Con motivo de las elecciones presidenciales americanas, repasamos algunas de las reflexiones de los Pontífices sobre los Estados Unidos de América, comenzando por la histórica visita de Juan Pablo II a Washington en 1979.
Ciudad del Vaticano, 6 de noviembre 2024.- Los ojos del mundo están puestos hoy en los Estados Unidos de América. Donald Trump es de nuevo presidente del país, el número 47. El desafío por la Casa Blanca enfrentó al candidato republicano con la demócrata Kamala Harris. Pero, ¿con qué ojos debemos mirar la historia y las esperanzas del pueblo estadounidense? Siguiendo la perspectiva trazada en discursos, visitas y encuentros históricos de los Pontífices con los máximos representantes de esta nación, surge un marco en el que, ya antes de la independencia en 1776, la herencia espiritual juega un papel primordial.
La semilla cristiana en la historia de Estados Unidos
“Un pueblo que basa su concepción de la vida sobre valores morales y espirituales, sobre un profundo sentido religioso, sobre el respeto por el deber y sobre la generosidad en el servicio a la humanidad”. Este es el retrato de la nación americana trazado el 6 de octubre de 1979 por Juan Pablo II, el primer Pontífice que visitó la capital estadounidense, donde los nobles principios están impresos en monumentos dedicados a figuras tan representativas como George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos de América. Un “hombre de carácter firme y de penetrante sagacidad mental”, subrayó Pío XII en su encíclica Sertum Laetitiae. En este texto, escrito en 1939 con ocasión del 150 aniversario del establecimiento de la jerarquía eclesiástica en los Estados Unidos, el Papa Pacelli recuerda “la firme amistad” entre el padre de la patria americana y el primer párroco de Baltimore, monseñor John Carroll, “unidos por lazos de benevolencia”, como ejemplo perpetuo para la posteridad de la conexión entre los “principios éticos supremos” y la fe cristiana. El Papa Pío XII, refiriéndose al florecimiento de la Iglesia católica en este país, recordó en particular la encíclica Longiqua Oceani, de León XIII, de 1895. “Así como el arca de Noé -escribió el Papa Pecci- llevaba en su interior la semilla de Israel y las reliquias del género humano, del mismo modo las naves de Colón, apoyándose en el océano, llevaron el principio de los grandes Estados y la semilla del catolicismo a las tierras de ultramar”.
La paz y la conciencia moral
En los encuentros entre los Pontífices y los Jefes de Estado americanos, las nobles tradiciones de la historia americana ligadas a los valores espirituales se funden también con el anhelo de paz. El 6 de diciembre de 1959 el Papa Juan XXIII recibió en el Palacio Apostólico Vaticano al Presidente de los Estados Unidos de América, Dwight D. Eìsenhower. En aquella ocasión Roncalli se alegró de ver que los Estados Unidos se esforzaban por alcanzar “los altos ideales de una leal y eficiente concordia entre las naciones”. El 4 de octubre de 1965 fue la primera visita de un Papa al Palacio de Cristal. El Papa Pablo VI concluye su discurso en la sede de la ONU en Nueva York con este deseo: “Debemos habituarnos a pensar en el hombre en una forma nueva”. “Debemos ver en una forma nueva, los caminos de la historia y los destinos del mundo” para que prevalezca la “conciencia moral del hombre”. La voz de la conciencia está firmemente unida a la de la libertad. Benedicto XVI se detuvo en este tema durante su viaje apostólico a Estados Unidos en 2008. La libertad -dice- no es sólo un don, sino también una llamada a la responsabilidad personal. Los estadounidenses lo saben por experiencia. “Casi todas las ciudades de este país -explica el Papa Benedicto XVI- tienen sus monumentos en honor a cuantos han sacrificado su vida en defensa de la libertad”.
Caminos de libertad
La historia de Estados Unidos también puede leerse a través del legado que dejaron sus grandes hijos. Durante su visita al Congreso el 24 de septiembre de 2015, el Papa Francisco recordó que Abraham Lincoln fue el defensor de la libertad que trabajó incansablemente para que “esta Nación, por la gracia de Dios, tenga una nueva aurora de libertad”. El sueño de Martin Luther King de “plenos derechos civiles y políticos para los afroamericanos” debe entonces seguir siendo fuente de inspiración en el camino de la humanidad. Durante su discurso ante el Congreso de los Estados Unidos de América, Francisco recordó también la figura del monje cisterciense Thomas Merton, “un hombre de oración, un pensador que desafió las certezas de su tiempo y abrió horizontes nuevos para las almas y para la Iglesia”. El Papa Francisco, recordando a algunos de los grandes representantes de esta tierra, se detiene finalmente en el testimonio dejado por Dorothy Day, que luchó “por la justicia y la causa de los oprimidos”. En los rostros de Abraham Lincoln, Martin Luther King, Thomas Merton y Dorothy Day, y en los de tantos otros, se vislumbra la belleza de este pueblo. Una nación que siempre se ha apoyado en la herencia de grandes principios y en el poder de la fe para recorrer, incluso en tiempos sacudidos por guerras y desequilibrios, los caminos de la libertad.
AMEDEO LOMONACO