En su catequesis previa a la oración del Ángelus, comentando el Evangelio de la Liturgia, Francisco invita a dejar de lado orgullo y deseos de poder y a estar preparados para servir porque “el verdadero poder no está en el dominio de los más fuertes, sino en el cuidado de los más débiles”.
Ciudad del Vaticano, 22 de septiembre 2024.- Librarnos del orgullo y de la vanagloria que cierran el corazón y aprender a reconocer el rostro de Jesús en los más débiles, sirviendo con generosidad. Ésta fue, en síntesis, la exhortación del Papa Francisco en su alocución previa a la oración mariana del Ángelus de este domingo 22 de septiembre, XXV del tiempo ordinario.
Asomado desde la ventana del Palacio Apostólico, ante los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro para escuchar su catequesis y rezar junto a él la oración a la Madre de Dios, el Obispo de Roma reflexionó sobre el Evangelio de la liturgia (Mc 9,30-37) en el que Jesús anuncia lo que ocurrirá al final de su vida:
El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos
Remitiéndose al pasaje evangélico, el Papa relata que los discípulos, mientras seguían al Maestro tenían otra cosa en la cabeza y cuando Jesús les pregunta de qué estaban hablando “callan porque discutían sobre quién era el más grande”.
“Mientras Jesús les confiaba a ellos el sentido de su vida, estos hablaban de poder”, nota. Y entonces “la vergüenza les cierra la boca, como antes el orgullo había cerrado su corazón”.
Pero Jesús, evidencia Francisco, responde abiertamente a los discursos susurrados de los discípulos con una frase:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (cf. v. 35).
El verdadero poder: cuidar de los más débiles
“¿Quieres ser grande? Hazte pequeño, ponte al servicio de todos” insta el Papa, evidenciando cómo el Señor, con una palabra tan sencilla como decisiva, renueva nuestro modo de vivir:
“Jesús nos enseña que el verdadero poder no está en el dominio de los más fuertes, sino en el cuidado de los más débiles. El verdadero poder es cuidar de los más débiles, eso te hace grande”
He aquí por qué el Maestro llama a un niño, lo coloca entre los discípulos y lo abraza diciendo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí» (v. 37), porque “el niño no tiene poder: tiene necesidad”, explica el Santo Padre e indica:
“Cuando cuidamos al hombre, reconocemos que el hombre siempre necesita vida”
Cuánto sufrimiento por las luchas de poder
Francisco recuerda que todos nosotros “estamos vivos porque hemos sido acogidos, pero el poder nos hace olvidar esta verdad. Entonces nos convertimos en dominadores, no servidores, y los primeros que sufren son precisamente los últimos: los pequeños, los débiles, los pobres”.
“¡Cuántas personas sufren y mueren por las luchas de poder! Son vidas que el mundo rechaza, como rechazó a Jesús”
“Cuando Jesús fue entregado en manos de los hombres, Él no encontró un abrazo, sino una cruz” observa el Papa. Y sin embargo, “el Evangelio sigue siendo palabra viva y llena de esperanza: Aquel que fue rechazado resucitó, ¡es el Señor!”
Listos para servir
El Pontífice concluyó su reflexión instando a hacernos tres preguntas:
“¿Sé reconocer el rostro de Jesús en los más pequeños? ¿Cuido del prójimo, sirviendo con generosidad? Y viceversa, ¿agradezco a los que cuidan de mí?”
Y finalmente, invitó a rezar a María, para estar como ella, “libres de la vanagloria y preparados para servir”.
MARÍA CECILIA MUTUAL
Vatican News