La caminata de José Luis Ábalos llega al final de su carrera en una meta cubierta de oprobio y detritus. Al levantino no le queda otra salida que negar toda evidencia, excusas de presunto buen trincador al que nadie cree, mucho menos aquellos que le palmeaban la espalda cuando Sánchez le entregó todo el poder del PSOE y lideraba el Ministerio de Transportes y Movilidad.
Se enfrenta y se aferra a una situación imposible para él. Lo mismo que el levantador de piedras que durante años fue el matón en sus andanzas y el recaudador presuntamente de las mordidas, según tiene acreditado la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y testificado Víctor de Aldama.
Acorralado y señalado como el jefe de la trama Koldo (ahora caso Sánchez) tiene difícil salida. Ignoro si su abogado ha establecido ya su líneas maestras de la defensa; lo sabremos cuando, próximamente, acuda a declarar al Tribunal Supremo a petición propia. Las pruebas le señalan.
Gentes que antes destacaban el «valor inmenso» político del que fuera número dos del presidente del Gobierno dicen ahora que la mejor decisión que pueda tomar José Luis Ábalos es decir la verdad y toda la verdad ante el juez. Al mismo tiempo pactar con la Fiscalía Anticorrupción algún trato de favor acogiéndose a beneficios y buen trato judicial. Dicho por corto y por derecho: tirar de la manta y que salga el sol por el barrio de Tetuán.
En realidad, no le queda otra. Porque los primeros que le han condenado de facto han sido sus antiguos compañeros socialistas, con Sánchez a la cabeza de la manifestación. Si, en efecto, decidiera transitar por ese modelo de autoinculpación su testimonio resultará aún más letal que lo declarado por Aldama. Imagino que sus antiguos conmilitones, con Santos Cerdán a la cabeza, habrán establecido algún tipo de conexión con el ex ministro.
Hasta la fecha, Ábalos ha mentido tanto como su antiguo jefe. Todavía está a tiempo (no mucho) de mostrar un ápice de dignidad y autoestima.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario 3l 8.12.2024