Uno de los intelectuales con más predicamento de la hora española, no necesariamente de izquierda, ha escrito que lo más novedoso en la actualidad política del país es que «los nietos de los vencidos en la Guerra Civil pretenden hacer lo que no hicieron sus abuelos y sus padres, es decir, tratar de ganar una guerra que aquellos perdieron hace 90 años».
Es un asunto capital que está en el meollo de esa deriva juvenil de algunos dirigentes de la izquierdona, básicamente de los neocomunistas alrededor de Podemos y Sumar, pero también de algunos de ellos que se guarecen tras siglas teóricamente socialdemócratas. No digamos nada de los descendientes de la extrema izquierda secesionistas, básicamente con raíces en ERC y Bildu. En este sentido, los de Junts y PNV son más comedidos en el tema que nos ocupa.
Ignoran casi todo. Pero en lo único que conocen por ancestros familiares lo tergiversan. Básicamente, desconocen que en los años treinta del siglo pasado hubo una tragedia cósmica en España que se sustanció mediante una Guerra Civil después de lustros de desencuentros en el declive total de la más vieja nación del mundo. Sucedió lo que sucedió, sin duda, y ello no lo puede remediar ni con una santa bula del Papa de Roma.
Han pasado noventa años de aquel singular choque que ofrece muchos perfiles y demasiada letra pequeña que es necesaria tener en cuenta para acercarse con un mínimo de objetividad a algo que nunca debería poder repetirse. Tan es así que hace casi medio siglo una nueva generación de españoles, muchos de ellos que habían combatido en las trincheras opuestas, decidieron dar una oportunidad a la convivencia en las discrepancias y en los distintos y legítimos puntos de vista. Fue tal el éxito del milagro de la Transición que todavía vivimos en España de aquellos réditos.
Noventa años es una colección de años demasiado escasa para poder intuir, comprender y valorar un cataclismo social y cívico como lo que ocurrió de 1936 a 1939 y posteriores. Pero si se contabilizan historiadores con sagacidad científica y rigor objetivo para ofrecer una aproximación a aquellos acontecimientos que permita no volver a repetirlos.
A estas alturas, en cualquier caso, intentar utilizar las posibilidades que ofrece la actual situación democrática para revertir lo ocurrido hace casi un siglo en las trincheras es un ejercicio tan vano como intelectualmente insultante que no ayuda precisamente a la gran reconciliación que se produjo en España en 1978 y que una mayoría (entonces) creyó sin posibilidad de retorno.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 12.10.2024