Cuarenta años después del inicio de la Transición, aquel milagro que asombró al mundo cuando precisamente todo el mundo creía que los españoles acabaríamos por retornar al garrotazo para presidir la des-convivencia, España vive hoy uno de los peligros que los grandes dirigentes de entonces intuyeron y evitaron: el desgarro, la división de la sociedad y el emponzoñamiento moral de una sociedad que no sabe cómo quitarse de en medio a un primer ministro corroído por la corrupción económica, institucional y ética. Mediante un abuso de poder incompatible con un régimen democrático y progresista.
Sánchez, también Zapatero aunque sin la acritud brutal de los actuales momentos, ha destruido todos los puentes con aquellos sectores sociales y políticos de finales de los años 70 y posteriores. Unos puentes necesarios e imprescindibles para avanzar como sociedad, básicamente el consenso para que la nación vaya hacia adelante. Lo realmente dramático de la actual coyuntura es aquello que los padres constituyentes persiguieron con ahínco y consiguieron hace casi medio siglo, es decir, que los intereses generales nunca volvieran a estar supeditados a la voluntad de una persona, se ha revertido de una manera antidemocrática y fatua. El nuevo caudillo sólo ha sido capaz de ganar la batalla a la verdad y la buena praxis política. En el resto, es decir, en todo, ha fracasado con estrépito.
Al contemplar desde una cierta distancia el panorama nacional, la idea que asalta mi cabeza es siempre la misma: ¿Qué le podrá pasar a Sánchez por esa cabecita bien esculpida a navaja y por cuenta del contribuyente? ¿Será verdad que es incapaz de percibir que a su alrededor todo se derrumba? Porque es un hecho cierto que en lugar de ir hacia adelante la España de Sánchez imita el paso de los cangrejos. Insisto, ¿le resultará imposible entender que hay millones de ciudadanos de buena fe y sin más interés que el general y el de sus familias que no le soportan, a los que ha engañado en todas las estaciones y, lo más gravé aún, que tiene intención de seguir engañando?.
¿No le habrá siquiera pasado por la cabeza y por la testa de su amantísima esposa que igual estaban mejor en su piso de Pozuelo, que tampoco está tan mal? ¿A qué tiene miedo?.
Si este hombre y está mujer pueden dormir tranquilos con el ruido que le deben hacer los oídos cada noche a modo de runrún ciudadano es que realmente los españoles tenemos un problema. Un problema muy serio.
¿Me entienden?
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 26.10.2024