Ante el primer caso de eutanasia en Perú, la Conferencia Episcopal Peruana ha emitido un comunicado en el que recuerdan que la vida es un derecho, y por consiguiente la muerte digna, y ningún juez puede legitimar el suicidio de la persona en fin de vida. Entrevista con un médico objetor de conciencia que responde cómo acompañar al enfermo terminal.
Lima (Perú), 26 de abril 2024.- La Conferencia Episcopal Peruana publicó esta semana un comunicado sobre la primera aplicación de la eutanasia en el país, que puso fin a la vida de Ana Estrada, vulnerando su derecho inalienable a la vida. En el 2021, los obispos habían hecho público un comunicado sobre el mismo tema. Ante el caso de Estrada, los obispos recuerdan que el “ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, posee una intrínseca dignidad que nadie puede negarla ni restarla. Esta dignidad se hace más profunda por la encarnación de Cristo, que tiene naturaleza humana y vive la experiencia del ser humano”.
En otro momento del comunicado, la Conferencia recuerda que la Constitución del país establece con claridad que el “fin supremo de la sociedad y del Estado es la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad; esto es cuidar, respetar y promover la vida desde la concepción hasta su término natural; por tanto, ninguna autoridad puede legítimamente imponerla o permitirla”.
Contrarrestar la cultura de la muerte
Vatican News habló con Luis María Santiago Eduardo Solari de la Fuente, médico y político peruano. Ha sido presidente del Consejo de Ministros del Perú, y ministro de salud del Perú. Ha colaborado con la Conferencia Episcopal Peruana en la Comisión de Familia y Vida. «Ningún juez tiene derecho a ordenar a un médico, contra la libertad de conciencia y de credo a procurar la muerte como si fuera un tratamiento», sentenció el galeno.
Al preguntarle sobre cómo concientizar al Pueblo de Dios sobre el aborto y la eutanasia, que no son el camino justo para una vida, no pueden ser legitimados, el galeno dijo que se contrarresta la cultura de la muerte con la educación, con una formación humanista cristiana, que parta desde las escuelas primarias hasta la universidad, en las parroquias y en la comunidad.
La vida es un derecho. No un descarte
Los obispos recuerdan la Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Dignitas Infinita, en los números 51 y 52 donde se afirma que, “no hay ninguna situación, ni elemento alguno que justifique dar muerte a un ser humano, pues, la vida humana, incluso en su condición dolorosa, es portadora de una dignidad que debe respetarse siempre, que no puede perderse y cuyo respeto permanece incondicional”.
Y siguiendo con el documento, afirman que el “cristianismo revela y confiesa que el cuerpo humano es templo del Espíritu Santo y, por tanto, la vida es un don de Dios recibido para cuidarla, por eso, ayudar al suicida a quitarse la vida es una ofensa objetiva contra la dignidad de la persona que lo pide, aunque con ello se cumpliese su deseo: «debemos acompañar a la muerte, pero no provocar la muerte o ayudar cualquier forma de suicidio. La vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, no suministrada”.
Al respecto, cómo acompañar a un enfermo terminal, que sufre terriblemente. Normalmente, hay un pastor, un guía espiritual que le acompaña, pero sus seres queridos, cómo pueden acompañarlo en su dolor hasta el fin de sus días. El médico recomendó que el acompañante que estará cerca del paciente, debería estudiar la Salvifici Doloris de San Juan Pablo II, sobre el valor del sufrimiento en el cristiano, movido, hacia un acercamiento no al sufrimiento sino a la fuente de la vida.
El aborto y la eutanasia, son el desprecio a la vida
Solari de la Fuente afirmó que las instituciones tienen elementos para acompañar al enfermo terminal, como enfermerías las 24 horas, ventiladores en la casa si es necesario, para esperar que la ciencia dé una solución, como terapias alternativas. Afirma que ha habido casos que se le da al enfermo terminal un tiempo final, y ha superado ese tiempo.
Como médicos objetores de conciencia, acompañan a la persona, aplicando los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, en primer lugar, la dignidad de la persona, procuran cambiar las condiciones del enfermo, trabajan con solidaridad para aliviar el peso del dolor del enfermo y la subsidiaridad, entrenar, enseñar y asistir a la familia a través de las instituciones.
Un testimonio de acompañar a un enfermo
Como médico ha tenido pacientes terminales, ha visto a familias, que antes de esta situación estaban divididas, y al estar cerca de su ser querido, entran en un proceso de conversión familiar, afirmó por último, la familia se reunía alrededor del paciente a orar por su salud, y cuando el paciente falleció, a esa familia le quedó esa unión familiar. Esta situación abrió la puerta a un nuevo escenario.
«Cuando llega el sufrimiento a una familia en forma circunstancial, puede ser valorado en su plena dimensión. Las comunidades tienen un papel importante», dijo el médico; y afirmó: «Santa Rosa de Lima fue una gran acompañante de los enfermos y sus familias. Cuántas Santa Rosa hay hoy día que acompañan a los enfermos».
PATRICIA YNESTROZA
Vatican News