El novelista peruano, uno de los protagonistas del llamado «Boom» de la literatura latinoamericana, falleció el 13 de abril a los 89 años. La Academia Sueca lo premió en 2010. Con sus escritos y relatos, denunció fundamentalismos y tiranías. La traductora de Einaudi, Federica Niola: «Fue el último monstruo sagrado de la literatura latinoamericana de los tiempos heroicos»

14 de abril 2025.- “Aprendí a leer a los cinco años y es lo más importante que me ha pasado en la vida”. Mario Vargas Llosa, con esta frase, abrió su Lectio el 7 de diciembre de 2010, en Estocolmo, con motivo del Premio Nobel de Literatura, que le fue otorgado «por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes nítidas de la resistencia, la revuelta y la derrota del individuo». La definición describe bien la variedad de paisajes interiores en las novelas del escritor y dramaturgo peruano, cuya obra es tan fluida y rica en cantidad y calidad que no es fácil establecer prioridades y clasificaciones entre ensayos, artículos periodísticos, obras de teatro, escritos de teoría literaria, a menudo tan apasionantes como cuentos.
Un maestro en Flaubert
En 1959, tenía 23 años y un gran deseo de dar forma a la vocación narrativa que sentía urgente dentro de sí; Necesita un maestro, un supuesto padre literario capaz de guiarle en la búsqueda de un estilo personal y eficaz. Y lo encuentra en Gustave Flaubert, autor de Madame Bovary. Al leer la pequeña gran historia de una oscura mujer provinciana “mal casada”, impulsada por grandes pero confusos ideales, descubre que lo que los críticos llaman realismo puede no ser incompatible con rigurosos cánones estéticos y grandes proyectos narrativos. Y que se puede desafiar a duelo la realidad aceptando la inmensidad de las propias ambiciones artísticas.
Un autor imprescindible
Federica Niola , estudiosa de la cultura latinoamericana y su traductora al italiano para Einaudi, lo describe en estos términos: «Fue el último monstruo sagrado superviviente de la literatura latinoamericana de los tiempos heroicos, un premio Nobel, a veces polémico desde el punto de vista político, pero esencial desde el punto de vista literario: desde los primeros, fundamentales, La ciudad y los perros , La casa verde , Conversaciones en la «Catedral» , hasta la mirada despiadada a la arbitrariedad del poder en La fiesta del chivo o Encrucijadas, desde las más desenfadadas La tía Julia y el escribidor o Las aventuras de la niña mala, hasta los últimos homenajes emotivos al Perú en El héroe discreto o Te dedico mi silencio .

Literatura y compromiso
En su discurso de Estocolmo, el narrador afirmó su fe en la escritura y su rechazo a toda forma de totalitarismo, junto con su condena al fanatismo y la violencia. Literatura y compromiso coexistieron en su vocación. Había amado a los grandes novelistas del siglo XIX, Hugo, Flaubert, Dickens, Tolstoi, entre otros. Pero había aprendido de Camus y Orwell, del siglo XX, que una “literatura desprovista de moralidad es inhumana”. En la década de 1960, Vargas Llosa fue uno de los protagonistas del llamado “Boom” de la literatura sudamericana. Su primera novela, La ciudad y los perros , texto clave de aquella revolución literaria latinoamericana, está inspirada en su experiencia en la Academia Militar Leoncio Prado, a donde lo envió su padre con la esperanza de sofocar su pasión por la escritura. Pasión que en cambio se hizo más fuerte.
La famosa Lectio nos dice mucho sobre el autor, quien la concluyó con estas palabras: «La literatura introduce en nuestro espíritu la intolerancia y la rebeldía que subyacen a todas las iniciativas que han contribuido a reducir la violencia en las relaciones humanas. Para reducir la violencia, no para eliminarla. Porque la nuestra siempre será, afortunadamente, una historia inconclusa. Por eso debemos seguir soñando, leyendo y escribiendo: la manera más eficaz que hemos encontrado para aliviar nuestra condición mortal, para vencer la carcoma del tiempo y para hacer posible lo imposible».
Un escritor múltiple
Escritor “múltiple”, Mario Vargas Llosa, de registros expresivos muy diversos y de mil rostros, incluso en la vida real, no sólo en la ficción de sus libros: activamente involucrado en política –en 1990 se presentó como candidato a la presidencia del Perú, perdiendo frente a Alberto Fujimori–, peruano de nacimiento e imaginario cultural, español de adopción, pero también francés por afinidades electivas.
«En París – escribió Llosa cuando sus libros pasaron a formar parte de la ‘Bibliothèque de la Pléiade’ de Gallimard – escribí mis primeras novelas, descubrí América Latina y comencé a sentirme latinoamericano, publiqué mis primeros libros y aprendí, gracias a Flaubert, un método de trabajo que me era propio, que me permitió llegar a ser lo que soy». Francia, continúa el escritor, ha sido maestra del universalismo, rasgo distintivo de la cultura occidental, nacido después de la Edad Media, que se fortalece al trasplantar raíces antiguas y gloriosas a realidades nuevas, incluso muy lejanas. «Apenas llegué a París en agosto de 1959, compré Madame Bovary en la librería de François Maspero, La Joie de Lire, en la calle Saint-Séverin, y esta novela, que leí en estado de trance, revolucionó mi visión de la literatura.»
Un rinoceronte rompiendo la valla
En la década de 1960, el escritor argentino Julio Cortázar comparó la energía narrativa de su amigo y colega con la de un rinoceronte del zoológico de Buenos Aires que rompía las paredes de su recinto, impulsado por el deseo de sumergirse en el estanque de la jaula vecina. Una anécdota recordada con cariño por el propio Vargas Llosa, para nada molesto por la violencia de esta imagen, capaz en cambio de evocar según el autor de La Fiesta del Chivo (Einaudi, 2011) el gran poder de la escritura: una fuerza capaz de saquear el mundo, «desollarlo, descomponerlo y recomponerlo en una imagen coherente, liberada de la fusión entre la palabra y la imaginación (…) con la serena pero irresistible fuerza de la inercia de un gran mamífero».

Un autor para releer
Federica Niola ha confrontado la clara precisión del lenguaje de Vargas Llosa: «La responsabilidad, al traducir, siempre reside en el compromiso de transmitir una voz de la manera más transparente posible, permitiéndole hablar en otra lengua. Cuando la prosa de un autor es absolutamente cristalina y su pensamiento es claro, vivo e inequívoco, como en el caso de Vargas Llosa, la responsabilidad del traductor es quizás aún mayor. En particular, a este respecto, recuerdo la obra sobre El llamado de la tribu , una especie de autobiografía política e intelectual que explicita las lecturas capaces de forjar, con el tiempo, su visión y su pensamiento sobre el mundo, un mapa que reconstruye las etapas de su formación liberal. Creo que vale la pena recuperarla, releerla y apreciar su lucidez y claridad, más allá de las afiliaciones políticas de cada persona».
Una ciudad a merced de la tecnología
Federica Niola también trabaja en la traducción de un cuento de Varga Llosa que publicará en otoño Einaudi. El traductor explica: «Justo estos días revisaba la traducción de esta historia que sigue las andanzas de un centenario en un Madrid futuro fantasma sin cines, bibliotecas ni museos, a merced de las innovaciones tecnológicas, lidiando con un mundo que desde hace tiempo es irreconocible. Una pequeña síntesis narrativa de pensamientos expresados repetidamente en diversos artículos y escritos, recopilados, entre otros, en el volumen La civilización del espectáculo. Un texto divertido, a veces desesperado, pero sobre todo melancólico, aún más hoy».
SILVIA GUIDI y EUGENIO MURRALI