Le han explicado que hay aldeas remotas que pasan meses sin sacerdote. Francisco, que se ha reunido con misioneros argentinos, les ha animado a crear comunidades tan bellas como la naturaleza que les rodea
9 de septiembre 2024.- «Viva, viva el Papa» es el grito, en perfecto español, que se escuchaba este domingo en Vanimo. Hasta este lugar de Papúa Nueva Guinea se ha desplazado el Santo Padre a bordo de un avión militar de la fuerza aérea australiana, pues no hay otro modo de llegar. Francisco no apareció con las manos vacías. Llevó consigo en esa nave toneladas de material de todo tipo para la población de la diócesis de Vanimo.
El evento con los fieles de este lugar, habitado por unas 11.000 personas, ha tenido lugar en la explanada adyacente a la catedral de la Santa Cruz. Tras la bienvenida del obispo de Vanimo, el Pontífice ha escuchado algunos testimonios de los fieles de la diócesis como el de un catequista, que le ha explicado que hay comunidades remotas donde no llega un sacerdote en meses.
Steven ha colocado al Papa un tocado tradicional. Una huérfana ha contado a Francisco que las religiosas del Hogar de Luján son su familia. El centro está gestionado por las Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará. Religiosas de seis órdenes trabajan en esta diócesis.
En su discurso, el Santo Padre ha hecho un breve repaso de lo que los misioneros, desde el siglo XIX, han aportado a la población papuana en este lugar. Obras como escuelas, hospitales y centros de asistencia de todo tipo, por supuesto, pastoral, emprendidas «debiendo afrontar no pocas dificultades, para ser instrumentos “de paz y de amor”».
El Papa les ha dicho que la naturaleza que les rodea, y que evoca el Edén, es un regalo que Dios les confía a ellos. También les ha explicado que hay otro espectáculo además del natural: el de amarse como hermanos. Un signo de este amor es, por ejemplo, el de acudir a las comunidades lejanas para llevar los sacramentos o la Palabra de Dios. «Llevan a cabo algo muy lindo, y es importante que no se queden solos, sino que toda la comunidad los apoye», ha subrayado Francisco.
Por eso, ha pedido a todos que sean misioneros allá donde se encuentren para que «a la belleza del paisaje, corresponda la belleza de una comunidad en la que las personas se aman, como nos ha enseñado Jesús».
La belleza puede curar el mundo
Francisco les ha explicado que así formarán como una gran orquesta que será capaz, «con sus notas, de acabar con las rivalidades, de vencer las divisiones —personales, familiares y tribales— de expulsar del corazón de las personas el miedo, la superstición y la magia; de terminar con los comportamientos destructivos como la violencia, la infidelidad, la explotación, el consumo de alcohol y drogas, males que aprisionan y hacen infelices a tantos hermanos y hermanas, también aquí».
El Papa les ha invitado a difundir que «el amor es más fuerte que todo esto y su belleza puede curar el mundo, porque tiene sus raíces en Dios».
«El tesoro más fascinante está en vuestros corazones y se manifiesta en la caridad con la que se aman», ha destacado el Pontífice. Les ha indicado que, viviendo así, podrán hacer que Papúa sea famosa no solo por su belleza, sino por las buenas personas que la pueblan.
Y ha dejado una misión especial a los más jóvenes del lugar: «Os lo digo especialmente a vosotros, niños, con vuestras sonrisas contagiosas y vuestra alegría desbordante, que fluye en todas direcciones. Sois la imagen más hermosa que quienes parten de aquí pueden llevarse y conservar en el corazón».
Al terminar, ha depositado una rosa de oro en la imagen de la Virgen de Lujan llevada por los misioneros.
25 imágenes de la Virgen para 25 aldeas
Tras el encuentro, Francisco ha visitado la Holy Trinity Humanistic School en la aldea de Baro. Allí, le han agasajado con todo tipo de regalos, canciones y gestos de bienvenida. Ha recalado en este lugar de la selva oceánica aceptando la invitación de un grupo de misioneros argentinos con los que ha mantenido un encuentro en privado.
Pertenecen al Instituto del Verbo Encarnado, presentes en Vanimo desde hace 25 años. Por eso, han pedido al Papa que bendijera 25 estatuas de la Virgen María, de la Virgen de Luján, para repartirlas en 25 de las aldeas que atienden. En 2019, uno de ellos se aventuró a peregrinar hasta Roma con un pequeño grupo de fieles. Pudieron visitar al Papa en Santa Marta. Francisco entonces les dijo que, si finalmente viajaba a Papúa Nueva Guinea, les devolvería la visita en casa, en Vanimo.
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