El Secretario para las Relaciones con los Estados, en el Principado de Mónaco como invitado de Alberto II, celebra la misa por la solemnidad de la patrona Santa Devota. Recordando el testimonio de la mártir, denuncia que, aún hoy, «afirmar la propia fe cristiana puede conducir a acusaciones de blasfemia» o a «discriminación, encarcelamiento o muerte». La invitación es a «no ceder a la tentación de dejarse invadir por el odio». Recordó que muchos cristianos son víctimas de la injusticia.
Ciudad del Vaticano, 27 de enero 2025.- La «cólera» sí. Contra el mal y la injusticia es legítimo. Pero odio nunca, ni siquiera cuando uno es perseguido por su fe hasta la discriminación, el encarcelamiento o incluso la muerte. Desde el Principado de Mónaco, ciudad-Estado de mayoría católica, donde desde ayer, 26 de enero, es huésped del Príncipe Alberto II, monseñor Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, recuerda el sufrimiento de tantos cristianos que, en algunas zonas del mundo, sufren violencia y abusos. El prelado se dirigió a ellos durante la misa en la catedral de la Inmaculada Concepción, con ocasión de la fiesta de la patrona Santa Devota, exhortándoles a no dejarse envenenar el corazón, pero sin dejar de denunciar las violaciones de la libertad religiosa, «un derecho fundamental, primario e inalienable, que debe ser promovido en todas partes y por el que otros, antes que nosotros y por nosotros, han pagado con su vida».
El saludo del Papa
Una pista para reflexionar sobre este tema que desgraciadamente sigue de actualidad es el testimonio de la patrona, una virgen corsa cruelmente martirizada en 304 tras negarse a obedecer al emperador.Dévote fue torturada en Marsella antes de ser ejecutada a pesar de su corta edad; los monegascos la veneran como patrona y celebran su solemnidad cada 26 de enero.Las celebraciones tuvieron lugar ayer, incluido un espectáculo de drones, al que asistió Gallagher, que por la mañana se reunió con Alberto II en el Palacio Real y por la tarde participó en la procesión de la Avenue Président J.F. Kennedy, junto con la familia principesca.Esta mañana se celebró la misa de la fiesta patronal en presencia, entre otros, de diversas autoridades civiles y militares, del Nuncio Martin Krebs, del clero local y de los habitantes del Principado.A todos, el arzobispo llevó el «saludo, la cercanía y la bendición» del Papa y expresó sus condolencias por el fallecimiento del Ministro de Estado Didier Guillaume el 17 de enero. También dirigió un pensamiento a los peregrinos venidos de Córcega, tierra natal de Sainte Dévote.

Persecuciones anticristianas
La historia del santo proporciona el esquema de la homilía.Un «triste recordatorio» que rememora la conocida afirmación de Tertuliano: «La sangre de los mártires es la semilla de los cristianos».Una frase que se remonta a siglos atrás pero que sigue brillando hoy por su actualidad, teniendo en cuenta que «en varios países», remarcó Gallagher, «afirmar la propia fe cristiana puede conducir a acusaciones de blasfemia contra una religión dominante, llevar a la discriminación en el acceso a un empleo, a un puesto, a una promoción, o incluso a la propiedad, o conducir a la cárcel o a la muerte».
Libertad religiosa amenazada
No es el caso del Principado de Mónaco, «donde el catolicismo sigue siendo la religión oficial», aclara el secretario para las Relaciones con los Estados, sino de muchas tierras donde «no es tanto la fe cristiana la que está en peligro -la historia ha demostrado que incluso en países donde se ha intentado erradicarla, resiste y se fortalece frente a los ataques-, sino la libertad religiosa la que está seriamente amenazada».Y esta libertad «es un bien inestimable, un bien que hay que preservar, defender y respetar».
Los acontecimientos actuales revelan, sin embargo, una «lista de horrores cada vez más larga, en la que los cristianos -y muchos otros- son víctimas de la injusticia y la violencia». Ante tal panorama, el Secretario para las Relaciones con los Estados instó a «no ceder a la tentación de dejar que el odio invada nuestros corazones».
Humildad para llegar a la paz
Siguiendo con su homilía, y volviendo la mirada a la larga lista de mártires, Gallagher habló a continuación del «coraje de la paz» como «camino de esperanza» ante los obstáculos y las pruebas.«Es cultivando la humildad, la mansedumbre y la magnanimidad como lograremos derribar los numerosos muros invisibles que marginan, separan y aíslan a nuestras sociedades», afirmó. Donde hay orgullo, siempre hay guerra, siempre hay un deseo de vencer a los demás, de creerse superior», añadió, “sin humildad no hay paz y sin paz no hay unidad”.
Sembrar esperanza en las desolaciones del mundo
Al concluir su homilía, Gallagher invitó a «vivir plenamente la fe» frente a los desafíos de este mundo.Una invitación reforzada por una imagen, la típicamente monegasca del Gran Premio de Fórmula 1, cuya primera curva del circuito lleva el nombre de Santa Devota.He aquí que esa curva no es la más compleja técnicamente, pero tiene «un poderoso significado espiritual», porque nos invita simbólicamente a evaluar con atención «los puntos de inflexión de nuestra vida cristiana, los cambios de dirección a menudo inevitables», dijo el arzobispo. «Que este viraje de Santa Devota nos ayude a evitar resbalones, a mantener nuestro rumbo en un camino recto y seguro: el de Cristo», fue su deseo para todos los monegascos, junto con la exhortación a “comprometernos sin demora”, durante todo el Jubileo, »en la búsqueda de la esperanza perdida, para sembrarla en las desolaciones de nuestro tiempo y de nuestro mundo.»
SALVATORE CERNUZIO