Por primera vez en los 70 años de historia de las Naciones Unidas, su secretario General, Ban Ki-moon, ha convocado una Cumbre Humanitaria Mundial. Este encuentro se celebra en Estambul y hasta allí ha viajado una delegación vaticana, para representar a la Santa Sede. El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, y cabeza de dicha delegación, ha leído un mensaje de parte del Santo Padre.
Así, Francisco lanza un reto a los asistentes a la Cumbre: “Escuchemos el grito de las víctimas y los que sufren. Dejemos que ellos nos enseñen una lección de humanidad. Cambiemos nuestro modo de vida, la política, las opciones económicas, las conductas y actitudes de superioridad cultural”. Del mismo modo, asegura que aprendiendo de las víctimas y los que sufren, “seremos capaces de construir un mundo más humano”.
En el mensaje, el Pontífice manifiesta su deseo de que este encuentro pueda “contribuir de una forma real a aliviar los sufrimientos” de millones de personas, y que los frutos de la Cumbre “se puedan demostrar a través de una sincera solidaridad y respeto verdadero y profundo por los derechos y la dignidad de las personas que sufren debido a los conflictos, la violencia, la persecución y los desastres naturales”. En este contexto, precisa Francisco, “las víctimas son aquellos que son más vulnerables, aquellos que viven en condiciones de miseria y explotación”.
El papa Francisco saluda a los allí presentes, reunidos en esta ocasión para ser “un punto de inflexión en la vida de millones de personas que necesitan protección, atención y asistencia, y que buscan un futuro digno”.
Por otro lado, el Santo Padre asegura que no podemos negar que hoy en día muchos intereses impiden soluciones a los conflictos, y estas estrategias militares, económicas y geopolíticas desplazan a personas y pueblos e “imponen al dios dinero”, al “dios poder”. Al mismo tiempo, precisa que “los esfuerzos humanitarios son frecuentemente condicionados por limitaciones comerciales e ideológicas”.
El Papa argentino explica que lo que se necesita hoy en día es un compromiso renovado de proteger “a cada persona en su vida diaria” y “su dignidad y sus derechos humanos, su seguridad y sus necesidades integrales”. También es necesario –prosigue Francisco– preservar la libertad y la identidad social y cultural de los pueblos; sin que ello implique casos de aislamiento, sino que se favorezca la cooperación, el diálogo, y sobre todo la paz.
E insiste una vez más: no debe haber ninguna familia sin un hogar, ningún refugiado sin una bienvenida, ninguna persona sin dignidad, ninguna persona herida sin cuidado, ningún niño sin infancia, ningún hombre o una mujer joven sin futuro, ninguna persona anciana sin vejez digna. Que esta sea también la ocasión, exhorta el Pontífice, para reconocer la labor de aquellos que sirven a sus vecinos y contribuyen a consolar “los sufrimientos de las víctimas de la guerra y la calamidad, de los desplazados y refugiados, y de los que se preocupan por la sociedad”, especialmente a través de opciones valientes en favor de la paz, el respeto, el cuidado y el perdón.
Para concluir, el Santo Padre precisa que nadie ama a un concepto o a una idea sino que amamos a las personas. Por eso, asegura que “el auto-sacrificio, el verdadero don de sí”, brota del amor “hacia los hombres y las mujeres, los niños y los ancianos, los pueblos y las comunidades”.
Rocío Lancho García (Zenit-Ciudad del Vaticano)
Parolin en Estambul: “No cansarse nunca de trabajar por el desarme y la paz”
El secretario de Estado ha intervenido en la Cumbre Humanitaria Mundial
“Construir una paz duradera y la seguridad significa perseguir un desarrollo humano integral así como afrontar las causas que están en la raíz del conflicto”. Así lo ha afirmado el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, en su intervención en la primera Cumbre Humanitaria Mundial, que se celebra en Estambul.
El secretario de Estado Vaticano se ha hecho portavoz del compromiso llevado adelante “incesantemente” por la Santa Sede para “salvar vidas humanas y ahorrar a las generaciones futuras los flagelos de la guerra”. Del mismo modo ha subrayado la contribución que esta ha ofrecido por el trabajo colectivo de “prevención de las crisis humanitarias en las que el desarme puede desarrollar un rol significativo en el garantizar una coexistencia pacífica entre las naciones, así como la cohesión social dentro de ellas”.
“No hay que cansarse nunca de trabajar por el desarme nuclear y la no proliferación; por la eliminación de las minas antipersona y las bombas de racimo”, ha subrayado el cardenal. Además ha exhortado a favorecer a través de una diplomacia “formal e informal” un cultura de paz, solidaridad y pleno respeto por la dignidad humana.
La Santa Sede –ha añadido– está firmemente convencida de la “naturaleza fundamentalmente deshumana de la guerra y de la necesidad urgente de prevenir y poner fin a los conflictos armados y la violencia entre los pueblos y los Estados, de forma que sean respetuosos con los principios éticos comunes que unen a todos los miembros de la familia humana y constituyen la base para todas las acciones humanas o humanitarias”.
Finalmente ha lanzado un llamamiento para emplear recursos que animen en las escuelas y en las instituciones sociales a la educación en la paz y a la inclusión “esenciales para prevenir los conflictos”.