Con 20 talleres, una Misa frente a la catedral y un concierto, adolescentes y veinteañeros descubren en el Madrid Live Meeting «que somos muchos viviendo lo mismo»
10 de octubre 2024.- «No esperábamos tanta gente; a este Madrid Live Meeting se apuntaron 2.000 personas y hace dos años fueron 800». Es la gratísima sorpresa que se ha llevado Miguel Fernández, voluntario del Secretariado de Infancia y Juventud de la archidiócesis de Madrid. Se la han llevado él y todo un equipo de 100 colaboradores que, pese a «que se han superado todas las expectativas», lograron coordinar el pasado sábado un multitudinario evento para los jóvenes madrileños.
Fernández cuenta cómo la llegada de bastantes chicos de 14 años, a quienes no se esperaba pero que fueron bienvenidos, «demuestra que hay una fe compartida y muchos jóvenes quieren celebrar; no hace falta esperar cuatro años para una JMJ porque en Madrid somos muchísimos viviendo lo mismo», sentencia. Según este voluntario, el «baño de masas» de la juventud madrileña es vital «para ver que estamos juntos, que no somos siempre los mismos y que la Iglesia es enorme». «El Papa advierte del riesgo de crear grupos estufa y creernos que somos el centro del mundo», añade. Y a la vez, esta fiesta permite ver «que hay carismas para todos y que todos están dentro».
Es la experiencia que ha tenido Nacho Buerba, un estudiante de 21 años de la iglesia Santa María Soledad Torres Acosta. Empezó la jornada en el taller Del tablón a la pantalla: tu parroquia en RR.SS. (redes sociales). Aunque acudió al evento con 15 amigos de su parroquia, «en el taller era el único y tuve que conocer a gente de otras». Celebra que «todos teníamos un objetivo: acercarnos a Dios». Y anima a «buscar esa unidad entre todos en vez de pensar cada uno en sí mismo».
Le da la razón el padre Joaquín, párroco de San Clemente Romano y responsable de uno de los 20 talleres que se impartieron en el Madrid Live Meeting. «Frente a cualquier otro tipo de actividad de Iglesia, lo interesante de esta es que nos convoca directamente el arzobispo». Cuando eso sucede, «todos estamos más juntos». «La diócesis significa que todos somos hijos de una misma Iglesia y, aunque en el día a día tienes relación con tu parroquia, tu movimiento o tu círculo, lo que te une es el Señor y eso genera conciencia».
En cuanto al contenido de su taller, titulado #HOPE: Cómo llevar esperanza a las RR.SS., este sacerdote con 50.000 seguidores en Instagram revela que, «en realidad, para los jóvenes, que les hablen de redes sociales es el último de sus intereses». Por lo que prefiere aprovechar oportunidades como las del pasado sábado «para abrir ventanas sobre cómo en la vida deberíamos tener lugares para soñar». Y también para «poner los medios y que las cosas ocurran», porque «el joven está cansado de las promesas vacías y la típica taza de Mr. Wonderful».
Otro taller con las plazas muy disputadas fue ¿Qué hago aquí?, coordinado por Enrique González, párroco de Nuestra Señora del Buen Suceso. Con 280 asistentes, la capilla del Seminario Conciliar de Madrid «estaba llena». Pese a ser tantos, cada uno se miró por dentro en un silencio sobrecogedor y escribió en un papel una pregunta trascendente a la que buscaba respuesta. «Respondí a las diez que más se repetían y eso ya fue para llorar», confiesa el sacerdote. Algunas cuestiones fueron «por qué sufro», «cómo puedo saber que la persona con la que salgo es con quien me tengo que casar» o «cómo acercar a mi familia a Cristo». «También hablé de la dificultad para escuchar a Dios, un tema que viene de la herida del pecado original en nuestra historia», añade. Con participantes «desde una monja de 30 años a un chico de 14 que comía chicle», González considera que «hay que ser valiente para apuntarse porque supone declarar una búsqueda en tu corazón». Sobre el encuentro, opina que «a veces se vive la fe con cierto complejo» y juntarse ayuda a los adolescentes y veinteañeros a «darse cuenta de que no están tan solos como perciben».
Organizado por ellos
Después vino la Misa frente a la catedral de la Almudena. Julia Moreno cantó en su coro y comenta que, aunque «nunca había visto a tantos curas juntos», fue «muy emocionante que todo estaba organizado por jóvenes». La celebración comenzó con la bendición de la cruz de los jóvenes. En su homilía, el cardenal arzobispo, José Cobo, los emplazó a «mirar a la esperanza». Los animó además a perderle el «miedo a la noche porque es la antesala de la esperanza». Y aunque a veces está llena de durezas, «siempre al alba llega la resurrección». Pablo Sanz, también miembro del coro, revela que «noté una especial conexión entre el arzobispo y los jóvenes». Especialmente al escoger su metáfora de la noche, pues «no sentir a Dios es parte del proceso de búsqueda por el que pasamos todos» y «resuena mucho a esas edades». Él y Julia fueron dos de los artistas que cantaron en el posterior concierto en la explanada. «Fue un lugar de encuentro en el que entras conociendo a un amigo y sales con cinco», valora Sanz. «Había parroquias y movimientos, pero no eran grupitos y se vivió mucha unidad».
Finalmente, Miriam Blanco, secretaria de Pastoral de la Delegación de Jóvenes del Arzobispado, explica cómo este macroevento que se celebra por tercer año consecutivo pretende preparar la peregrinación por el Jubileo 2025. «Al final presentamos la letra de Alza la vista, un himno que acompañará a los jóvenes de Madrid a Roma». «Es importantísimo que sepan que no son bichos raros y, como ellos, hay muchos más jóvenes que aman a Jesús», concluye.
Joven quieto es «un viejo»
«Cuando llegó el vídeo del Papa fue impresionante, la acogida fue brutal», cuenta Pablo Sanz, uno de los artistas que cantaron en el Madrid Live Meeting. Según el músico, «era un mensaje personalizado al que se notaba que había dedicado su tiempo. Los chicos se quedaron marcados y hubo una explosión de alegría».
Francisco encargó a los 2.000 chavales reunidos frente a la catedral de la Almudena que «hagan lío». «No olviden que un joven que está quieto es un viejo muerto. Tengan coraje y vayan adelante», les emplazó.
Les señaló algunos matices para vivir «ese barullo constructivo que nace de los ideales»: «Dialoguen con los viejos, son la sabiduría de un pueblo, escúchenlos y que los escuchen», pidió el Papa. A su juicio, «un árbol que corta sus raíces ya no tiene savia», por lo que les encargó agarrarse a sus orígenes «pero con creatividad». «Un joven sin creatividad es un muerto en vida», les advirtió.
Unas palabras del Pontífice que sirvieron para que esos jóvenes que se estaban dando cuenta de su pertenencia a la Iglesia local, dieran un paso más y descubrieran que también son parte de la Iglesia universal.
RODRIGO MORENO QUICIOS
Alfa y Omega