Miro a la imagen y confirmo que siempre salen perdiendo los mismos. Las víctimas civiles se cuentan por cientos y el número de desplazados continúa creciendo, una presión insostenible para un sistema ya al límite
6 de febrero 2025.- Todo en la fotografía hiede. Peor aún, huele a muerte. Frente a nosotros un grupo de personas, todas jóvenes, se tapan la nariz y hasta vuelven el rostro ante los cadáveres que miembros de la Cruz Roja congoleña amontonan en una calle de Goma tras los últimos enfrentamientos entre el Ejército nacional congoleño y los rebeldes del M23, apoyados por Ruanda. Esta esquina de África soporta una enésima tormenta que reabre cicatrices que nunca acaban de suturar. Alrededor de Goma hay más de dos millones y medio de desplazados, muchos de ellos niños, como los que vemos en primera fila de la imagen, demasiado pequeños para estar tan acostumbrados al olor de los muertos. Quizás ni ellos mismos saben que la riqueza que encierra el suelo que habitan se ha convertido en una maldición que perpetúa su pobreza y multiplica los enfrentamientos. Quienes consigan el poder en Kivu del Norte, que así se llama la región que tiene a Goma como capital, tendrán en sus manos el control del cobre, el coltán, el estaño y el cobalto, materiales estratégicos para fabricar baterías eléctricas, turbinas eólicas o paneles solares y para alimentar las pantallas de smartphones y ordenadores. Este es el origen de la guerra interminable que se ha convertido en endémica desde hace casi tres décadas. Más de un centenar de grupos armados combaten entre sí o contra el Ejército en un conflicto que tiene como telón de fondo un negocio millonario que se paga a precio de sangre. En sus minas consumen su infancia un ejército de niños, explotados por las guerrillas en condiciones infrahumanas; mientras que los enfrentamientos originados por el M23, actor principal en el actual conflicto, facilitan que los minerales salgan ilegalmente hacia Ruanda para, desde allí, abastecer a grandes multinacionales del primer mundo. Es decir, a nosotros.
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Miro la imagen y confirmo que siempre salen perdiendo los mismos. Cáritas advierte de que las estructuras sanitarias de Goma ya se han colapsado. Las víctimas civiles se cuentan por cientos y el número de desplazados continúa creciendo, una presión insostenible para un sistema que ya está al límite. Se entiende que el obispo de Goma, Willy Ngumbi, haya hecho un llamamiento a la unidad: «Permanezcamos unidos, permanezcamos hermanos».
El rictus serio e inexpresivo de quienes tenemos frente a nuestros ojos en la imagen es el mismo que presencié en el viaje del Papa Francisco a la República Democrática del Congo en 2023. Durante el encuentro con las víctimas de las matanzas y la explotación en las minas fue muy difícil mantener el tipo y contener las lágrimas ante la dureza de sus testimonios. Francisco apenas podía articular palabra y rezó en alto esta oración: «Padre, ten piedad de nosotros. Consuela a las víctimas y a los que sufren. Convierte los corazones de los que cometen crueles atrocidades, que deshonran a toda la humanidad. Y abre los ojos de aquellos que los cierran o miran para otro lado ante estas abominaciones». Que no seamos nosotros quienes miremos esta fotografía desde lejos. Escuchemos su dolor y el grito de su sangre y recemos para que la paz que necesitan no siga siendo tan esquiva».
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EVA FERNÁNDEZ
Alfa y Omega