Celebrando la Divina Liturgia de Pentecostés en la catedral greco-católica, el purpurado lleva el abrazo del Papa y de la Iglesia a las víctimas del conflicto
“He venido para encontrar a los que han sido golpeados por la violencia de la guerra, para traer el abrazo del Papa y el apoyo concreto de la caridad de la Iglesia”. Así lo aseguró el cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, durante la Divina Liturgia de Pentecostés —de acuerdo al calendario Juliano que sigue la Iglesia Ortodoxa– celebrada el domingo 19 en Leópolis en la catedral greco-católica. La visita a esta ciudad se enmarca en el viaje a Ucrania que el purpurado ha realizado desde el 15 de junio y concluyó el lunes 20.
Dirigiéndose en particular a las víctimas del conflicto que desde hace dos años golpea el país, el cardenal Parolin recordó “la misericordia amorosa de Dios” pidiendo que “no se sientan abandonados u olvidados por sus hermanos y hermanas en la humanidad”. El Espíritu Santo –precisó– sea el gran trabajador de paz, en esta tierra y en todo el mundo: a la confusión de las lenguas de Babel sustituya la comprensión recíproca de Pentecostés. Asimismo exhortó a invocar “con todas nuestras fuerzas al Espíritu esta renovada comprensión recíproca que ponga fin a todo odio y rencor”.
El deseo del Secretario de Estado es que “todos los creyentes en Cristo puedan, por obra del Espíritu de unidad, reencontrar el camino de esa comunión que el mismo Espíritu no cesa de suscitar a los que creen en Él”. Tal fraternidad –aseveró– se extienda a todos los creyentes y a cuantos buscan a Dios con corazón sincero.
A los hermanos de la Iglesia greco-católica el cardenal desea que reciban “los renovados efectos” de la bendición que, hace 15 años, pronunció el papa san Juan Pablo II durante la Divina Liturgia en Lvov: “Interceden por vosotros los santos y los beatos que en esta tierra de Ucrania alcanzaron la corona de la justicia… Por su intercesión quiera Dios derramar sobre vuestras heridas el óleo de la misericordia y de la consolación, para que podáis mirar con confianza lo que os espera, con la certeza interior de que sois hijos de un Padre que os ama tiernamente”.
Para concluir, el cardenal aseguró a los presentes que también ellos pueden “esperar del Espíritu la fuerza para que vuestros pasos pueden anunciar con eficacia, con impulso y generosidad abierta a todos, el Evangelio del Señor” y se les conceda “ser testigos de esa ‘teología’ que, para el Oriente Cristiano, no es doctrina teórica sino testimonio de vida hasta la contemplación del Rostro de Dios”.
Lancho García