70 laicas y religiosas comienzan un proceso de escucha y análisis de sus entornos. Propondrán aportaciones al cardenal Cobo para enriquecer a la Iglesia.
23 de enero 2025.- «Esta petición es más que procedente y ahora toca, es el momento de estudiar el papel de la mujer en la Iglesia, ponerle la mirada y darle voz». Así lo ve Alba Duchemin, de 33 años y miembro del equipo motor del encuentro que tendrán este jueves 70 mujeres de diferentes vocaciones y realidades eclesiales de la archidiócesis de Madrid. Diseñarán una estrategia común con la que analizar los lugares en los que están insertadas, motivo por el que este espacio se llama Observatorio de las Mujeres de la Iglesia de Madrid. «Sin ser expertas, estamos moviendo a todas las voluntarias porque lo que queremos es que haya participación, hacer un proceso lo más sinodal posible y no perdernos por el camino ninguna vivencia», destaca esta laica empleada en la ONG Jóvenes y Desarrollo y vinculada a la parroquia María Auxiliadora, de los salesianos de Atocha. Tras vivir allí «todo mi itinerario de educación en la fe», forma desde hace diez años a adolescentes y jóvenes universitarios, por lo que su perfil le ha resultado de gran interés a la archidiócesis para coordinar este proceso de escucha y para hacer llegar sus frutos a las nuevas generaciones.
Con 64 entidades representadas, Duchemin celebra la «muy buena acogida» de las mujeres que participarán en este observatorio. Su primera sesión será online, aunque se buscará en el futuro un encuentro cara a cara para un intercambio más informal y el desarrollo de redes. Revela con sorpresa que, lejos de conformarse con la aportación que puedan hacer, las participantes con las que ha contactado le dicen «quiero hacer esto y además lo otro». «Es la experiencia de sentirse una Iglesia viva», reivindica.
Todas las sensibilidades
Isabel Aylagas, subdirectora de Cáritas Vicaría 5 y coordinadora de la Mesa de las Mujeres en la Iglesia de la archidiócesis de Madrid, explica que este observatorio al que se da «el pistoletazo de salida» este jueves tendrá tres fases concretas. Por un lado, esta primera que arranca ahora proporcionará a las participantes una plantilla con pautas específicas para analizar los espacios en los que está cada una. Después comenzará una segunda «con entrevistas en profundidad a distintas mujeres» para conocer sus inquietudes y diagnósticos. A la busca de voces complementarias, cabe la opción de que en esta etapa se pregunte a más mujeres aparte de las 70 iniciales, aunque por motivos prácticos nunca se llegaría a duplicar la cifra de participantes. «Luego están los grupos de discusión, donde se mezclarán las mujeres para comentar cómo viven su estar en la Iglesia». El resultado más tangible y esperable es que en junio estas reflexiones cristalicen en una serie de recomendaciones al arzobispo de Madrid, José Cobo. «El cardenal lo que quiere es escuchar a las mujeres y tener en cuenta sus aportaciones», explica Aylagas.
Según esta laica, el espíritu del encuentro «va en la línea de la diocesanidad y la escucha de diferentes sensibilidades». De hecho contará con mujeres vinculadas a todo tipo de entidades como la HOAC, Cáritas, el Opus Dei, Renovación Carismática, En Común o el Camino Neocatecumenal. «Lo que nos interesa es la diversidad y la amplitud», sentencia la coordinadora de la Mesa de las Mujeres en la Iglesia.
Aunque el trabajo de campo está por hacer —y sin ánimo de influir en las futuras observaciones— el equipo motor se anima a compartir algunas intuiciones de qué se podría pedir. Por ejemplo, Nekane Abalia, vinculada al Colegio San Viator y a la parroquia Virgen de la Fuensanta en Usera, lamenta que para algunas personas aún suponga un escándalo que una mujer proclame la primera lectura o el salmo responsorial. De 53 años, con dos hijos y empleada en el mundo social, diagnostica que en la Iglesia a veces sucede lo mismo que en su sector laboral o el sanitario. «Hay muchas mujeres en las bases pero, cuando empiezas a subir, son solo hombres». Al tiempo que solicita más visibilidad, también encarga a las mujeres superar «la educación que recibimos» y ponerse a tiro de los cargos visibles. «Les recomendaría dar un paso adelante y ponerse al frente del espacio que puedan. ¿Estás en una parroquia? Ofrécete».
Por su parte, Camino Cornejo, de 52 años, con tres hijos y vinculada a la unidad pastoral formada por las parroquias Santo Tomás de Villanueva y San Ambrosio, recuerda que —tal y como recomienda el propio Sínodo y el cardenal Cobo señala siempre que tiene ocasión— «en todas las parroquias debería haber un consejo pastoral y otro económico que sean reflejo de la vida parroquial, donde las mujeres están mayoritariamente». Implicada en los de su comunidad desde hace 25 años, también reclama, más allá de la iglesia de su barrio, «tener voz en las escuelas de Teología y en los seminarios». «Este está siendo un tiempo muy bonito de despertar», celebra respecto a la inauguración del observatorio.
Consenso y cuidados
Ana Fuentes, religiosa de las teresianas de Ossó y también miembro del equipo motor, apunta que, aunque habrá sensibilidades diferentes entre las 50 mujeres que observarán la realidad de la Iglesia, «da igual porque el deseo es buscar y proponer juntas». «Hay una aportación de cada una, como en la parábola de los talentos: hay que ponerla en juego, cada una lleva sus panes y sus peces», compara.
Por su parte, Alba Duchemin apunta que estas conversaciones se desarrollarán desde una «teología del feminismo» en la que la ternura y los cuidados son dos elementos nucleares. Por tanto, a la hora de poner sobre el papel las experiencias de cada una será importantísimo «no arrasar ni avasallar» sino dar espacio a que cada una comparta su visión. Lejos de una lógica parlamentaria donde una mayoría aplasta a la minoría, este observatorio pretende seguir la forma de trabajo ya inaugurada en el Sínodo sobre la sinodalidad, donde tuvieron primacía los consensos e incluso su propio documento final recogió varios tipos de preocupaciones. Así, cuando en junio se produzca la elaboración de las recomendaciones finales al cardenal, como explica Duchemin, «no hay por qué llegar a un modelo igual ni homogeneizar. Si salen cuatro conclusiones diferentes, se ponen las cuatro».
Garantizar la participación
Nekane Abalia, miembro del equipo motor del Observatorio de las Mujeres de la Iglesia de Madrid, explica que el espacio aspira a saltar tres brechas para lograr un análisis veraz. Por un lado, la tecnológica, pues las ocho mujeres que conforman el equipo motor han comprobado preparando la sesión online de este jueves que «hay una mujer mayor de una parroquia que no tenía correo electrónico y a la que va a ayudar su hija». Nótese, pues viene al hilo, que es una hija y no un hijo quien se ha ofrecido a asistirla. Así, aparte de garantizar la participación de jóvenes como Alba Duchemin, también es vital que se escuche a las ancianas. Una segunda barrera a superar es la geográfica. Para sortearla, se han buscado de forma deliberada perfiles rurales, de modo que no se confíen todas las opiniones a fieles ubicadas en el área metropolitana. Y un tercer propósito, que se deberá implementar más tarde, es abrir la participación a «hombres con sensibilidad y ligados a la Iglesia», que también tienen intuiciones que aportar y jugarán un papel clave para que los cambios sean interiorizados en los grupos mixtos.
RODRIGO MORENO QUICIOS
Alfa y Omega