El histórico vaticanista recuerda las horas del atentado a Juan Pablo II y los cambios que sucedieron
(ZENIT – Roma).- “Juan Pablo II el primer Papa no italiano de los tiempos modernos, el primero asesinado…”. El famoso periodistas vaticanista Luigi Accattoli, se acuerda del inicio del artículo que escribió para el diario La Repubblica ese 13 de mayo de 1981.
Era el día del atentado al Papa, cuando el mundo estaba en vilo esperando noticias sobre el Pontífice polaco. Un hecho que nunca había sucedido en la historia: “Parecía fuera de toda posibilidad que el Papa pudiera sufrir un atentado”, cuenta Accatoli a ZENIT, “al punto que no existían medidas de protección. Llegó todo después de aquel 13 de mayo: los detectores de metal, las vallas en la plaza de San Pedro, los cristales blindados…”.
El mismo periodista que en ese momento estaba fuera de Roma con sus hijos, no lograba creer lo que escuchaba. “Entré en una tienda y escuché la noticia por la radio. Pensé que fuera un programa de ficción, hasta que habló Gregorio Donato, un querido vaticanista que informaba desde la Sala de Prensa del Vaticano. Era todo verdadero…”.
“Corrí a mi casa y me puse a trabajar para La Repubblica que me pidió escribiera sobre la muerte del Papa. La sensación general, también por las indiscreciones que llegaban de la clínica Gemelli, era que su muerte sería inmediata”.
Todo fue muy rápido: la operación, las declaraciones de los médicos, los comunicados de la Sala de Prensa del Vaticano y del Policlínico Gemelli.
“Esta fue una gran transformación para la época porque hablar de la salud del Papa era un tema tabú. Así fue durante el pontificado de Pablo VI. En cambio ese drama del mes de mayo entre los diversos cambios que produjo fue tener una información más puntual del Vaticano sobre las condiciones físicas del Pontífice”.
Por su parte, también los periodistas tuvieron que adaptarse a los cambios: “Tuvimos que aprender el lenguaje específico para entender todo” subraya.
El temor por su muerte creció en dos ocasiones, “la primera por desangramiento durante la operación realizada inmediatamente después del disparo”, y “50 días después por una infección de citomegalovirus, potencialmente mortal, que le hizo regresar al Gemelli”.
“Estábamos preparados psicológicamente para la muerte del Papa”, explica Accattoli, y mientras en la Plaza de San Pedro se rezaba “nosotros los periodistas no teníamos la posibilidad de actualizarnos, escribíamos pensando en su muerte”.
En cambio sucedió el ‘milagro’, como Wojtyla lo definió por todo el resto de su pontificado, y se lo agradeció a la Virgen de Fátima, fiesta que la Iglesia celebra el 13 de mayo. Las palabras del Papa polaco al respecto fueron históricas: “Una mano disparó y otra guió la bala”. Y Wojtyla lo interpretó así hasta la publicación de la tercera parte del mensaje de Fátima en el 2000.
“Como periodista no quiero entrar en el tema del milagro” afirma Accattoli, pero “seguramente fue un gran suspiro de alivio: el Papa se ha salvado”.
Sobre la mano de Ali Agca, el terrorista turco de origen curdo que disparó al Papa, el periodista señala que son demasiadas las conjeturas: los lobos grises, de los servicios secretos búlgaros, el KGB soviético, el terrorismo turco, la CIA… Muchas hipótesis pero que después de 35 años aún no han tenido respuesta.
Para Accattoli, se trata de todos modos “de aquella franja de terrorismo islamista de matriz fundamentalista que en la historia del islam siempre estuvo para afirmar la propia identidad”. Y señala que “la idea en el mundo islamista de conquistar Roma es antigua, no la inventó el ISIS, viene desde la Edad Media”.
Finalmente explica que hoy en día no sería posible entrar en la plaza de San Pedro armado, pero “cambió la percepción del Papa y todos hoy mirando a la multitud pensamos que alguien podría dispararle”. Especialmente porque ahora “el Papa se acerca, sale, se mezcla con la gente, arriesga su vida. Ahora -concluye el vaticanista– está claro que el Papa está expuesto y esto es evangélico, es una verdad humana y cristiana.
Salvatore Cernuzio