El Año Mariano, inaugurado por el Papa, hoy, en Luxemburgo, recuerda cuatro siglos de devoción a María, Consuelo de los afligidos, patrona del país. Servir, tema del jubileo mariano, consolar y la alegría de testimoniar el amor de Dios, centraron el discurso del Pontífice a la comunidad católica reunida en la Catedral de Notre-Dame. También los migrantes y los más vulnerables fueron recordados por el Santo Padre en el encuentro.
26 de septiembre 2024.- “El amor nos apremia a anunciar el Evangelio abriéndonos a los demás, y el desafío del anuncio nos hace crecer como comunidad, ayudándonos a vencer el miedo de emprender nuevos caminos, empujándonos a acoger con agradecimiento la aportación de los demás”. Estas palabras del Papa encierran el mensaje que ha querido llevar a los católicos de Luxemburgo, reunidos en la Catedral de Notre-Dame, también para inaugurar el Año Jubilar Mariano, con motivo de los cuatro siglos de devoción a María, Consuelo de los afligidos, patrona de la nación.
Para servir
El Papa llegó a las 16.23 h. a la entrada principal de la catedral, abarrotada de fieles y personas que, no obstante, la intensa lluvia, acompañaron el trayecto del Papa desde el Arzobispado, bordeando las calles del centro de la ciudad.
En el interior del templo, entre los invitados y en primera fila junto a los enfermos y discapacidados, el Gran Duque de Luxemburgo, Enrique, y su esposa María Teresa. Luego, el saludo del cardenal Jean-Claude Hollerich, Arzobispo de Luxemburgo, el testimonio de un joven, Diogo, las palabras de la Sra. Christine, vicepresidenta del Consejo Diocesano de Pastoral y de Sor Maria Perpétua, representante de las comunidades lingüísticas, espléndidos cantos corales y el sugestivo espectáculo de danza “Laudato sí”, precedieron las palabras del Papa Francisco, que iniciaron haciendo referencia precisamente al Año Jubilar Mariano que los católicos de Luxemburgo se aprestan a vivir:
“Dentro de unos momentos, en la oración de apertura del Año mariano, pediremos a la Madre de Dios que nos ayude a ser “misioneros, dispuestos a dar testimonio de la alegría del Evangelio”, conformando nuestro corazón al suyo ‘para ponernos al servicio de nuestros hermanos’.
La acogida
Un “para servir” a los hermanos que además de dar título al año mariano, es punto de partida del discurso del Papa basado en tres palabras: servicio, misión y alegría. Servicio que para el Pontífice se traduce en algo más urgente, el de la acogida, que Luxemburgo, “tiene y mantiene viva, por su apertura a tantos inmigrantes, y una “herencia” que ha hecho al país, “una casa acogedora para todo el que llame a vuestra puerta pidiendo ayuda y hospitalidad”.
“Un deber de justicia” dijo Francisco recordando las palabras de san Juan Pablo II cuando recordaba las raíces cristianas de la cultura europea, en Luxemburgo, cuando animó a los jóvenes a trazar el camino de «una Europa no sólo de bienes y mercancías, sino de valores, de hombres y de corazones».
“Insisto en esto: una Europa y un mundo en los que el Evangelio se comparta en la palabra del anuncio unida a los signos del amor”.
La misión
Haciéndose de la frase pronunciada por el cardenal Hollerich en su saludo sobre una “evolución de la Iglesia luxemburguesa en una sociedad secularizada progresa, madura, crece”, el Papa añadió que “no se repliega en sí misma, triste, resignada, resentida; sino que acepta el desafío, en fidelidad a los valores de siempre, de redescubrir y revalorizar de manera nueva los caminos de evangelización, pasando cada vez más de una simple propuesta de atención pastoral a una propuesta de anuncio misionero”.
“Para nosotros, esto es importante. Porque lo que nos impulsa hacia la misión no es la necesidad de ‘contar con números’, de hacer ‘proselitismo’, sino el deseo de dar a conocer a la mayor cantidad posible de hermanas y hermanos la alegría del encuentro con Cristo”
La alegría
Para abordar la alegría, tercera palabra de su reflexión, el Santo Padre recordó la experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud contada en su testimonio por el joven Diogo, en la que compartió fuertes alegrías y emociones, y la emoción de revivirlas reunidos en Luxemburgo
¿Lo ven? Nuestra fe es así. Es alegre, “danzante”, porque nos manifiesta que somos hijos de un Dios amigo del hombre, que nos quiere contentos y unidos, que nada lo hace más feliz que nuestra salvación”
La procesión de Primavera
Al concluir, el Papa quiso recordar la hermosa de tradición de los católicos en el país, que realizan la procesión de primavera —Springprozession—, que se lleva a cabo en Pentecostés en Echternach, recordando la infatigable obra misionera de san Willibrord, evangelizador de estas tierras, y que hace danzar y cantar a todos dando testimonio con entusiasmo, en recuerdo del santo Pastor, de “cuán bello es caminar juntos y encontrarnos como hermanos en torno a la mesa de nuestro Señor”.
La Rosa de oro para la Virgen
El encuentro el Papa concluyó con la inauguración del Año Mariano. Luego de la oración de apertura pronunciada por el Arzobispo de Luxemburgo, se hizo entrega por parte del Pontífice, de la Rosa de oro para la Virgen, Consuelo de los Afligidos, mientras el coro de la catedral entonaba el “Aleluya”, con el que se dio por terminada la celebración y esta primera etapa del Viaje Apostólico a Luxemburgo y Bélgica.
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