02/04/2011 – 22/11/2015
La arrancaron de mi lado en solemne funeral,
A encerrarla la llevaron por la orilla del mar
A un sepulcro en ese reino que se alza junto al mar,
Los arcángeles que no eran tan felices como nosotros dos,
Con envidia nos miraban desde ese Reino que es de Dios.
Ese fue el solo motivo, bien lo podéis preguntar,
Pues lo saben los hidalgos de aquel reino junto al mar,
Por el cual un viento vino de una nube carmesí
Congelando una noche a mi bella Luna.
Nuestro amor era tan grande y aún más firme en su candor
Que aquel de nuestros mayores, más sabios en el amor.
Ni los ángeles que moran en su cielo tutelar,
Ni los demonios que habitan negros abismos bajo el mar
Podrán apartarme nunca del alma que mora en mí,
Espíritu luminoso de mi bella Luna.
Pues los astros no se elevan sin traerme la mirada
Celestial que, yo adivino, son los ojos de mi amada.
Y la luna vaporosa jamás brilla ya en vano,
Pues su fulgor es ensueño de mi bella Luna.
Yazgo al lado de mi amada, mi hija bien amada,
Mientras retumba en la playa la nocturna marejada,
Yazgo en su tumba labrada cerca del mar rumoroso,
En su sepulcro a la orilla del inmenso océano.