«Resulta increíble desde el punto de vista democrático que esta Blasco tenga cuajo para presentarse por aquí después de todo lo que se ha destapado… Hace falta tener jeta y ningún pudor…», afirmaba a este columnista una joven y destacada investigadora del CNIO tras sentirse «anonada» ante el cúmulo de «fechorías» perpetradas por la experta en Biología Molecular.
No hay día que pase sin que se destape alguna trapisonda con la firma de la señora Blasco a la que sus jefes en el Gobierno le han permitido todo. Fue metida con calzador por Cristina Garmendia cuando el malhadado Gobierno Zapatero y los del PP (Rajoy) no la mandaron a paseo. Luego llegó Sánchez y todo rodado, porque es gran fan del marido de Begoña Gómez.
Lleva razón la becaria por cuanto el impacto social en todos los sectores de la sociedad española al conocer en qué invertía María Antonia Blasco el dinero del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas ha sido y es tremendo, y eso que todavía el caso no ha entrado en sede parlamentaria ni tampoco en sede judicial. El desgaste para el Gobierno es importante y el daño reputacional y de todo tipo para el CNIO enorme.
Salvando todas las distancias posibles con aquellos años en cantidades económicas y circunstancias políticas, el hecho cierto es que el actual escándalo (in crescendo) protagonizado por la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, María Antonia Blasco, y un grupo de conmilitones durante trece años recuerdan en demasía a aquellos affaires del final del felipismo, como lo de Roldán, lo de la Cruz Roja, el Boletín Oficial del Estado, etc.
Dinero del cáncer para hacerse un nombre entre la prensa, dinero del cáncer para fundaciones animalistas donde curra su mujer, ser patrona de una fundación del PSOE, sobresueldos a gogó para ella y sus afines… Esto, ¿qué es? ¿Progresismo? ¿Izquierdismo? ¿Carne de prisión?.
Lo primero que se le demanda a la todavía máxima responsable del Centro es devolver el dinero. Está callada como un ratón inyectado. Lo segundo, es el tema de las regalías a su discreción cuando la Intervención General del Esatdo (IGAE) y la Abogacía del Estado le ha dicho por activa y por pasiva que no puede interpretarlas a su antojo. Lo tercero es saber qué tipo de relación política tiene con el sanchismo, que todo el mundo sospecha ha sido y es notable.
La responsabilidad política decae en toda su extensión en la ministra Morant, que parece no enterarse de nada, en el secretario de Estado, Juan Cruz Cigudosa, y en la secretaria general y presidenta del Patronato CNIO, Eva Ortega. Ellos son responsables de haber permitido los desaguisados (por ser caritativos) producidos en el Centro y por no atreverse a ponerla de patitas en la calle desde el segundo cero.
Se equivocan si creen que el asunto se olvidará fácilmente. Ha penetrado con fuerza en el corazón del pueblo (que es al final quien paga) y de manera especial en aquellos familiares con enfermos de cáncer y en los enfermos de tan maldita enfermedad. Es de esos temas que tardan mucho en olvidarse.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 21.12.2024