarse junto a Dios y de hacerlos, como la Virgen, disponibles. La esperanza en América Latina tiene un rostro femenino No es necesario que me alargue para hablar del rol de la mujer en nuestro continente y en nuestra Iglesia. De sus labios hemos aprendido la fe; casi con la leche de sus senos hemos adquirido los rasgos de nuestra alma mestiza y la inmunidad frente a cualquier desesperación. Pienso en las madres indígenas o morenas, pienso en las mujeres de la ciudad con su triple turno de trabajo, pienso en las abuelas catequistas, pienso en las consagradas y en las tan discretas artesanas del bien. Sin las mujeres la Iglesia del continente perdería la fuerza de renacer continuamente. Son las mujeres que, con meticulosa paciencia, encienden y reencienden la llama de la fe. Es un serio deber comprender, respetar, valorizar, promover la fuerza eclesial y social de cuanto realizan. Acompañaron a Jesús misionero; no se retiraron del pie de la cruz; en soledad esperaron que la noche de la muerte devolviese al Señor de la vida; inundaron el mundo con su presencia resucitada. Si queremos una nueva y vivaz etapa de la fe en este continente, no la obtendremos sin las mujeres. Por favor, no pueden ser reducidas a siervas de nuestro recalcitrante clericalismo; ellas son, en cambio, protagonistas en la Iglesia latinoamericana; en su salir con Jesús; en su perseverar, aun en el sufrimiento de su Pueblo; en su aferrarse a la esperanza que vence a la muerte; en su alegre modo de anunciar al mundo que Cristo está vivo, y ha resucitado. La esperanza en América Latina pasa a través del corazón, la mente y los brazos de los laicos
Quisiera reiterar lo que recientemente he dicho a la Pontificia Comisión para América Latina. Es un imperativo superar el clericalismo que infantiliza a los Christifideles laicos y empobrece la identidad de los ministros ordenados. Si bien se invirtió mucho esfuerzo y algunos pasos han sido dados, los grandes desafíos del continente permanecen sobre la mesa y continúan esperando la concretización serena, responsable, competente, visionaria, articulada, consciente, de un laicado cristiano que, como creyente, esté dispuesto a contribuir en los procesos de un auténtico desarrollo humano, en la consolidación de la democracia política y social, en la superación estructural de la pobreza endémica, en la construcción de una prosperidad inclusiva fundada en reformas duraderas y capaces de preservar el bien social, en la superación de la desigualdad y la custodia de la estabilidad, en la delineación de modelos de desarrollo económico sostenibles que respeten la naturaleza y el verdadero futuro del hombre, que no se resuelve con el consumismo desmesurado, así como también en el rechazo de la violencia y la defensa de la paz.
Y algo más: en este sentido, la esperanza debe siempre mirar al mundo con los ojos de los pobres y desde la situación de los pobres. Ella es pobre como el grano de trigo que muere (cf. Jn 12,24), pero tiene la fuerza de diseminar los planes de Dios. La riqueza autosuficiente con frecuencia priva a la mente humana de la capacidad de ver, sea la realidad del desierto sea los oasis ahí escondidos. Propone respuestas de manual y repite certezas de talkshows; balbucea la proyección de sí misma, vacía, sin acercarse mínimamente a la realidad. Estoy seguro de que en este difícil y confuso pero provisorio momento que vivimos, las soluciones para los problemas complejos que nos desafían nacen de la sencillez cristiana que se esconde a los poderosos y se muestra a los humildes: la limpieza de la fe en el Resucitado, el calor de la comunión con Él, la fraternidad, la generosidad y la solidaridad concreta que también brota de la amistad con Él.
Y todo esto lo quisiera resumir en una frase que les dejo como síntesis y recuerdo de este encuentro: Si queremos servir desde el CELAM, a nuestra América Latina, lo tenemos que hacer con pasión. Hoy hace falta pasión. Poner el corazón en todo lo que hagamos, pasión de joven enamorado y de anciano sabio, pasión que transforma las ideas en utopías viables, pasión en el trabajo de nuestras manos, pasión que nos convierte en continuos peregrinos en nuestras Iglesias como —permítanme recordarlo— santo Toribio de Mogrovejo, que no se instaló en su sede: de 24 años de episcopado, 18 los pasó entre los pueblos de su diócesis. Hermanos, por favor, les pido pasión, pasión evangelizadora. A ustedes, hermanos obispos del CELAM, a las Iglesias locales que representan y al entero pueblo de América Latina y del Caribe, los confío a la protección de la Virgen, invocada con los nombres de Guadalupe y Aparecida, con la serena certeza de que Dios, que ha hablado a este continente con el rostro mestizo y moreno de su Madre, no dejará de hacer resplandecer su benigna luz en la vida de todos.
Misa del Papa en Bogotá: “Jesús nos invita a ir mar adentro”
Varios cientos de miles de personas en el Parque Simón Bolivar
La primera misa del papa Francisco durante su viaje apostólico en Colombia fue este jueves, en el Parque Simón Bolívar de Bogotá donde le esperaban varios cientos de miles de personas.
El Santo Padre pasó saludando entre los fieles en el papamóvil, y ente ellos a un grupo de personas con discapacidad que habían participado antes a un encuentro en defensa de la vida. Presente el presidente Juan Manuel Santos y su familia.
Una eucaristía en español pidiendo por la paz y la justicia, presidida por el Papa que vestía como los celebrantes paramentos blancos. La misa se celebró en la estructura llamada El Templete, construida en 1986 con motivo de la eucaristía que celebró entonces san Juan Pablo II.
Después de la lectura del evangelio el Santo Padre hizo la siguiente homilía.
«El Evangelista recuerda que el llamado de los primeros discípulos fue a orillas del lago de Genesaret, allí donde la gente se aglutinaba para escuchar una voz capaz de orientarles e iluminarles; y también es el lugar donde los pescadores cierran sus fatigosas jornadas, en las que buscan el sustento para llevar una vida sin penurias, digna y feliz. Es la única vez en todo el Evangelio de Lucas en que Jesús predica junto al llamado mar de Galilea. En el mar abierto se confunden la esperada fecundidad del trabajo con la frustración por la inutilidad de los esfuerzos vanos. Según una antigua lectura cristiana, el mar también representa la inmensidad donde conviven todos los pueblos. Finalmente, por su agitación y oscuridad, evoca todo aquello que amenaza la existencia humana y que tiene el poder de destruirla. Nosotros usamos expresiones similares para definir multitudes: una marea humana, un mar de gente.
Ese día, Jesús tiene detrás de sí, el mar y frente a Él, una multitud que lo ha seguido porque sabe de su conmoción ante el dolor humano… y de sus palabras justas, profundas, certeras. Todos ellos vienen a escucharlo, la Palabra de Jesús tiene algo especial que no deja indiferente a nadie; su Palabra tiene poder para convertir corazones, cambiar planes y proyectos. Es una Palabra probada en la acción, no es una conclusión de escritorio, de acuerdos fríos y alejados del dolor de la gente, por eso es una Palabra que sirve tanto para la seguridad de la orilla como para la fragilidad del mar.
Esta querida ciudad, Bogotá, y este hermoso País, Colombia, tienen mucho de estos escenarios humanos presentados por el Evangelio. Aquí se encuentran multitudes anhelantes de una palabra de vida, que ilumine con su luz todos los esfuerzos y muestre el sentido y la belleza de la existencia humana. Estas multitudes de hombres y mujeres, niños y ancianos habitan una tierra de inimaginable fecundidad, que podría dar frutos para todos.
Pero también aquí, como en otras partes, hay densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida: las tinieblas de la injusticia y de la inequidad social; las tinieblas corruptoras de los intereses personales o grupales, que consumen de manera egoísta y desaforada lo que está destinado para el bienestar de todos; las tinieblas del irrespeto por la vida humana que siega a diario la existencia de tantos inocentes, cuya sangre clama al cielo; las tinieblas de la sed de venganza y del odio que mancha con sangre humana las manos de quienes se toman la justicia por su cuenta; las tinieblas de quienes se vuelven insensibles ante el dolor de tantas víctimas. A todas esas tinieblas Jesús las disipa y destruye con su mandato en la barca de Pedro: «Navega mar adentro» (Lc 5,4).
Nosotros podemos enredarnos en discusiones interminables, sumar intentos fallidos y hacer un elenco de esfuerzos que han terminado en nada; igual que Pedro, sabemos qué significa la experiencia de trabajar sin ningún resultado. Esta Nación también sabe de ello, cuando por un período de 6 años, allá al comienzo, tuvo 16 presidentes y pagó caro sus divisiones («la patria boba»); también la Iglesia en Colombia sabe de trabajos pastorales vanos e infructuosos, pero como Pedro, también somos capaces de confiar en el Maestro, cuya palabra suscita fecundidad incluso allí donde la inhospitalidad de las tinieblas humanas hace infructuosos tantos esfuerzos y fatigas.
Pedro es el hombre que acoge decidido la invitación de Jesús, que lo deja todo y lo sigue, para transformarse en nuevo pescador, cuya misión consiste en llevar a sus hermanos al Reino de Dios, donde la vida se hace plena y feliz. Pero el mandato de echar las redes no está dirigido sólo a Simón Pedro; a él le ha tocado navegar mar adentro, como aquellos en vuestra patria que han visto primero lo que más urge, aquellos que han tomado iniciativas de paz, de vida. Echar las redes entraña responsabilidad.
En Bogotá y en Colombia peregrina una inmensa comunidad, que está llamada a convertirse en una red vigorosa que congregue a todos en la unidad, trabajando en la defensa y en el cuidado de la vida humana, particularmente cuando es más frágil y vulnerable: en el seno materno, en la infancia, en la vejez, en las condiciones de discapacidad y en las situaciones de marginación social. También multitudes que viven en Bogotá y en Colombia pueden llegar a ser verdaderas comunidades vivas, justas y fraternas si escuchan y acogen la Palabra de Dios.
En estas multitudes evangelizadas surgirán muchos hombres y mujeres convertidos en discípulos que, con un corazón verdaderamente libre, sigan a Jesús; hombres y mujeres capaces de amar la vida en todas sus etapas, de respetarla, de promoverla. Hace falta llamarnos unos a otros, hacernos señas, como los pescadores, volver a considerarnos hermanos, compañeros de camino, socios de esta empresa común que es la patria. Bogotá y Colombia son, al mismo tiempo, orilla, lago, mar abierto, ciudad por donde Jesús ha transitado y transita, para ofrecer su presencia y su palabra fecunda, para sacar de las tinieblas y llevarnos a la luz y la vida. Llamar a otros, a todos, para que nadie quede al arbitrio de las tempestades; subir a la barca a todas las familias, santuario de vida; hacer lugar al bien común por encima de los intereses mezquinos o particulares, cargar a los más frágiles promoviendo sus derechos.
Pedro experimenta su pequeñez, lo inmenso de la Palabra y el accionar de Jesús; Pedro sabe de sus fragilidades, de sus idas y venidas, como lo sabemos nosotros, como lo sabe la historia de violencia y división de vuestro pueblo que no siempre nos ha encontrado compartiendo barca, tempestad, infortunios. Pero al igual que a Simón, Jesús nos invita a ir mar adentro, nos impulsa al riesgo compartido, a dejar nuestros egoísmos y a seguirlo. A perder miedos que no vienen de Dios, que nos inmovilizan y retardan la urgencia de ser constructores de la paz, promotores de la vida».
Francisco en la Nunciatura: ‘La vulnerabilidad sea respetada y reconocida como humana’
El Santo Padre observa los bailes folclóricos realizados en su honor
(Osservatore © Romano)
Le aguardaban los fieles de diversas instituciones. El Pontífice pasa allí la segunda noche
Después de la Santa Misa celebrada en el parque Simón Bolivar, con la participación de varios cientos de miles de personas, el santo padre Francisco se dirigió este jueves en automóvil a la Nunciatura Apostólica en Bogotá, distante unos seis kilómetros en los cuales se encontraban miles de personas para saludarlo y verlo pasar.
A la entrada de la nunciatura le aguardaban fieles de diversas instituciones que le saludaron con bailes, cantos y algunas palabras.
“Buenas tardes y gracias, gracias por las cosas lindas, gracias por el baile, gracias por el canto, gracias por estar aquí todos. Muchas gracias”, les dijo el Papa. Le pidió también a una niña que relea una frase que había dicho sobre la vulnerabilidad y dijo:
“Queremos un mundo en el que la vulnerabilidad sea reconocida como esencial en lo humano. Que lejos de debilitarnos nos fortalece y dignifica. Un lugar de encuentro común que nos humaniza”, porque “todos somos vulnerables, todos. Adentro en los sentimientos, tantas cosas que ya no funcionan adentro, pero nadie las ve. Y otras las ven, todos. Y necesitamos que esa vulnerabilidad sea respetada, acariciada, curada en la medida de lo posible, y que dé frutos para los demás”.
¿Quién es la única persona que no es vulnerable?, preguntó el Pontífice, a lo que uno de los presentes respondió: ‘Dios’. “En la esencia de lo humano esa necesidad de ser sostenido por Dios”. Por eso “no se debe, no se puede descartar a nadie, ¿está claro? Porque cada uno de nosotros es un tesoro, que se ofrece a Dios, para que Dios lo haga crecer según su manera”.
Después de rezar junto a los presentes un Ave María, les impartió la bendición. “Y no se olviden de rezar por mi porque yo soy muy vulnerable”, concluyó.
En la nunciatura el Papa cenó en privado y pernoctó esta segunda noche del viaje apostólico en Colombia.
Las asociaciones que estaban presentes eran:
Corporación Colombiana Transiciones Crecer, una organización de familias con jóvenes, entre los 18 y 25 años de edad, con discapacidad intelectual creada en el 2009.
La Fundación Fundmir, de la Congregación Misioneros de la Divina Redención. Una congregación de Derecho Pontificio, nacida en Italia en la Provincia de Nápoles, por el siervo de Dios, padre Arturo D’Onofrio (1914 – 2006), quien, en el año 1943, ante la barbarie de la II Guerra Mundial, en la casa paterna acogió a los niños huérfanos de la guerra. Una vez iniciada la obra, crecieron rápidamente las casas y aumentó el número de asistidos.
La Fundación para la Investigación y el Desarrollo de la Educación Especial (Fides). Una entidad privada, sin ánimo de lucro, creada en 1975 con el objeto de ayudar a las personas en condición de discapacidad cognitiva. Colombia beneficia en forma directa a mas de 100.000 personas con esta condición.
ASPAEN, entidad sin ánimo de lucro, que dirige instituciones educativas promovidas por padres de familia, destinadas a secundarlos en su misión de ser los primeros educadores de sus hijos pertenecientes a variados estratos sociales con la asesoría espiritual de la Prelatura del Opus Dei.
Enfrente de la Nunciatura asistieron también niñas del Colegio Integral Femenino (Soacha), Gimnasio Tundama (Barrio La Estrada) y Gimnasio Iragua. Y niños del Gimnasio Los Cerros. Los dos primeros colegios están dirigidos fundamentalmente a personas con menos recursos económicos.
Niños que este año se están preparando para hacer la Primera Comunión o la han hecho, pertenecientes a distintas parroquias, que cuentan con varios catequistas.
Grupos de ancianos Un grupo vive en el hogar gerontológico de la Fundación Voluntariado “Juan Pablo II”, ubicado en el barrio Santa Sofía (localidad de Barrios Unidos).
Retiros de Emaús, que se fundaron hace más de 30 años en Miami. Un equipo de mujeres, con la supervisión del obispo de la diócesis y el rector de la parroquia, iniciaron esta andadura que se ha convertido en una realidad en la mayoría de los países de América Latina.
El coro que amenizó la llegada del Santo Padre fue dirigido por Ana Milena Serrano, está integrado por 50 universitarias y bachilleres, que estudian en las universidades de los Andes, Javeriana, Sabana, Rosario, y en los colegios Tundama e Iragua. Este coro estará acompañado instrumentalmente por el grupo “Voz por vos”, integrado por seis jóvenes invidentes. La canción fue “Amo esta tierra”, del compositor Leonardo Laverde.
Además participaron 10 personas sordomudas que hicieron transmitieron con su lenguaje de manos el mensaje.
El Papa a los militares colombianos: Gracias por “arriesgar para lograr paz”
Encuentro con los militares y policías
(© L´Osservatore Romano)
Esta mañana, en la base aérea de CATAMA, en Bogotá
El Papa ha salido a las 7:20 horas esta mañana de la Nunciatura apostólica de Bogotá para dirigirse a la base aérea militar de CATAM en la Capital, donde ha saludado a 400 veteranos de guerra, militares, policías, personal de defensa y al obispo castrense del Ordinariato Militar, Mons. Fabio Suescun Mutis, junto a los capellanes castrenses.
Mons. Fabio Suescun, ha saludado al Papa y le ha presentado a los allí presentes: “Estos hombres y mujeres que creen en Jesús y aman a la Virgen, con espíritu cristiano han entregado sus vidas y sacrificado aún su integridad personal para garantizar la seguridad y el libre ordenamiento democrático de nuestra patria”, dijo.
El papa Francisco ha agradecido a los soldados y policías de Colombia “lo que han hecho y lo que hacen por la paz”, “es lo que hizo Jesús, puso en juego su vida y la entregó”. El Santo Padre ha agradecido también “todo lo que hacen, lo que han hecho y lo que seguirán haciendo” durante su visita.
El Papa les ha dicho a los soldados que esto los hermana más a Jesús y se lo ha agradecido de todo corazón.
“Gracias y ojalá que puedan ver consolidada la paz en este país, que se lo merece”, ha concluido el Papa. Y a continuación, les ha invitado a rezar todos juntos en silencio “por todos los caídos y por todos los que quedaron heridos, algunos están aquí entre nosotros”, ha indicado el Papa.
Tras rezar unos minutos en silencio y el Ave María en conjunto con el Papa, los soldados y policías con sus familias se han acercado a saludar al Santo Padre, también los han hecho el ministro de Defensa, los comandantes de las distintas fuerzas y los capellanes castrenses.
Desde la base aérea militar de CATAM, el Papa ha partido a las 8:30 horas hacia Villavicencio, donde beatificará a dos víctimas del conflicto: Mons. Jaramillo y del padre Pedro Ramírez Ramos.
Rosa Die Alcolea
En Villavicencio: “¡Francisco, hermano, ya eres colombiano!”
Niños vestidos con trajes folclóricos reciben al Papa en Villavicencio
(© L´Osservatore Romano)
En el trayecto miles le saludan a su paso
El Papa llegó este viernes procedente desde Bogotá a la Base Militar Luis Gómez Niño Apiai, después de casi una hora de vuelo, donde le esperaba el arzobispo de Villavicencio, Mons. Oscar Urbina Ortega, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia.
En una mañana nublada y con algunas lluvias, allí el alcalde de la ciudad y la gobernadora de la región Meta, le entregaron las llaves de la ciudad. El Papa saludó también a las autoridades militares y policiales acompañados por sus consortes.
En la base pudo ver el cariño con que algunos grupos folclóricos bailaron en su honor danzas tradicionales colombianas. También saludó a algunos niños que llevaban vestidos típicos de esta zona de llanuras y que entonaban: “¡Francisco, hermano, ya eres colombiano!”.
Desde el aeropuerto hasta el campo CATAMA, situado a casi 10 kilómetros, en las afueras de la ciudad de Villavicencio, urbe con casi medio millón de habitantes.
En un auto pequeño color gris, el Santo Padre se dirigió hacia el lugar de la celebración, con una numerosa escolta en motocicletas de alta cilindrada. En el trayecto pudo observar manifestaciones de cariño a medida que pasaba. En el Campo CATAMA le aguardaban unas 600 mil personas.
Misa en Villavicencio: ‘María, auxilia a Colombia que hoy quiere reconciliarse
Misa de beatificación en Villavicencio a la que participaron unas 600 mil personas
“¡Basta una persona buena para que haya esperanza! No lo olviden” y “cada uno de nosotros puede ser esa persona” ha afirmado el papa Francisco en la eucaristía de Mons. Jaramillo y el padre Ramírez celebrada este viernes por la mañana en Villavicencio, en su tercer día de visita pontificia a Colombia.
A su llegada en un auto utilitaria, desde el aeropuerto militar Luis Gómez Niño-Apiay, el Santo Padre subió al papamóvil y giró saludando a los fieles allí reunidos, por más de veinte minutos.
Más de 600.000 personas de diferentes partes de Colombia han participado a la ceremonia, entre ellas también indígenas que recibieron al Papa al llegar al recinto de CATAMA obsequiándole con un collar de los nativos y un sombrero vueltiao, símbolo cultural de Colombia, que el Papa se puso al momento.
La intercesión de los nuevos beatos Mons. Jesús Emilio Jaramillo y el sacerdote Pedro María Ramírez, la custodia y el cuidado de la naturaleza y la creación han sido algunas de las peticiones presentadas al Señor en esta Misa. Las ofrendas fueron llevadas por tres religiosas, una familia y un grupo de autóctonos con vestimentas de la región amazónica. El Papa y los celebrantes vestían paramentos color crema.
La liturgia fue acompañada por un numeroso coro con vestidos típicos de la zona, que entonó cantos religiosos folclóricos acompañados principalmente por arpas, además de las maracas y bandolas, instrumentos típicos de la música llanera.
No es casual que la tercera jornada de la vista del Papa sea en Villavicencio, pues el lema de este día es “La reconciliación, con Dios, con los colombianos y con la naturaleza” y Villavicencio es una zona azotada por la violencia y también padece por los ataques al medio ambiente.
Homilía del papa Francisco
¡Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, es el nuevo amanecer que ha anunciado la alegría a todo el mundo, porque de ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios! (cf. Antífona del Benedictus). La festividad del nacimiento de María proyecta su luz sobre nosotros, así como se irradia la mansa luz del amanecer sobre la extensa llanura colombiana, bellísimo paisaje del que Villavicencio es su puerta, como también en la rica diversidad de sus pueblos indígenas.
María es el primer resplandor que anuncia el final de la noche y, sobre todo, la cercanía del día. Su nacimiento nos hace intuir la iniciativa amorosa, tierna, compasiva, del amor con que Dios se inclina hasta nosotros y nos llama a una maravillosa alianza con Él que nada ni nadie podrá romper.
María ha sabido ser transparencia de la luz de Dios y ha reflejado los destellos de esa luz en su casa, la que compartió con José y Jesús, y también en su pueblo, su nación y en esa casa común a toda la humanidad que es la creación.
En el Evangelio hemos escuchado la genealogía de Jesús (cf. Mt 1,1-17), que no es una simple lista de nombres, sino historia viva, historia de un pueblo con el que Dios ha caminado y, al hacerse uno de nosotros, nos ha querido anunciar que por su sangre corre la historia de justos y pecadores, que nuestra salvación no es una salvación aséptica, de laboratorio, sino concreta, de vida que camina. Esta larga lista nos dice que somos parte pequeña de una extensa historia y nos ayuda a no pretender protagonismos excesivos, nos ayuda a escapar de la tentación de espiritualismos evasivos, a no abstraernos de las coordenadas históricas concretas que nos toca vivir. También integra en nuestra historia de salvación aquellas páginas más oscuras o tristes, los momentos de desolación y abandono comparables con el destierro.
La mención de las mujeres —ninguna de las aludidas en la genealogía tiene la jerarquía de las grandes mujeres del Antiguo Testamento— nos permite un acercamiento especial: son ellas, en la genealogía, las que anuncian que por las venas de Jesús corre sangre pagana, las que recuerdan historias de postergación y sometimiento. En comunidades donde todavía arrastramos estilos patriarcales y machistas es bueno anunciar que el Evangelio comienza subrayando mujeres que marcaron tendencia e hicieron historia.
Y en medio de eso, Jesús, María y José. María con su generoso sí permitió que Dios se hiciera cargo de esa historia. José, hombre justo, no dejó que el orgullo, las pasiones y los celos lo arrojaran fuera de esta luz. Por la forma en que está narrado, nosotros sabemos antes que José lo que ha sucedido con María, y él toma decisiones mostrando su calidad humana antes de ser ayudado por el ángel y llegar a comprender todo lo que sucedía a su alrededor. La nobleza de su corazón le hace
supeditar a la caridad lo aprendido por ley; y hoy, en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María. Y, en su duda por cómo hacer lo mejor, Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio.
Este pueblo de Colombia es pueblo de Dios; también aquí podemos hacer genealogías llenas de historias, muchas de amor y de luz; otras de desencuentros, agravios, también de muerte. ¡Cuántos de ustedes pueden narrar destierros y desolaciones!, ¡cuántas mujeres, desde el silencio, han perseverado solas y cuántos hombres de bien han buscado dejar de lado enconos y rencores, queriendo combinar justicia y bondad! ¿Cómo haremos para dejar que entre la luz? ¿Cuáles son los caminos de reconciliación? Como María, decir sí a la historia completa, no a una parte; como José, dejar de lado pasiones y orgullos; como Jesucristo, hacernos cargo, asumir, abrazar esa historia, porque ahí están ustedes, todos los colombianos, ahí está lo que somos y lo que Dios puede hacer con nosotros si decimos sí a la verdad, a la bondad, a la reconciliación. (Aplausos de la gente) Y esto sólo es posible si llenamos de la luz del Evangelio nuestras historias de pecado, violencia y desencuentro.
La reconciliación no es una palabra que debemos considerarla como abstracta; si eso fuera así, sólo traería esterilidad, traería más distancia. Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto. Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz. Es necesario que algunos se animen a dar el primer paso en tal dirección, sin esperar que lo hagan los otros. ¡Basta una persona buena para que haya esperanza! No lo olviden: ¡Basta una persona buena para que haya esperanza! ¡Y cada uno de nosotros puede ser esa persona!
Esto no significa desconocer o disimular las diferencias y los conflictos. No es legitimar las injusticias personales o estructurales. El recurso a la reconciliación no puede servir para acomodarse a situaciones de injusticia. Más bien, como ha enseñado san Juan Pablo II: “Es un encuentro entre hermanos dispuestos a superar la tentación del egoísmo y a renunciar a los intentos de pseudo justicia; es fruto de sentimientos fuertes, nobles y generosos, que conducen a instaurar una convivencia fundada sobre el respeto de cada individuo y de los valores propios de cada sociedad civil” (Carta a los obispos de El Salvador, 6 agosto 1982). La reconciliación, por tanto, se concreta y consolida con el aporte de todos, permite construir el futuro y hace crecer la esperanza. Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación será un fracaso.
El texto evangélico que hemos escuchado culmina llamando a Jesús el Emmanuel, el Dios con nosotros. Así es como comienza, y así es como termina Mateo su Evangelio: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos” (28,21). Jesús es el Emmanuel que nace y el Emmanuel que nos acompaña cada día (…) Esa promesa se cumple también en Colombia: Mons. Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, Obispo de Arauca, y el sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, mártir de Armero, son signo de ello, expresión de un pueblo que quiere salir del pantano de la violencia y el rencor.
En este entorno maravilloso, nos toca a nosotros decir sí a la reconciliación; que el sí incluya también a nuestra naturaleza. No es casual que incluso sobre ella hayamos desatado nuestras pasiones posesivas, nuestro afán de sometimiento. Un compatriota de ustedes lo canta con belleza: “Los árboles están llorando, son testigos de tantos años de violencia. El mar está marrón, mezcla de sangre con la tierra” (Juanes, Minas piedras). La violencia que hay en el corazón humano, herido
por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes (cf. Carta enc. Laudato si’, 2). Nos toca decir sí como María y cantar con ella las “maravillas del Señor”, porque como lo ha prometido a nuestros padres, Él auxilia a todos los pueblos y auxilia a cada pueblo, y auxilia a Colombia que hoy quiere reconciliarse y a su descendencia para siempre. (Aplausos)
Rosa Die Alcolea
Nuevos beatos colombianos: Mons. Jaramillo y P. Pedro Ramírez
Reliquias de los nuevos beatos
(Captura de pantalla «Canal Institucional»)
Más de 600.000 personas participan en la celebración
Mons. Jesús Emilio Jaramillo y D. Pedro María Ramírez, ambos mártires colombianos que murieron en defensa de la fe, ya son nuevos beatos proclamados por el papa Francisco hoy, en Villavicencio.
Con gritos como “¡Francisco, hermano, ya eres colombiano!” o “¡Francisco, amigo, el Llano está contigo!” recibían miles de personas al Papa en Villavicencio, capital de Meta, región de los Llanos Orientales.
El Papa ha beatificado al Obispo Mons. Jaramillo Monsalve, asesinado por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) el 2 de octubre de 1989 cuando se encontraba en una zona rural de la localidad de Arauquita, y al sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, llamado el ‘mártir de Armero’, asesinado en Armero el 10 de abril de 1948 durante la revuelta popular que siguió al asesinato en Bogotá del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán.
Al comienzo de la celebración, los obispos de Arauca, Mons. Jaime Muñoz Predosa, y de Garzón, Mons. Fabio Duque Jaramillo, presentaron las biografías de los nuevos beatos Mons. Jesús Emilio Jaramillo y D. Pedro María Ramírez ante el Papa, que los proclamó beatos y señaló que sus fiestas se podrán celebrar los días 3 y 24 de octubre, respectivamente.
Con arpas, maracas y bandolas, instrumentos típicos de la música llanera, participaban en la Eucaristía campal de beatificación, a la que han asistido unas 600.000 personas y han colaborado 6.800 voluntarios y 6.100 personas de seguridad.
Nuevos beatos
A Pedro María Ramírez, párroco de la iglesia San Lorenzo en Armero, lo sorprendió en esa población tolimense la violenta reacción popular tras el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 en Bogotá.
A Ramírez Ramos, oriundo de La Plata, sus victimarios le quitaron la vida a machetazos el 10 de abril por negarse a abandonar ese municipio.
Ese crimen se sumó a los miles de hechos cruentos perpetrados durante las siguientes décadas.
Monseñor Jaramillo Monsalve, asesinado por el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el 2 de octubre de 1989, viajaba en un campero con otros religiosos cuando fueron interceptados por integrantes de dicha guerrilla.
Tras identificar a los ocupantes del vehículo, los insurgentes retuvieron a Jaramillo, con quien querían conversar y enviar un mensaje al gobierno.
Al día siguiente el cuerpo de monseñor Jaramillo fue encontrado con múltiples heridas de proyectiles de fusil cerca al sitio donde fue interceptado.
Rosa Die Alcolea
Cercanía del Papa por las víctimas del terremoto en México y del huracán Irma
El Papa reza por las víctimas en México y en Centroamérica
(Captura de pantalla CI)
El Obispo de Villavicencio ha agradecido al Papa su visita
El Papa ha expresado su “cercanía espiritual a todos los han sufrido el terremoto en México” y “su oración por los que han perdido la vida y también por sus familias”, así como por las víctimas del huracán Irma, que el Papa asegura seguir de cerca.
Al terminar la Misa de beatificación de Mons. Jesús Emilio Jaramillo y el sacerdote Pedro María Ramírez, el obispo de Villavicencio, Mons. Óscar Urbina Ortega ofreció unas palabras de agradecimiento al Papa Francisco: “Su visita, su presencia, su palabra, nos anima a ser levadura de reconciliación en esta tierra donde hemos vivido por largos años conflictos armados”.
El prelado ha manifestado al Papa su gratitud: “Gracias Santo Padre, por animarnos a la tarea de echar sobre nuestros hombros, sin temor alguno, la responsabilidad de engendrar un nuevo País desde esta tierra que llama a la esperanza”.
Al término de las palabras de Mons. Urbina, los miles de participantes en el enorme campo de Catam gritaron al unísono: “¡Francisco, amigo, Colombia está contigo!”.
Ceremonia de reconciliación: ‘La verdad, no para vengarse sino para perdonar’
El Papa en Las Malocas
Estaban presentes representantes de las víctimas de la violencia, militares, agentes de policía, ex guerrilleros
El papa Francisco llegó por la tarde de este viernes al parque Las Malocas de Villavicencio donde se realizó el Gran Encuentro por la Reconciliación Nacional. Estaban presentes en este auditorio, representantes de las víctimas de la violencia, militares, agentes de policía, ex guerrilleros.
Después del saludo del arzobispo de Villavicencio, Óscar Urbina Ortega, y la representación del salmo 85, se hizo un canto por la paz.
A continuación cuatro personas dieron su testimonio, un ex guerrillero, una ex paramilitar, una víctima de una explosión y una señora que diversas veces sufrió la violencia de los diversos actores, incluso antes del conflicto. Después de cada testimonio se encendía una vela.
“La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón”, indicó. Y precisó: “Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos”.
“Quisiera, finalmente, como hermano y como padre, decir: Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios y déjate reconciliar. No temas a la verdad ni a la justicia. Queridos colombianos: No tengan temor a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades”.
“Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno” dijo el Papa.
La ceremonia concluyó una oración al Cristo negro de Bojayá:
– Oh Cristo negro de Bojayá, que nos recuerdas tu pasión y muerte; junto con tus brazos y pies te han arrancado a tus hijos que buscaron refugio en ti.
– Oh Cristo negro de Bojayá, que nos miras con ternura y en tu rostro hay serenidad; palpita también tu corazón para acogernos en tu amor.
– Oh Cristo negro de Bojayá, haz que nos comprometamos a restaurar tu cuerpo. Que seamos tus pies para salir al encuentro del hermano necesitado; tus brazos para abrazar al que ha perdido su dignidad; tus manos para bendecir y consolar al que llora en soledad.
– Haz que seamos testigos de tu amor y de tu infinita misericordia
A continuación el Santo Padre rezó la oración de San Francisco de Asís, la que fue repetida por el público y un Ave María. Y el Papa impartió la bendición final.
Texto completo de las palabras del papa Francisco en la liturgia de reconciliación
El Papa dirige sus palabras en Las Malocas
En el Gran encuentro de reconciliación nacional, en el parque Las Malocas, en Villavicencio
«Queridos hermanos y hermanas: Desde el primer día he deseado que llegara este momento de nuestro encuentro. Ustedes llevan en su corazón y en su carne las huellas de la historia viva y reciente de su pueblo, marcada por eventos trágicos pero también llena de gestos heroicos, de gran humanidad y de alto valor espiritual de fe y esperanza. Vengo aquí con respeto y con una conciencia clara de estar, como Moisés, pisando un terreno sagrado (cf. Ex 3,5). Una tierra regada con la sangre de miles de víctimas inocentes y el dolor desgarrador de sus familiares y conocidos.
Heridas que cuesta cicatrizar y que nos duelen a todos, porque cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas. Y estoy aquí no tanto para hablar yo sino para estar cerca de ustedes y mirarlos a los ojos, para escucharlos y abrir mi corazón a vuestro testimonio de vida y de fe. Y si me lo permiten, desearía también abrazarlos y llorar con ustedes, quisiera que recemos juntos y que nos perdonemos ―yo también tengo que pedir perdón― y que así, todos juntos, podamos mirar y caminar hacia delante con fe y esperanza.
Nos reunimos a los pies del Crucificado de Bojayá, que el 2 de mayo de 2002 presenció y sufrió la masacre de decenas de personas refugiadas en su iglesia. Esta imagen tiene un fuerte valor simbólico y espiritual. Al mirarla contemplamos no sólo lo que ocurrió aquel día, sino también tanto dolor, tanta muerte, tantas vidas rotas y tanta sangre derramada en la Colombia de los últimos decenios. Ver a Cristo así, mutilado y herido, nos interpela. Ya no tiene brazos y su cuerpo ya no está, pero conserva su rostro y con él nos mira y nos ama. Cristo roto y amputado, para nosotros es «más Cristo» aún, porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo; y para enseñarnos también que el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia. Nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección, para que junto a Él y con Él aprendamos la fuerza del perdón, la grandeza del amor.
Agradezco a estos hermanos nuestros que han querido compartir su testimonio, en nombre de tantos otros. ¡Cuánto bien nos hace escuchar sus historias! Estoy conmovido. Son historias de sufrimiento y amargura, pero también y, sobre todo, son historias de amor y perdón que nos hablan de vida y esperanza; de no dejar que el odio, la venganza o el dolor se apoderen de nuestro corazón. El oráculo final del Salmo 85: «El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán» (v.11), es posterior a la acción de gracias y a la súplica donde se le pide a Dios: ¡Restáuranos! Gracias Señor por el testimonio de los que han infligido dolor y piden perdón; los que han sufrido injustamente y perdonan. Esto sólo es posible con tu ayuda y presencia. Eso ya es un signo enorme de que quieres restaurar la paz y la concordia en esta tierra colombiana.
Pastora Mira, tú lo has dicho muy bien: Quieres poner todo tu dolor, y el de miles de víctimas, a los pies de Jesús Crucificado, para que se una al suyo y así sea transformado en bendición y capacidad de perdón para romper el ciclo de violencia que ha imperado en Colombia. Tienes razón: la violencia engendra más violencia, el odio más odio, y la muerte más muerte. Tenemos que romper esa cadena que se presenta como ineludible, y eso sólo es posible con el perdón y la reconciliación. Y tú, querida Pastora, y tantos otros como tú, nos han demostrado que es posible. Sí, con la ayuda de Cristo vivo en medio de la comunidad es posible vencer el odio, es posible vencer la muerte, es posible comenzar de nuevo y alumbrar una Colombia nueva. Gracias, Pastora, qué gran bien nos haces hoy a todos con el testimonio de tu vida. Es el crucificado de Bojayá quien te ha dado esa fuerza para perdonar y para amar, y para ayudarte a ver en la camisa que tu hija Sandra Paola regaló a tu hijo Jorge Aníbal, no sólo el recuerdo de sus muertes, sino la esperanza de que la paz triunfe definitivamente en Colombia.
Nos conmueve también lo que ha dicho Luz Dary en su testimonio: que las heridas del corazón son más profundas y difíciles de curar que las del cuerpo. Así es. Y lo que es más importante, te has dado cuenta de que no se puede vivir del rencor, de que sólo el amor libera y construye. Y de esta manera comenzaste a sanar también las heridas de otras víctimas, a reconstruir su dignidad. Este salir de ti misma te ha enriquecido, te ha ayudado a mirar hacia delante, a encontrar paz y serenidad y un motivo para seguir caminando. Te agradezco la muleta que me ofreces.
Aunque aún te quedan secuelas físicas de tus heridas, tu andar espiritual es rápido y firme, porque piensas en los demás y quieres ayudarles. Esta muleta tuya es un símbolo de esa otra muleta más importante, y que todos necesitamos, que es el amor y el perdón. Con tu amor y tu perdón estás ayudando a tantas personas a caminar en la vida. Gracias.
Deseo agradecer también el testimonio elocuente de Deisy y Juan Carlos. Nos hicieron comprender que todos, al final, de un modo u otro, también somos víctimas, inocentes o culpables, pero todos víctimas. Todos unidos en esa pérdida de humanidad que supone la violencia y la muerte.
Deisy lo ha dicho claro: comprendiste que tú misma habías sido una víctima y tenías necesidad de que se te concediera una oportunidad. Y comenzaste a estudiar, y ahora trabajas para ayudar a las víctimas y para que los jóvenes no caigan en las redes de la violencia y de la droga. También hay esperanza para quien hizo el mal; no todo está perdido. Es cierto que en esa regeneración moral y espiritual del victimario la justicia tiene que cumplirse. Como ha dicho Deisy, se debe contribuir positivamente a sanar esa sociedad que ha sido lacerada por la violencia. Resulta difícil aceptar el cambio de quienes apelaron a la violencia cruel para promover sus fines, para proteger negocios ilícitos y enriquecerse o para, engañosamente, creer estar defendiendo la vida de sus hermanos.
Ciertamente es un reto para cada uno de nosotros confiar en que se pueda dar un paso adelante por parte de aquellos que infligieron sufrimiento a comunidades y a un país entero. Es cierto que en este enorme campo que es Colombia todavía hay espacio para la cizaña. Ustedes estén atentos a los frutos, cuiden el trigo y no pierdan la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24).
Aun cuando perduren conflictos, violencia o sentimientos de venganza, no impidamos que la justicia y la misericordia se encuentren en un abrazo que asuma la historia de dolor de Colombia. Sanemos aquel dolor y acojamos a todo ser humano que cometió delitos, los reconoce, se arrepiente y se compromete a reparar, contribuyendo a la construcción del orden nuevo donde brille la justicia y la paz. Como ha dejado entrever en su testimonio Juan Carlos, en todo este proceso, largo, difícil, pero esperanzador de la reconciliación, resulta indispensable también asumir la verdad. Es un desafío grande pero necesario. La verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas y se transformen en instrumentos de venganza sobre quien es más débil.
La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón. Verdad es contar a las familias desgarradas por el dolor lo que ha ocurrido con sus parientes desaparecidos. Verdad es confesar qué pasó con los menores de edad reclutados por los actores violentos. Verdad es reconocer el dolor de las mujeres víctimas de violencia y de abusos. Quisiera, finalmente, como hermano y como padre, decir: Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios y déjate reconciliar. No temas a la verdad ni a la justicia. Queridos colombianos: No tengan temor a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades.
Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno. Que podamos habitar en armonía y fraternidad, como desea el Señor.
Pidamos ser constructores de paz, que allá donde haya odio y resentimiento, pongamos amor y misericordia. Deseo poner todas estas intenciones ante la imagen del crucificado, el Cristo negro de Bojayá:
Oh Cristo negro de Bojayá, que nos recuerdas tu pasión y muerte; junto con tus brazos y pies te han arrancado a tus hijos que buscaron refugio en ti.
Oh Cristo negro de Bojayá, que nos miras con ternura y en tu rostro hay serenidad; palpita también tu corazón para acogernos en tu amor.
Oh Cristo negro de Bojayá, haz que nos comprometamos a restaurar tu cuerpo. Que seamos tus pies para salir al encuentro del hermano necesitado; tus brazos para abrazar al que ha perdido su dignidad; tus manos para bendecir y consolar al que llora en soledad.
Haz que seamos testigos de tu amor y de tu infinita misericordia».
Villavicencio: el Cristo mutilado de Bojayá preside la ceremonia de reconciliación
Traído en procesión deste Bellavista llegó al parque Las Malocas
El Cristo de Bojayá preside la ceremonia que se realizará este 8 de septiembre en Villavicencio, en el encuentro de Oración por la Reconciliación Nacional presidido por el papa Francisco, en el parque Las Malocas.
El Cristo salió de la parroquia San Pablo Apóstol de Bellavista, cabecera municipal de Bojayá el pasado 4 de septiembre en procesión hacia Villavicencio, acompañado por un grupo de líderes comunitarios pertenecientes al Comité de Víctimas de los Derechos de Bojayá y representantes de la Iglesia Católica.
Pocas horas antes de la ceremonia con el Papa, la imagen fue recibida en la catedral de Villavicencio y luego fue llevada al parque de las Malocas, donde fue puesto para presidir la ceremonia, durante la cual el Santo Padre escuchará a cuatro personas víctimas de la violencia.
Este Cristo es símbolo de la violencia que vivió el País, mutilado durante la masacre ocurrida el 2 de mayo de 2002 en Bojayá-Chocó, en un enfrentamiento entre paramilitares y la guerrilla FARC, durante el cual a la población que se protegió en la Iglesia le arrojaron un cilindro bomba que causó un centenar de víctimas mortales, incluidos 48 niños.
Catorce años después, el 29 de septiembre del año 2016, en La Loma de Bojayá las FARC pidió perdón a las víctimas de esa masacre y les entregó un Cristo negro para recordar lo sucedido.
“Pedimos que nos perdonen y nos den la esperanza del alivio espiritual permitiéndonos seguir junto a ustedes haciendo el camino que, reconciliados, nos conduzca hacia la era justa que tanto han anhelado los humildes de todos los rincones de Colombia”, dijo entonces el delegado de esa guerrilla, Luciano Marín Arango.
El Cristo fue restaurado en Bogotá y en la actualidad es conservado en una urna de cristal, pero mutilado para mantener viva la memoria de lo ocurrido.
Villavicencio: los testimonios de las víctimas del conflicto
Villavicencio – Las Malocas
En el parque Las Malocas, durante el ‘Gran encuentro de oración por la reconciliación nacional’, presidido por el papa Francisco, cuatro testimonios de bandos diversos narraron su trágicas experiencias.
Testimonio de Juan Carlos Murcia Perdomo (por 12 años en las FARC) sobre la Verdad
Papa Francisco, Soy Juan Carlos Murcia Perdomo, provengo del Caquetá y por 12 años he estado en las FARC. Cuando me reclutaron tenía dieciséis años; después de poco tiempo perdí la mano izquierda, manipulando explosivos. Al inicio colaboré con convicción en la causa de la revolución. Así, fui promovido a comandante de escuadra con la tarea de acercarme a la población para ilustrarla sobre la doctrina de nuestro grupo alzado en armas.
Con el tiempo, sin embargo, me sentí frustrado y utilizado. Al mismo tiempo, sentía una ansiosa nostalgia por mis padres, de los cuales me habían obligado a perder cualquier rastro. A pesar de que me enseñaron que el único verdadero Dios son las armas y el dinero, no perdí del todo la fe y Dios me hizo comprender que la violencia no es verdad y que debía salir de la selva más profunda, la de mi corazón esclavizado por el mal, si quería vivir feliz. Percibía que la verdadera revolución traía consigo, ante todo, que asumiera la verdad sobre mí mismo, como también la aceptación de las obligaciones de la justicia respecto a mí y la demostración de que definitivamente he cambiado.
De este modo nació Funddrras, una Fundación para el desarrollo del deporte: al inicio doce, y ahora setenta jóvenes, a quienes, a través del deporte, ayudo a no ser reclutados ni por las armas ni por las drogas. Ellos me han enseñado muchas cosas y yo he buscado trasmitirles a ellos la pasión por la verdad y la libertad. Con esta misma pasión he aceptado dar hoy mi testimonio. Puedo pedir así una vez más perdón, mi corazón se desahoga y me siento más libre.
Testimonio de Deisy Sánchez Rey (reclutada para las Autodefensas Unidas de Colombia) sobre la Justicia
Santidad, Me llamo Deisy Sánchez Rey y provengo de Barrancabermeja, Santander. A los 16 años fui reclutada por mi hermano para las Autodefensas Unidas de Colombia. Por 3 años abracé las armas, desempeñándome sobre todo en las comunicaciones, hasta cuando fui arrestada. Después de más de dos años de cárcel quería cambiar de vida, pero las AUC me obligaron a entrar nuevamente en sus filas, donde permanecí hasta cuando se desmovilizó el Bloque Puerto Boyacá, del cual era integrante. En mi familia no todos son católicos, pero personalmente permanecí cercana a la Iglesia y, en la Eucaristía dominical, encuentro ahora consuelo y una orientación para el futuro.
He comprendido, por ejemplo, aquello que ya sentía desde hacía tiempo, o sea que yo misma había sido una víctima y tenía necesidad de que me fuese concedida una oportunidad. He aceptado también que era justo que aportase a la sociedad, a la cual había hecho daño gravemente en el pasado. Así, decidí estudiar sicología y ahora aporto al trabajo con población víctima de la violencia y ayudo profesionalmente a jóvenes vulnerables y personas adultas en rehabilitación por consumo de sustancias psicoactivas. Pido al Señor, y a Usted Santo Padre, que rece para que los victimarios se dignifiquen a sí mismos, y a las víctimas, dándoles la cara, mostrándose disponibles a saldar sus deudas con la justicia y a contribuir positivamente a la sociedad que han lacerado. ¡Muchas gracias!
Testimonio de Luz Dary Landazury (víctima de la explosión de un artefacto) sobre la Misericordia
Papa Francisco, Soy Luz Dary Landazury. El 18 de octubre del 2012 la explosión de un artefacto puesto por la guerrilla en los alrededores de Tumaco, en el Océano Pacífico colombiano, acabó irremediablemente con mi talón de Aquiles, fracturó mi tibia y el peroné y puso en riesgo de amputación mi pierna izquierda.
Las esquirlas provocaron decenas de heridas en mi cuerpo. De aquel día recuerdo solo los gritos de la gente y que había sangre por todas partes. Lo que más me aterrorizaba era la suerte de Luz Ariana, mi niña de 7 meses: ella estaba cubierta de sangre y en su rostro se le habían incrustado innumerables pedazos de vidrio. Ahora Luz Ariana está bien y yo me he recuperado lentamente, gracias a Dios, a través de la Diócesis de Tumaco. Hoy deseo ofrecer a Cristo crucificado la única muleta que me queda después del atentado y que he usado para la recuperación. La segunda la he regalado a otra víctima, que la necesitaba urgentemente.
Aquella bomba es como si hubiera estallado también dentro de mi corazón, para permitirme curar las heridas mucho más profundas que aquellas de la piel. Al inicio sentía rabia y rencor, pero después he descubierto que, si me limitaba a transmitir este odio, creaba más violencia todavía. He entendido que muchas víctimas tenían necesidad de descubrir, por medio de mi experiencia, que tampoco para ellas había terminado todo y que no se puede vivir del rencor. Así he comenzado a visitarles y a ayudarles, me he preparado para enseñar a prevenir el riesgo de accidentes por los millones de minas sembradas en nuestro territorio, y ahora me siento mejor. Doy gracias a Dios por haber comprendido que ayudar a los demás no es tiempo perdido, sino que me enriquece.
Testimonio de Pastora Mira García (víctima de la violencia) sobre la Paz
Santidad, Me llamo Pastora Mira García, soy católica, viuda y, en varias ocasiones, víctima de la violencia. Cuando tenía 6 años, la guerrilla y los paramilitares no habían llegado todavía a mi pueblo: San Carlos, Antioquia. Mi padre fue matado. Años más tarde, pude cuidar a su asesino, quien, en ese momento, se había enfermado, era ya anciano y estaba abandonado.
Cuando mi hija tenía solo 2 meses, mataron a mi primer marido. En seguida, entré a trabajar en la inspección de policía, pero tuve que renunciar por las amenazas de la guerrilla y los paramilitares, que se habían instalado en la zona. Con muchos esfuerzos logré montar una juguetería, pero la guerrilla empezó a cobrarme vacunas, por lo cual terminé regalando las mercancías.
En 2001, los paramilitares desaparecieron a mi hija Sandra Paola; emprendí su búsqueda, pero encontré el cadáver solo después de haberlo llorado por 7 años. Todo este sufrimiento me ha hecho más sensible al dolor ajeno y, a partir de 2004, trabajo con las familias de las víctimas de desaparición forzada y con los desplazados. ¡Pero no todo estaba aún cumplido!
En 2005, el Bloque Héroes de Granada, de los paramilitares, asesinó a Jorge Aníbal, mi hijo menor. Tres días después de haberlo sepultado, atendí, herido, a un jovencito y lo puse a descansar en la misma cama que había pertenecido a Jorge Aníbal. Al salir de la casa, el joven vio sus fotos y reaccionó contándome que era uno de sus asesinos y cómo lo habían torturado antes de matarlo.
Doy gracias a Dios que, con la ayuda de Mamita María, me dio la fuerza de servirle sin causarle daño, a pesar de mi indecible dolor. Ahora coloco este dolor y el sufrimiento de las miles de víctimas de Colombia a los pies de Jesús Crucificado, para que se una al suyo y, a través de la plegaria de Su Santidad, sea transformado en bendición y capacidad de perdón para romper el ciclo de violencia de las últimas 5 décadas en Colombia.
Como signo de esta ofrenda de dolor, depongo a los pies de la cruz de Bojayá la camisa que Sandra Paola, mi hija desaparecida, había regalado a Jorge Aníbal, el hijo que me mataron los paramilitares. La conservamos en familia como auspicio de que todo esto nunca más vaya a ocurrir y la paz triunfe en Colombia. Dios transforme el corazón de quienes se niegan a creer que con Cristo todo puede cambiar y no tienen la esperanza de un país en paz y más solidario.
El Santo Padre reza en la Cruz de la Reconciliación
En la base del monumento el número de las víctimas del conflicto: 8.472.143
Concluida la ceremonia de reconciliación de este viernes por la tarde en el parque Las Malocas, en Villavicencio, el santo padre Francisco fue en el papamóvil hasta el Parque de los Fundadores de Villavicencio.
Allí el vehículo se detuvo y el Pontífice con un ramo de flores blancas se dirigió hacia la Cruz de la Reconciliación, blanca de unos diez metros de altura.
En la base del monumento, en una placa se leía el número de víctimas que dejó el conflicto armado en Colombia: 8.472.143.
Mientras el Santo Padre depositaba las flores a los pies de la cruz y rezaba interiormente, se escuchaba una trompeta que interpretaba el toque de silencio.
A continuación fue plantado un árbol como símbolo de la vida que se renueva, por tres niños y el Pontífice.
Desde aquí el Papa se dirigió al aeropuerto Apiay de Villavicencio, en donde a bordo de un A321 de la empresa Avianca, partió hacia Bogotá.
En el exterior de la Nunciatura le recibirán las víctimas de la violencia, militares, agentes y ex guerrilleros.
Francisco en la Nunciatura: ‘La vulnerabilidad sea respetada y reconocida como humana’
El Santo Padre observa los bailes folclóricos realizados en su honor
(Osservatore © Romano)
Le aguardaban los fieles de diversas instituciones. El Pontífice pasa allí la noche
Después de la Santa Misa celebrada en el parque Simón Bolivar, con la participación de varios cientos de miles de personas, el santo padre Francisco se dirigió este jueves en automóvil a la Nunciatura Apostólica en Bogotá, distante unos seis kilómetros en los cuales se encontraban miles de personas para saludarlo y verlo pasar.
A la entrada de la nunciatura le aguardaban fieles de diversas instituciones que le saludaron con bailes, cantos y algunas palabras.
“Buenas tardes y gracias, gracias por las cosas lindas, gracias por el baile, gracias por el canto, gracias por estar aquí todos. Muchas gracias”, les dijo el Papa. Le pidió también a una niña que relea una frase que había dicho sobre la vulnerabilidad y dijo:
“Queremos un mundo en el que la vulnerabilidad sea reconocida como esencial en lo humano. Que lejos de debilitarnos nos fortalece y dignifica. Un lugar de encuentro común que nos humaniza”, porque “todos somos vulnerables, todos. Adentro en los sentimientos, tantas cosas que ya no funcionan adentro, pero nadie las ve. Y otras las ven, todos. Y necesitamos que esa vulnerabilidad sea respetada, acariciada, curada en la medida de lo posible, y que dé frutos para los demás”.
¿Quién es la única persona que no es vulnerable?, preguntó el Pontífice, a lo que uno de los presentes respondió: ‘Dios’. “En la esencia de lo humano esa necesidad de ser sostenido por Dios”. Por eso “no se debe, no se puede descartar a nadie, ¿está claro? Porque cada uno de nosotros es un tesoro, que se ofrece a Dios, para que Dios lo haga crecer según su manera”.
Después de rezar junto a los presentes un Ave María, les impartió la bendición. “Y no se olviden de rezar por mi porque yo soy muy vulnerable”, concluyó.
En la nunciatura el Papa cenó en privado y pernoctó esta segunda noche del viaje apostólico en Colombia.
Las asociaciones que estaban presentes eran:
Corporación Colombiana Transiciones Crecer, una organización de familias con jóvenes, entre los 18 y 25 años de edad, con discapacidad intelectual creada en el 2009.
La Fundación Fundmir, de la Congregación Misioneros de la Divina Redención. Una congregación de Derecho Pontificio, nacida en Italia en la Provincia de Nápoles, por el siervo de Dios, padre Arturo D’Onofrio (1914 – 2006), quien, en el año 1943, ante la barbarie de la II Guerra Mundial, en la casa paterna acogió a los niños huérfanos de la guerra. Una vez iniciada la obra, crecieron rápidamente las casas y aumentó el número de asistidos.
La Fundación para la Investigación y el Desarrollo de la Educación Especial (Fides). Una entidad privada, sin ánimo de lucro, creada en 1975 con el objeto de ayudar a las personas en condición de discapacidad cognitiva. Colombia beneficia en forma directa a mas de 100.000 personas con esta condición.
ASPAEN, entidad sin ánimo de lucro, que dirige instituciones educativas promovidas por padres de familia, destinadas a secundarlos en su misión de ser los primeros educadores de sus hijos pertenecientes a variados estratos sociales con la asesoría espiritual de la Prelatura del Opus Dei.
Enfrente de la Nunciatura asistieron también niñas del Colegio Integral Femenino (Soacha), Gimnasio Tundama (Barrio La Estrada) y Gimnasio Iragua. Y niños del Gimnasio Los Cerros. Los dos primeros colegios están dirigidos fundamentalmente a personas con menos recursos económicos.
Niños que este año se están preparando para hacer la Primera Comunión o la han hecho, pertenecientes a distintas parroquias, que cuentan con varios catequistas.
Grupos de ancianos Un grupo vive en el hogar gerontológico de la Fundación Voluntariado “Juan Pablo II”, ubicado en el barrio Santa Sofía (localidad de Barrios Unidos).
Retiros de Emaús, que se fundaron hace más de 30 años en Miami. Un equipo de mujeres, con la supervisión del obispo de la diócesis y el rector de la parroquia, iniciaron esta andadura que se ha convertido en una realidad en la mayoría de los países de América Latina.
El coro que amenizó la llegada del Santo Padre fue dirigido por Ana Milena Serrano, está integrado por 50 universitarias y bachilleres, que estudian en las universidades de los Andes, Javeriana, Sabana, Rosario, y en los colegios Tundama e Iragua. Este coro estará acompañado instrumentalmente por el grupo “Voz por vos”, integrado por seis jóvenes invidentes. La canción fue “Amo esta tierra”, del compositor Leonardo Laverde.
Además participaron 10 personas sordomudas que hicieron transmitieron con su lenguaje de manos el mensaje.
Bendecidas por el Papa las primeras piedras para centros de niñas y “descartados” en Cartagena
El Papa bendice las primeras piedras
(© L´Osservatore Romano)
Quinto y último día del Papa en Colombia
El papa Francisco llegó en la mañana de hoy domingo a la ciudad de Cartagena de Indias, proveniente de Bogotá, después de haberse despedido de quienes le recibieron por cuatro noches en la Nunciatura Apostólica.
La capital del departamento de Bolívar, Cartagena, cuenta con más de un millón de personas y es la primera destinación turística del país. Allí, el Santo Padre fue recibido en el aeropuerto Rafael Núñez por el arzobispo metropolitano de Cartagena, Mons. Jorge Enrique Jiménez Carvajal, y las autoridades civiles, religiosas y militares.
Al pasar delante de un hangar, unos 300 jóvenes realizaron para el Pontífice, una coreografía sobre la dignidad indígena, de la persona y de la cultura local, y una señora le cantó una cumbia. Con animados ritmos y aplausos se despidió el Santo Padre, al de “¡Esta es la juventud del Papa!” coreaban los jóvenes, mientras Francisco se despedía.
Bendición
A las 10:30 horas (17:30 h hora de Roma), el Papa ha llegado con el papamóvil al barrio de san Francisco donde ha dado la bendición de las primera piedras de la casa para los “sintecho” y de la Obra Thalita Kum.
La hermana Blanca Nubia López, directora del centro “Thalita Kum” ha explicado al Santo Padre la labor que realizan, precisando que es un centro dedicado a la prevención del turismo sexual infantil: “Estas niñas y adolescentes desean, con todo el corazón, ser mujeres dignas de vivir en nuestra sociedad”.
“Descartados”
Asimismo, un grupo de mujeres laicas de Cartagena se encarga de la misión “María Revive”, una obra para trabajar con los “descartados” de la sociedad, así lo ha calificado una de sus voluntarias, que ha dado agradecido al Papa Francisco su visita: “Denos su voz, su aliento y su bendición para seguir en este camino emprendido de ir al encuentro a quien ha sido excluido y rotulado por esta cultura con el feo nombre de descartados y de desechables”.
Los cientos de niños y jóvenes que recibían al Papa gritando y cantando en la plaza de S. Francisco, estaban sentados en los bancos de la propia parroquia del barrio, la de san Francisco, sacados de la iglesia para esta ocasión.
Después, el Santo Padre ha ido a la casa de doña Lorenza, una mujer de Cartagena, de 77 años, que ha trabajado durante más de 50 años como voluntaria en el comer comunitario, donde ha tomado un café y ha conversado con ella. De ahí, el Papa se ha dirigido a la iglesia de San Pedro Claver, donde rezará el Ángelus.
Colombia: el Papa tras los pasos del jesuita san Pedro Claver
En su último día del viaje apostólico
Delante de la iglesia de San Pedro Claver en Cartagena el Papa Francisco ha rezado el ángelus, a las 12 horas de este domingo, en el último día de su viaje apostólico a Colombia. Allí ha visitado la casa santuario del misionero jesuita san Pedro Claver (1580-1654) en el convento de los jesuitas de Cartagena.
La construcción del templo comenzó en 1580, pero fue terminado en 1654. El convento de San Pedro Claver y el museo arqueológico forman parte del complejo arquitectónico. En cambio el convento de los jesuitas ha sido construido en 1605, “apenas un año” después de la llegada de los primeros jesuitas a Cartagena de Indias.
La Casa santuario de San Pedro Claver, que el Papa visita después del ángelus se abrió en 1950 para “honrar la memoria y la vida del misionero jesuita” y el museo posee una colección de arte precolombino y una colección de arte religioso que proviene de diferentes épocas.
Después de la expulsión de los jesuitas del país en 1767, el conjunto de los edificios fue utilizado para alojar a diferentes instituciones, como el Hospital San Sebastián y un cuartel militar, hasta 1896, cuando el convento volvió bajo la jurisdicción de los jesuitas.
Desde allí el Pontífice irá en helicóptero a la zona portuaria del Contecar para celebrar la misa. Allí es una de las mayores zonas industriales del país y en dos últimos decenios, la zona de Contecar ha hecho de Cartagena una de las treinta ciudades portuarias más importantes del mundo y un punto de referencia principal en el tráfico marítimo del mar Caribe.
Marina Droujinina
©Traducción para ZENIT de Raquel Anillo
Ángelus en Cartagena: “Todavía hoy millones de personas son vendidas como esclavos”
Ángelus frente al santuario de san Pedro Claver
(CTV)
El Papa recuerda la figura de san Pedro Claver y su dedicación al prójimo
“Todavía hoy, en Colombia y en el mundo, millones de personas son vendidas como esclavos, o bien mendigan un poco de humanidad, un momento de ternura, se hacen a la mar o emprenden el camino porque lo han perdido todo, empezando por su dignidad y por sus propios derechos”.
Lo indicó el papa Francisco en el último día del viaje apostólico en Colombia, cuando rezó a las 12 de este domingo la oración del Ángelus, delante del templo dedicado a san Pedro Claver.
“Este santo fue, por lo demás, acusado injustamente de ser indiscreto por su celo y debió enfrentar duras críticas y una pertinaz oposición por parte de quienes temían que su ministerio socavase el lucrativo comercio de los esclavos”, indicó el Papa.
Señaló también que el jesuita Pedro Claver, se hacía llamar «esclavo de los negros para siempre», desde el día de su profesión solemne.
“Él esperaba las naves que llegaban desde África al principal mercado de esclavos del Nuevo Mundo. Muchas veces los atendía solamente con gestos evangelizadores, por la imposibilidad de comunicarse, por la diversidad de los idiomas”, indicó.
Sin embargo, “Pedro Claver sabía que el lenguaje de la caridad y de la misericordia era comprendido por todos. De hecho, la caridad ayuda a comprender la verdad y la verdad reclama gestos de caridad. Cuando sentía repugnancia hacia ellos, besaba sus llagas”.
Señaló que este sacerdote, “austero y caritativo hasta el heroísmo, después de haber confortado la soledad de centenares de miles de personas, transcurrió los últimos cuatro años de su vida enfermo y en su celda, en un espantoso estado de abandono. Efectivamente, san Pedro Claver ha testimoniado en modo formidable la responsabilidad y el interés que cada uno de nosotros debe tener por sus hermanos”.
Texto completo del Ángelus
“Queridos hermanos y hermanas:
Poco antes de entrar en esta iglesia donde se conservan las reliquias de san Pedro Claver, he bendecido las primeras piedras de dos instituciones destinadas a atender a personas con grave necesidad y visité la casa de la señora Lorenza, donde acoge cada día a muchos hermanos y hermanas nuestras para darles alimento y cariño.
Estos encuentros me han hecho mucho bien porque allí se puede comprobar cómo el amor de Dios se hace concreto, se hace cotidiano. Todos juntos rezaremos el Ángelus, recordando la encarnación del Verbo.
Y pensamos en María, que concibió a Jesús y lo trajo al mundo. La contemplamos esta mañana bajo la advocación de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Como saben, durante un periodo largo de tiempo esta imagen estuvo abandonada, perdió el color y estaba rota y agujereada. Era tratada como un trozo de saco viejo, usándola sin ningún respeto hasta que acabaron desechándola.
Fue entonces cuando una mujer sencilla, la primera devota de la Virgen de Chiquinquirá, que según la tradición se llamaba María Ramos, vio en esa tela algo diferente. Tuvo el valor y la fe de colocar esa imagen borrosa y rajada en un lugar destacado, devolviéndole su dignidad perdida.
Supo encontrar y honrar a María, que sostenía a su Hijo en sus brazos, precisamente en lo que para los demás era despreciable e inútil. De ese modo, se hizo paradigma de todos aquellos que, de diversas maneras, buscan recuperar la dignidad del hermano caído por el dolor de las heridas de la vida, de aquellos que no se conforman y trabajan por construirles una habitación digna, por atender sus necesidades perentorias y, sobre todo, rezan con perseverancia para que puedan recuperar el esplendor de hijos de Dios que les ha sido arrebatado.
El Señor nos enseña a través del ejemplo de los humildes y de los que no cuentan. Si a María Ramos, una mujer sencilla, le concedió la gracia de acoger la imagen de la Virgen en la pobreza de esa tela rota, a Isabel, una mujer indígena, y a su hijo Miguel, les dio la capacidad de ser los primeros en ver trasformada y renovada esa tela de la Virgen.
Ellos fueron los primeros en mirar con ojos sencillos ese trozo de paño totalmente nuevo y ver en éste el resplandor de la luz divina, que transforma y hace nuevas todas las cosas.
Son los pobres, los humildes, los que contemplan la presencia de Dios, a quienes se revela el misterio del amor de Dios con mayor nitidez. Ellos, pobres y sencillos, fueron los primeros en ver a la Virgen de Chinquinquirá y se convirtieron en sus misioneros, anunciadores de la belleza y santidad de la Virgen.
Y en esta iglesia le rezaremos a María, que se llamó a sí misma «la esclava del Señor», y a san Pedro Claver, el `esclavo de los negros para siempre´, como se hizo llamar desde el día de su profesión solemne.
Él esperaba las naves que llegaban desde África al principal mercado de esclavos del Nuevo Mundo. Muchas veces los atendía solamente con gestos evangelizadores, por la imposibilidad de comunicarse, por la diversidad de los idiomas. Sin embargo, Pedro Claver sabía que el lenguaje de la caridad y de la misericordia era comprendido por todos. De hecho, la caridad ayuda a comprender la verdad y la verdad reclama gestos de caridad. Cuando sentía repugnancia hacia ellos, besaba sus llagas.
Austero y caritativo hasta el heroísmo, después de haber confortado la soledad de centenares de miles de personas, transcurrió los últimos cuatro años de su vida enfermo y en su celda, en un espantoso estado de abandono. Efectivamente, san Pedro Claver ha testimoniado en modo formidable la responsabilidad y el interés que cada uno de nosotros debe tener por sus hermanos.
Este santo fue, por lo demás, acusado injustamente de ser indiscreto por su celo y debió enfrentar duras críticas y una pertinaz oposición por parte de quienes temían que su ministerio socavase el lucrativo comercio de los esclavos.
Todavía hoy, en Colombia y en el mundo, millones de personas son vendidas como esclavos, o bien mendigan un poco de humanidad, un momento de ternura, se hacen a la mar o emprenden el camino porque lo han perdido todo, empezando por su dignidad y por sus propios derechos.
María de Chiquinquirá y Pedro Claver nos invitan a trabajar por la dignidad de todos nuestros hermanos, en especial por los pobres y descartados de la sociedad, por aquellos que son abandonados, por los emigrantes, por los que sufren la violencia y la trata. Todos ellos tienen su dignidad y son imagen viva de Dios.
Todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y a todos nosotros, la Virgen nos sostiene en sus brazos como a hijos queridos. Dirijamos ahora nuestra oración a la Virgen Madre, para que nos haga descubrir en cada uno de los hombres y mujeres de nuestro tiempo el rostro de Dios. Angelus Domini…”.
Bendición
Después de rezar el Ángelus, el Papa ha continuado orando y ha impartido la bendición:
“Queridos hermanos y hermanas, desde este lugar quiero asegurar mi oración por cada uno de los países de Latinoamérica, y de manera especial por la vecina Venezuela.
Expreso mi cercanía a cada uno de los hijos e hijas de esa amada nación, como también como también a los que han encontrado en este tierra colombiana un lugar de acogida.
Desde esta ciudad, sede de los derechos humanos, hago un llamamiento para que se rechace todo tipo de violencia en la vida política y se encuentre una solución a la grave crisis que se está viviendo y afecta a todos, especialmente a los más pobres y desfavorecidos de la sociedad.
Que la Virgen Santísima interceda por las necesidades del mundo y cada uno de sus hijos. Saludo también a ustedes aquí presentes, venidos de diveross lugares, también a los que siguen esta visita por la radio y por la televisión. A todos los deseo un feliz domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mí.
¿Quieren la bendición? (Todos: “¡Siiiiiiiii!”)
Cada uno de nosotros, antes de recibir la bendición, en un ratito de silencio, metan en su corazón los nombres de las personas que más queremos y los nombres de las personas que no queremos. Los nombres de las personas que nos quieren y los nombres de las personas que sabemos que no nos quieren.
Para todos, y para cada uno pedimos la bendición, para todos. Los bendiga Dios todopoderoso, el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo”.
El Papa ora por Venezuela y pide rechazar toda forma de violencia
Después de rezar el Ángelus en la ciudad de Cartagena
El papa Francisco ha asegurado su oración por “cada uno de los países de Latinoamérica, y de manera especial por la vecina Venezuela” y ha expresado su “cercanía a cada uno de los hijos e hijas de esa amada nación, como también a los que han encontrado en este tierra colombiana un lugar de acogida”.
Así lo ha manifestado el Santo Padre tras el rezo del Angelus antes de visitar el santuario de san Pedro Claver, misionero jesuita que dio su vida al servicio de los esclavos negros en Cartagena.
Asimismo, el Papa ha hecho un “llamamiento para que se rechace todo tipo de violencia en la vida política y se encuentre una solución a la grave crisis que se está viviendo y afecta a todos, especialmente a los más pobres y desfavorecidos de la sociedad”.
Al final, antes de dar la bendición, el Papa ha pedido a todos: “Metan en su corazón los nombres de las personas que más queremos y los nombres de las personas que no queremos. Los nombres de las personas que nos quieren y los nombres de las personas que sabemos que no nos quieren”.
Francisco reza ante las reliquias de san Pedro Claver
Reliquias San Pedro Claver, Cartagena
(CTV)
Allí se ha encontrado con 300 jesuitas
Tras rezar el Ángelus en la entrada al templo, el papa Francisco ha visitado el santuario de san Pedro Claver, donde ha rezado ante las reliquias del santo jesuita.
El Santo Padre, al entrar en el templo, ha saludado a varios representantes de la comunidad afroamericana de Cartagena, y a los numerosos obispos y sacerdotes allí presentes.
Cuatro niños vestidos de blanco le han entregado unas flores, que el Papa ha depositado ante las reliquias de san Pedro Claver, misionero jesusita que entregó su vida al servicio de los esclavos negros en Cartagena de Indias.
Asimismo, el Papa se ha reunido con el rector del santuario y con unos 300 jesuitas que se han congregado en el santuario para recibir al Pontífice. También ha saludado, de manera privada, a 65 religiosos de la comunidad de jesuitas de este santuario.
El Santo Padre se ha trasladado en papamóvil al monasterio de Santo Domingo, cercano al santuario de san Pedro Claver, donde comerá con la comunidad de religisoso en el claustro
El Santo Padre va la zona portuaria de Contecar para celebrar la misa
El Papa encuentra a una delegación de jesuitas de Colombia
En el claustro de Santo Domingo tiene un encuentro con representantes de los jesuitas de Colombia
Después de visitar la casa santuario de san Pedro Claver, el santo padre Francisco se dirigió en papamóvil al claustro del Monasterio de Santo Domingo, a unos 400 metros de distancia. Allí en forma privada encontró a representantes de los jesuitas de Colombia, durante unos 30 minutos.
Siempre en el monasterio de Santo Domingo, almorzó. Después fue al Palacio arzobispal y bendijo a unos 300 enfermos que desde allí seguirán por la tarde, la celebración de la misa.
Después el Papa fue a la base Naval de Cartagena y se transfirió en helicóptero a la zona portuaria de Contecar, uno de los principales terminales marítimos del cuarto puerto más importante de América Latina. En el área portuaria de Contecar, con capacidad para 800 mil personas, el Santo Padre celebra la misa.
Francisco en Contecar: Rezamos por quienes erraron, por la justicia y no por la venganza
Misa com más de 600 mil personas, en el terminal portuario de Cartagena
El santo padre Francisco llegó este domingo por la tarde al terminal portuario de Contecar, donde antes de celebrar la misa giró en el papamóvil para saludar a los varios cientos de miles de personas allí presentes, que le recibieron con manifestaciones de júbilo.
Vistiendo paramentos verdes en el XXIII domingo del Tiempo Ordinario y portando el palio, el Pontífice presidió la misa en español, que contó en el altar con la presencia de las reliquias de san Pedro Claver y Sta. María Bernarda Butler. El coro y orquesta que acompañó la misa tocaron con ritmos costeños característicos.
En su homilía en Santo Padre recordó que en Cartagena de Indias, gracias a san Pedro Clavel y otros hijos de la ciudad, nació la inquietud de defender a los oprimidos, en particular a los esclavos.
También a tomar la iniciativa para perdonar al hermano que nos ofendió. Y señaló que “en estos días escuché muchos testimonios de personas que perdonaron a quienes les causaron heridas terribles, dando un primer paso en un camino distinto del ya recorrido”.
“Estoy seguro de que hoy rezamos juntos por el rescate de aquellos que estuvieron errados y no por su destrucción, por la justicia y no la venganza, por la reparación en la verdad y no el olvido”, dijo. Sabiendo que cada uno tiene que dar un paso más allá del de un tratado firmado.
Recordó “el drama lacerante de la droga” en “la devastación de los recursos naturales”, en “la tragedia de la explotación laboral”; en “el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera”, en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro”; “en la abominable trata de seres humanos”, en “los delitos y abusos contra los menores”, en “la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo”, en “la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad”.
Y pidió ayudar a “desatar los nudos de la violencia”, y así “desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros”. Sabiendo que Jesús “es capaz de desatar aquello que para nosotros pareciera imposible”, que “Él ha prometido acompañarnos hasta el fin de los tiempos, Él no dejará estéril tanto esfuerzo”.
Para la misa se prepararon 250 mil hostias consagradas.
Texto completo de la homilía del papa Francisco
«En esta ciudad, que ha sido llamada «la heroica» por su tesón hace 200 años en defender la libertad conseguida, celebro la última Eucaristía de este viaje a Colombia. También, desde hace 32 años, Cartagena de Indias es en Colombia la sede de los Derechos Humanos porque aquí como pueblo se valora que «gracias al equipo misionero formado por los sacerdotes jesuitas Pedro Claver y Corberó, Alonso de Sandoval y el Hermano Nicolás González, acompañados de muchos hijos de la ciudad de Cartagena de Indias en el siglo XVII, nació la preocupación por aliviar la situación de los oprimidos de la época, en especial la de los esclavos, por quienes clamaron por el buen trato y la libertad» (Congreso de Colombia 1985, ley 95, art. 1).
Aquí, en el Santuario de san Pedro Claver, donde de modo continuo y sistemático se da el encuentro, la reflexión y el seguimiento del avance y vigencia de los derechos humanos en Colombia, la Palabra de Dios nos habla de perdón, corrección, comunidad y oración. En el cuarto sermón del Evangelio de Mateo, Jesús nos habla a nosotros, a los que hemos decidido apostar por la comunidad, a quienes valoramos la vida en común y soñamos con un proyecto que incluya a todos. El texto que precede es el del pastor bueno que deja las 99 ovejas para ir tras la perdida, y ese aroma perfuma todo el discurso: no hay nadie lo suficientemente perdido que no merezca nuestra solicitud, nuestra cercanía y nuestro perdón.
Desde esta perspectiva, se entiende entonces que una falta, un pecado cometido por uno, nos interpele a todos pero involucra, en primer lugar, a la víctima del pecado del hermano; ese está llamado a tomar la iniciativa para que quien lo dañó no se pierda. En estos días escuché muchos testimonios de quienes han salido al encuentro de personas que les habían dañado. Heridas terribles que pude contemplar en sus propios cuerpos; pérdidas irreparables que todavía se siguen llorando, sin embargo han salido, han dado el primer paso en un camino distinto a los ya recorridos. Porque Colombia hace décadas que a tientas busca la paz y, como enseña Jesús, no ha sido suficiente que dos partes se acercaran, dialogaran; ha sido necesario que se incorporaran muchos más actores a este diálogo reparador de los pecados. «Si no te escucha, busca una o dos personas más» (Mt 18,15), nos dice el Señor en el Evangelio.
Hemos aprendido que estos caminos de pacificación, de primacía de la razón sobre la venganza, de delicada armonía entre la política y el derecho, no pueden obviar los procesos de la gente. No se alcanza con el diseño de marcos normativos y arreglos institucionales entre grupos políticos o económicos de buena voluntad. Jesús encuentra la solución al daño realizado en el encuentro personal entre las partes. Además, siempre es rico incorporar en nuestros procesos de paz la experiencia de sectores que, en muchas ocasiones, han sido invisibilizados, para que sean precisamente las comunidades quienes coloreen los procesos de memoria colectiva. «El autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite. No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 239). Nosotros podemos hacer un gran aporte a este paso nuevo que quiere dar Colombia. Jesús nos señala que este camino de reinserción en la comunidad comienza con un diálogo de a dos.
Nada podrá reemplazar ese encuentro reparador; ningún proceso colectivo nos exime del desafío de encontrarnos, de clarificar, perdonar. Las heridas hondas de la historia precisan necesariamente de instancias donde se haga justicia, se dé posibilidad a las víctimas de conocer la verdad, el daño sea convenientemente reparado y haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes. Pero eso sólo nos deja en la puerta de las exigencias cristianas.
A nosotros se nos exige generar «desde abajo» un cambio cultural: a la cultura de la muerte, de la violencia, respondemos con la cultura de la vida, del encuentro. Nos lo decía ya ese escritor tan de ustedes, tan de todos: «Este desastre cultural no se remedia ni con plomo ni con plata, sino con una educación para la paz, construida con amor sobre los escombros de un país enardecido donde nos levantamos temprano para seguirnos matándonos los unos a los otros… una legítima revolución de paz que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante casi dos siglos hemos usado para destruirnos y que reivindique y enaltezca el predominio de la imaginación» (Gabriel García Márquez, Mensaje sobre la paz, 1998).
¿Cuánto hemos accionado en favor del encuentro, de la paz? ¿Cuánto hemos omitido, permitiendo que la barbarie se hiciera carne en la vida de nuestro pueblo? Jesús nos manda a confrontarnos con esos modos de conducta, esos estilos de vida que dañan el cuerpo social, que destruyen la comunidad. ¡Cuántas veces se «normalizan» procesos de violencia, exclusión social, sin que nuestra voz se alce ni nuestras manos acusen proféticamente!
Al lado de san Pedro Claver había millares de cristianos, consagrados muchos de ellos; sólo un puñado inició una corriente contracultural de encuentro. San Pedro supo restaurar la dignidad y la esperanza de centenares de millares de negros y de esclavos que llegaban en condiciones absolutamente inhumanas, llenos de pavor, con todas sus esperanzas perdidas. No poseía títulos académicos de renombre; más aún, se llegó a afirmar que era «mediocre» de ingenio, pero tuvo el «genio» de vivir cabalmente el Evangelio, de encontrarse con quienes otros consideraban sólo un deshecho. Siglos más tarde, la huella de este misionero y apóstol de la Compañía de Jesús fue seguida por santa María Bernarda Bütler, que dedicó su vida al servicio de pobres y marginados en esta misma ciudad de Cartagena.1
En el encuentro entre nosotros redescubrimos nuestros derechos, recreamos la vida para que vuelva a ser auténticamente humana. «La casa común de todos los hombres debe continuar levantándose sobre una recta comprensión de la fraternidad universal y sobre el respeto de la sacralidad de cada vida humana, de cada hombre y cada mujer; de los pobres, de los ancianos, de los niños, de los enfermos, de los no nacidos, de los desocupados, de los abandonados, de los que se juzgan descartables porque no se los considera más que números de una u otra estadística. La casa común de todos los hombres debe también edificarse sobre la comprensión de una cierta sacralidad de la naturaleza creada» (Discurso a las Naciones Unidas, 25 septiembre 2015).
También Jesús nos señala la posibilidad de que el otro se cierre, se niegue a cambiar, persista en su mal. No podemos negar que hay personas que persisten en pecados que hieren la convivencia y la comunidad: «Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos lucran despreciando las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación; en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2014, 8), e incluso en una «aséptica legalidad» pacifista que no tiene en cuenta la carne del hermano, la carne de Cristo. También para esto debemos estar preparados, y sólidamente asentados en principios de justicia que en nada disminuyen la caridad.
No es posible convivir en paz sin hacer nada con aquello que corrompe la vida y atenta contra ella. A este respecto, recordamos a todos aquellos que, con valentía y de forma incansable, han trabajado y hasta han perdido la vida en la defensa y protección de los derechos de la persona humana y su dignidad. Como a ellos, la historia nos pide asumir un compromiso definitivo en defensa de los derechos humanos, aquí, en Cartagena de Indias, lugar que ustedes han elegido como sede nacional de su tutela. Finalmente Jesús nos pide que recemos juntos; que nuestra oración sea sinfónica, con matices personales, distintas acentuaciones, pero que alce de modo conjunto un mismo clamor.
Estoy seguro de que hoy rezamos juntos por el rescate de aquellos que estuvieron errados y no por su destrucción, por la justicia y no la venganza, por la reparación en la verdad y no el olvido. Rezamos para cumplir con el lema de esta visita: «¡Demos el primer paso!», y que este primer paso sea en una dirección común. «Dar el primer paso» es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Y Él nos pide siempre dar un paso decidido y seguro hacia los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados sin perdonar, de ser amados sin amar. Si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección, que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias. Sólo si ayudamos a desatar los nudos de la violencia, desenredaremos la compleja madeja de los desencuentros: se nos pide dar el paso del encuentro con los hermanos, atrevernos a una corrección que no quiere expulsar sino integrar; se nos pide ser caritativamente firmes en aquello que no es negociable; en definitiva, la exigencia es construir la paz, «hablando no con la lengua sino con manos y obras» (san Pedro Claver), y levantar juntos los ojos al cielo: Él es capaz de desatar aquello que para nosotros pareciera imposible,
Él ha prometido acompañarnos hasta el fin de los tiempos, Él no dejará estéril tanto esfuerzo. ___________________________
1 También ella tuvo la inteligencia de la caridad y supo encontrar a Dios en el prójimo; ninguno de los dos se paralizó ante la injusticia y la dificultad. Porque «ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible. Pero hay una tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso» (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 227).
Mensaje del Papa al encuentro ‘Caminos de Paz’ en Munster
Inauguración del encuentro en Munster
Promovido por la Comunidad de San Egidio, del 10 al 12 de septiembre
Desde Colombia, en donde el papa Francisco se encuentra en su XX viaje apostólico, envió un mensaje a los participantes del Encuentro internacional interreligioso en el espíritu de Asis, “Caminos de Paz”, promovido por la Comunidad de San Egidio del 10 al 12 del presente mes de septiembre.
“Ilustres y queridos representantes de la Iglesias y comunidades cristianas y de las religiones mundiales, les envío a todos mi cordial saludo, asegurándoles mi cercanía espiritual”. Así inicia el mensaje del Papa que recuerda como este camino de diálogo fue querido en 1986 en Asís, por san Juan Pablo.
El Pontífice asegura que se trata de una iniciativa “actual y necesaria” porque “conflictos, violencia generalizada, terrorismo y guerras amenazan hoy a millones de personas, pisan la sacralidad de la vida humana y nos vuelven a todos más frágiles y vulnerables”.
Recuerda así que “el tema de este año es una invitación a abrir y construir nuevos caminos de paz” particularmente “donde los conflictos parecen sin salida, donde no se quieren toma caminos de reconciliación, donde se confía en las armas y no en el diálogo”.
“Delante de la irracionalidad de quien profana a Dios, sembrando odio; delante del demonio de la guerra, de la locura del terrorismo, de la fuerza engañosa de las armas” el camino no puede ser otro que el de la paz “que une a muchas tradiciones religiosas”. Además del coraje para abrir caminos de paz, “es necesario rezar mucho”, porque asegura el Papa, “la oración está en la raíz de la paz”.
Recordó también que “en cuanto líderes religiosos, especialmente en este momento histórico, tenemos una responsabilidad particular: ser y vivir como gente de paz, que da testimonio y recuerda que Dios detesta la guerra, que la guerra nunca es santa, que nunca la violencia puede ser cometida o justificada en nombre de Dios”. Sin “permanecer indiferentes” a “las tragedias del odio”, sin resignarse a que “el ser humano sea descartado y que le sean antepuestos el poder y el lucro”.
“Ustedes se han reunido para dar una respuesta de paz”, escribe el Papa, y considera significativo que “este encuentro se realice en el corazón de Europa”, cuando se cumplen 60 años de las negociaciones para construir la Unión Europea, “después de la desastrosa guerra mundial y de la tragedia de la Shoah”. Sin olvidar que “la paz no es solamente fruto del empeño humano, sino de la apertura a Dios”.
Colombia: no ¡a la tentación de “darlo todo por perdido”
El Papa vislumbra un “Nuevo comienzo”
El Papa Francisco vislumbra un “nuevo comienzo” para Colombia. Y da la clave: “permaneced en Dios”. Rechazando por ejemplo “la tentación de darlo todo por perdido”. Evoca también el beneficio de actitudes tan diferentes como la oración de adoración y “el gusto por los estudios”!.
El Papa Francisco habla así a Colombia, desgarrada por más de 50 años de conflicto, con su cortejo de desplazados (7 millones), de muertos, de heridos, de mutilados: un millón. En algunas familias tres generaciones se vieron afectadas: han perdido, año tras año, un padre, un marido, hijos, asesinados por la guerrilla o por las formaciones paramilitares.
El Papa Francisco de alguna manera ha querido transmitir el secreto de la alegría cristiana en el encuentro con los obispos, los sacerdotes, los consagrados y los seminaristas, y sus familias, el sábado 9 de septiembre de 2017, a las 16h (23 horas en Roma), en el centro “La Macarena” de Medellín.
El Papa ha mencionado, comentando el Evangelio de Juan leído al comienzo del encuentro, los medios a desarrollar para “permanecer”: “permanezcamos tocando la humanidad de Cristo”: “permanezcamos contemplando su divinidad”. Y la consecuencia: “Hay que permanecer en Cristo para vivir en la alegría”.
El discurso del Papa es un pequeño tratado de vida espiritual “para todos”.
La mirara de Cristo
Primer punto para “permanecer”: “tocar la humanidad de Cristo”. El Papa explica lo que él entiende por esto, evocando-como hace a menudo-la “mirada” de Cristo y también sus “sentimientos”: “Por la mirada y sentimientos de Jesús, que contempla la realidad, no como un juez, sino como el buen samaritano; que reconoce los valores del pueblo con el cual camina, así como sus heridas y pecados; que descubre el sufrimiento silencioso y se conmueve ante las necesidades de las personas, sobre todo cuando estas se ven avasalladas por la injusticia, la pobreza indigna, la indiferencia, o por la perversa acción de la corrupción y la violencia.
Pero el Papa une siempre la acción y la contemplación. Hizo hincapié en que se debe realizar también los “gestos” de Jesús: “Por los gestos y las palabras de Jesús, que expresan el amor hacia aquellos que están cerca y la búsqueda de aquellos que están lejos; la ternura y la firmeza en la denuncia del pecado y el anuncio del Evangelio; la alegría y la generosidad en el compromiso y el servicio sobre todo en favor de las personas más frágiles”.
Despertar el gusto por el estudio
La humanidad de Jesús, y también su divinidad. El Papa Francisco hace una segunda recomendación: “Permanecemos contemplando su divinidad”. Ha invitado especialmente a la oración de adoración”: “adorar”.
Primeramente ha invitado a ….estudiar! Es necesario, dice, despertar “el gusto de los estudios”: “despertando y sosteniendo la admiración por el estudio que acrecientan el conocimiento de Cristo porque, como recuerda San Agustín, no se puede amar a quien no se conoce (cf. La Trinidad, Libro X, cap. I, 3).
Frecuentar asiduamente la Biblia: “Privilegiando para ese conocimiento el encuentro con la Sagrada Escritura, especialmente el Evangelio, donde Cristo nos habla, nos revela su amor incondicional al Padre, nos contagia la alegría que brota de la obediencia a su voluntad y el servicio a los hermanos”.
Amar a Cristo y la Biblia
El Papa comenta a San Jerónimo: “Quién no conoce las Escrituras, no conoce a Jesús”. “Quién no ama las Escrituras, no ama a Jesús”. (cf. San Jerónimo, Prólogo al comentario del profeta Isaías: PL 24, 17) ¡Consagremos tiempo en una lectura orante de la Palabra! En auscultar en ella qué quiere Dios para nosotros y nuestro pueblo” ha exhortado el Papa invitando a cada uno a interrogarse sobre su tiempo cotidiano con la Palabra de Dios.
Para que este estudio-no cualquiera-nos ayude a comprender la realidad con la mirada de Dios: “Que todos nuestros estudios nos ayuden a ser capaces de interpretar la realidad con los ojos de Dios; que no sea un estudio evasivo de los aconteceres de nuestro pueblo, que tampoco vaya al vaivén de modas o ideologías. Que no se alimente de nostalgias ni quiera encorsetar el misterio; que no quiera responder a preguntas que ya nadie se hace y dejar en el vacío existencial a aquellos que nos cuestionan desde las coordenadas de sus mundos y sus culturas”.
La oración, fundamento de la vida cristiana
El Papa ha indicado también el “fundamento” de la vida cristiana: la oración. Una oración de adoración también, silenciosa: “Permaneced [en Él] y contemplar su divinidad haciendo de la oración un elemento fundamental de nuestra vida y de nuestro servicio apostólico. La oración nos libera del lastre de la mundanidad, nos enseña a vivir de manera gozosa, a elegir alejándonos de la superficialidad, en un ejercicio de verdadera libertad. La oración nos saca de estar centrardos en nosotros mismos, escondidos en una experiencia religiosa vacía y nos lleva a ponernos con docilidad en las manos de Dios para realizar su voluntad y hacer eficaz su proyecto de salvación. Y en la oración, adorar. Aprender a adorar en silencio.
La reconciliación y la misericordia
El Papa ha recordado que la obra de reconciliación – uno de los grandes temas de su viaje apostólico a Colombia – es primero la acción de Dios en cada uno: “Seamos hombres y mujeres reconciliados para reconciliar. Haber sido llamados no nos da un certificado de buena conducta e impecabilidad; no estamos revestidos de una aureola de santidad”. Ha dicho el Papa saludado por un torrente de aplausos.
Y ha ido más lejos poniendo el acento en el Jubileo de la Misericordia: “Todos somos pecadores, todos necesitamos del perdón y la misericordia de Dios para levantarnos cada día. Él arranca lo que no está bien y hemos hecho mal, lo echa fuera de la viña, lo quema. Nos deja limpios para poder dar fruto.”.
“Así es la fidelidad misericordiosa de Dios para con su pueblo, del que somos parte. Él nunca nos dejará tirados al borde del camino, nunca. Dios hace de todo para evitar que el pecado nos venza y que después nos cierre las puertas de nuestra vida a un futuro de esperanza y de gozo”, ha afirmado el Papa.
¡No! A los apóstoles amargados
Él ha venido sobre esta “alegría” cristiana a la que ha consagrado una exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi [Exhortación apostólica de Pablo VI] en 2013: “ Hay que permanecer en Cristo para vivir en la alegría”
“Si permanecemos en él, su alegría estará en nosotros. No seremos discípulos tristes y apóstoles amargados”, ha afirmado el Papa que tiene el don de la fórmula eficaz.
“Al contrario, ha continuado, reflejaremos y aportaremos la verdadera alegría, el gozo pleno que nadie nos va a poder quitar, difundiremos la esperanza de nuestra vida nueva que Cristo nos ha traído. La llamada de Dios no es una carga pesada que nos roba la alegría. Dios no nos quiere sumidos en la tristeza y en la fatiga que viene de las actividades mal vividas, sin una espiritualidad que haga feliz nuestra vida y aun de nuestras fatigas”.
La cuestión es también el anuncio de la Buena Nueva: “Nuestra alegría contagiosa tiene que ser el primer testimonio de la cercanía y del amor de Dios. Somos verdaderos dispensadores de la gracia de Dios cuando transparentamos la alegría del encuentro con Él”.
Un nuevo comienzo
Teniendo en cuenta las heridas que el país está tratando de curar, el Papa ha afirmado una vez más que la historia humana está en las manos de un Dios bueno, partiendo de los textos bíblicos: “En el Génesis, después del diluvio, Noé planta una viña como signo de un nuevo comienzo; al final del Éxodo, a aquellos a los que Moisés envió a inspeccionar la tierra prometida volvieron con un racimo de uvas, signo de esta tierra donde mana la leche y la miel. Dios ha puesto su mirada sobre nosotros, sobre nuestras comunidades y sobre nuestras familias. El Señor ha puesto su mirada sobre Colombia: vosotros sois el signo de este amor de predilección”.
El Papa Francisco ha anunciado un “nuevo comienzo” para la nación, cuya historia está marcada ahora por acuerdos de paz con la guerrilla de las FARC y el cese del fuego unilateral declarado por los rebeldes del ELN: “Nos vuelve a ofrecer todo nuestro amor y servicio en unión con Jesús, nuestra viña. Y de ser la promesa de un nuevo comienzo para Colombia, que deja atrás los diluvios de desacuerdo y de violencia, que quiere dar mucho fruto de justicia y de paz, de encuentro y de solidaridad”.
Anita Bourdin
© Traducción para ZENIT, Raquel Anillo
El Papa se despide de Colombia: el protagonista de la reconciliación «es la gente, no una élite»
Francisco en Cartagena de Indias
(Foto: Efe)
El proceso requiere mucho más que «marcos normativos y arreglos institucionales»
Después de haberse volcado durante cinco días en apoyar la reconciliación nacional en Colombia, el Papa Francisco ha advertido en su mensaje de despedida que «el autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite», pues «no necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos».
En la homilía de la misa para unas ochocientas mil personas, en el puerto de contenedores de Cartagena de Indias, el Santo Padre ha dicho a los colombianos que «las heridas profundas de la historia requieren instancias donde se haga justicia y se dé a las victimas la posibilidad de conocer la verdad», así como que «haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes».
Según el Papa, el «camino de pacificación» no puede quedar solo en manos de la política o la administración pública, pues «no se alcanza solo con el diseño de marcos normativos y arreglos institucionales».
Francisco ha citado unas palabras muy claras de Gabriel García Márquez: «Este desastre cultural no se arregla ni con plomo ni con plata, sino con una educación para la paz».
Hacia el final de la homilía, el Papa ha propuesto otro elemento de la reconciliación cristiana, que a veces no resulta fácil: «Hoy rezamos juntos por el rescate de aquellos que estuvieron errados, pero no por su destrucción; rezamos por la justicia y no la venganza, por la reparación en la verdad y no el olvido».
Terminada la Misa, el Santo Padre se dirigió al aeropuerto de Cartagena de Indias para emprender el vuelo de regreso a Roma.
Juan Vicente Boo
Enviado especial a Colombia
ABC
El Papa deja Colombia y vuela hacia Roma
El avión de Avianca llegará a Italia el lunes a las 12:40
El papa Francisco dejó este domingo por la noche Colombia, con el vuelo B-787 de la compañía de bandera Avianca, rumbo a Italia.
Después de la misa vespertina celebrada en la zona portuaria de Contecar, el Pontífice se trasladó en helicóptero al aeropuerto Rafael Nuñez de Cartagena, en donde poco después de las 19 hs., despegó hacia Roma.
En el aeropuerto fue recibido por el presidente Juan Manuel Santos, junto al cual el Santo Padre recibió los honores militares. El Pontífice antes de subir a la aeronave se despidió de las autoridades religiosas y civiles allí presentes.
No faltaron las coreografías de varios grupos folclóricos que realizaron danzas típicas del país, entre las cuales ‘El carnaval de Barranquilla’. El Pontífice cenará abordo, y en las 10,40 horas que durará el viaje se realizará también una rueda de prensa con los aproximadamente 70 periodistas presentes.
El Papa bendice a los jefes de estado durante su vuelo
Fotografía de Antonio Spadaro
Telegramas por sobrevolar el espacio aéreo de algunos países
El Papa, durante el viaje aéreo de Cartagena a Roma, ha sobrevolado en avión las Antillas Neerlandesas, Estados Unidos (Oceanía y Puerto Rico), Portugal (Azores), España, Francia, finalmente volviendo a Italia, y por ello, el Santo Padre Francesco ha enviado a los respectivos Jefes de Estado mensajes telegráficos.
El avión que llevaba al Santo Padre que regresaba del viaje apostólico a Colombia aterrizó en el aeropuerto de Roma-Ciampino hacia las 12:50 horas.
El Papa regresó al Vaticano a las 13:50 horas, tras su habitual visita a la Basílica de Santa María la Mayor para agradecer a la Virgen “Salus Populi Romani ” el feliz resultado del Viaje Apostólico.
Al sobrevolar España, el Papa ha enviado este mensaje al Rey Felipe IV: “De regreso a Roma, continuando mi viaje apostólico a Colombia, le envío de nuevo un cálido saludo a su majestad, los miembros de la familia real y la gente de España, con renovadas oraciones por su seguridad, bienestar y prosperidad para todos”.
Asimismo, dado que el avión sobrevoló el especio aéreo estadounidense al pasar por Puerto Rico y Oceanía, el Papa dirigió el telegrama al presidente Donald Trump, indicando que “reza por su excelencia y los ciudadanos” de este territorio.
Rosa Die Alcolea
Papa Francisco: “Debemos ayudar a resolver el problema humanitario” en Venezuela
El Santo Padre oró por Venezuela cuando viajaba hacia Colombia
(Foto Osservatore © Romano)
Lo indicó en la rueda de prensa del vuelo Colombia-Roma
“Lo que es más doloroso es el problema humanitario, tanta gente que escapa o sufre… Un problema humanitario que debemos ayudar a resolver de cualquier forma”, dijo anoche el Papa, que calificó como “muy difícil” la situación en Venezuela.
Así habló el papa Francisco de la crisis que sufre el país venezolano, en la noche del domingo 10 de septiembre de 2017, en la rueda de prensa realizada en el vuelo de regreso de Colombia a Roma.
La Santa Sede, indicó el Papa Francisco, “ha hablado fuerte y claramente. La Santa Sede envió a un nuncio de primer nivel, y ha hablado con personas y habló públicamente” de la situación en Venezuela “buscando siempre una salida, ayudando a salir, ofreciendo ayuda para salir”.
El Papa señaló que la Santa Sede ha enviado al grupo de trabajo con los ex presidentes de Venezuela un nuncio de primer nivel y ha hablado, ha hablado personalmente y públicamente de la crisis en el país, y ha indiciado que él ha hablado muchas veces de la situación en los rezos del Ángelus.
Oración en Cartagena
El papa Francisco aseguró su oración por “cada uno de los países de Latinoamérica, y de manera especial por la vecina Venezuela” ayer, domingo 10 de septiembre, en Cartagena de Indias, después de reza el Angelus.
Del mismo modo, expresó su “cercanía a cada uno de los hijos e hijas de esa amada nación, como también a los que han encontrado en este tierra colombiana un lugar de acogida”.
Rosa Die Alcolea
El Papa acude a la Virgen a su llegada a Roma
El Papa reza a la Virgen al llegar a Roma 11/09/2017
(© @oss_romano)
Tras 10 horas y 40 minutos de vuelo desde Colombia
El papa Francisco ha llegado al aeropuerto romano de Ciampino cerca de las 13 horas, desde Colombia, donde ha estado durante cinco días, anunciando un mensaje en favor de paz, esperanza y reconciliación para todos los colombianos y el rechazo de todo tipo de violencia.
Como tiene por costumbre, el Santo Padre ha acudido a la basílica de Santa María la Mayor nada más llegar a Roma, para agradecer a la Virgen las gracias recibidas en el viaje a Colombia, y ha depositado unas flores ante la imagen de la Virgen “Salus Populi Romani”, nombre que se le da en el siglo XIX al icono bizantino de la Virgen y el Niño, que procede de los primeros cristianos.
El avión de Avianca, en el que ha viajado el papa Francisco, aterrizó, en torno a las 12:50 horas (hora de Roma) en el aeropuerto de Ciampino, al este de la capital italiana, procedente de Cartagena de Indias.
Ayer, domingo 10 de septiembre de 2017, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y la primera dama, María Clemencia Rodríguez, acompañaron al Papa en su despedida al aeropuerto Rafael Núñez en Cartagena de Indias.
El presidente Santos recordó las palabras del Papa que le tocaron el corazón
Los homicidios cayeron en Colombia un 60%
“Durante la visita del Santo Padre” –señaló José Manuel Santos, presidente de Colombia– “no se registraron muertes violentas en Bogotá y los homicidios cayeron un 60%”.
Tras el despegue del avión del Papa, el presidente Juan Manuel Santos compartió con los colombianos en el aeropuerto Rafael Núñez, en Cartagena, las palabras del papa Francisco en este viaje que habían tocado su corazón, convirtiéndose así en el primer presidente hace este gesto tras una visita papal.
“Defendámonos con la humildad”, es una de las frases del Papa Francisco en este viaje que marcó al presidente, así como “donde haya odio y resentimiento, pongamos amor y misericordia”.
El Presidente Santos destacó algunas de las frases que el Papa ha dejado a los colombianos, en su 20º viaje pontificio. Por ejemplo: “Es hora de tender puentes, desactivar odios, renunciar a venganzas y reconciliarnos en un encuentro fraterno” o “Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación, será un fracaso”.
El presidente Santos citó varias premisas del Papa: “Reconciliarnos no significa desconocer las diferencias ni legitimar las injusticias”; “El odio no tiene la última palabra. El amor es más fuerte que la muerte y la violencia”,
Así como las exhortaciones: “Si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar con urgencia el paso hacia el bien común, la equidad, la justicia y el respeto de la naturaleza humana” y “No nos quedemos en dar el primer paso. Sigamos caminando juntos para ir al encuentro del otro en busca de la armonía y de la fraternidad”.
Juan Manuel Santos ofreció un importante dato: “Por ejemplo, durante la visita del Santo Padre no se registraron muertes violentas en Bogotá y los homicidios cayeron 60 por ciento”.
El presidente de Colombia agradeció a las autoridades, las Fuerzas armadas, la Policía nacional, los voluntarios, los bomberos, los organismos de socorro y a “todos los que colaboraron con tanta pasión para tener esta visita tan exitosa”.
También agradeció a las ciudades donde ha estado el Papa, a los alcaldes y personas que han colaborado, y a los periodistas quienes “transmitieron al país el mensaje del Papa y le contaron al mundo sobre la nueva Colombia que lo recibió”.
“La paz ya vuela sola”
En la última audiencia que tuvo con el papa Francisco, ayer domingo, 11 de septiembre de 2017, el presidente Juan Manuel Santos le agradeció su visita al país y las enseñanzas que dejó a los colombianos, y le entregó la paloma de la paz que el mandatario ha llevado desde el inicio del proceso, porque –consideró– “la paz ya vuela sola”.
El presidente Juan Manuel Santos expresó que en su última conversación con el Papa, le dijo que Colombia es “un mejor país” después de su visita y le prometió que “no cesaremos un solo minuto en la construcción de una paz estable y duradera. Le pedí que no nos abandone y que siempre nos lleve en sus oraciones”, agregó.
Además, el mandatario contó que le garantizó al Papa que Colombia seguirá siendo “tierra de acogida para los hermanos venezolanos” y será “aliado” para encontrar una solución a la grave crisis que afecta al vecino país.
Rosa Die Alcolea
Imagen:Salida del Papa a Colombia
(© L’Osservatore Romano)
Textos: Zenit