La Guardia Suiza Pontificia, con 500 años de historia, es responsable de la seguridad del Papa. Formados en el combate cuerpo a cuerpo, el tiro y la protección personal, muchos guardias se incorporan a la policía, la guardia de fronteras o el ejército tras su servicio. Pero no todos: el ex guardia suizo Didier Grandjean, de 34 años, ha cambiado su uniforme de la Guardia Suiza por un cuello romano.
Ciudad del Vaticano, 8 de agosto 2024.- Vuelve a llevar «una especie de uniforme, pero no tan colorido», bromea Didier Grandjean. Este seminarista de la diócesis de Friburgo (Suiza) ha vuelto este verano al Vaticano, donde trabajaba como guardia suizo. Está realizando varias misiones como asistente durante el período estival con este prestigioso cuerpo al servicio del Sumo Pontífice.
Fue Guardia Suizo entre 2011 y 2019. Formado como paisajista, explica que «dejó la Guardia para entrar en el seminario».
La Guardia Suiza: trampolín para una vocación
Su entorno familiar estuvo marcado por la religión, pero también por su cantón natal, Friburgo. La ciudad de Friburgo alberga una de las cuatro facultades de teología católicas de Suiza (junto con Lucerna, Chur y Lugano) y a veces se la conoce como la «Roma de Suiza».
Con ocasión del 500 aniversario de la fundación de la Guardia Suiza Pontificia en 2006, el futuro guardia Grandjean se encontró con un folleto publicitario en una de las muchas reuniones informativas de la Guardia: «Siempre guardé este folleto en mi mesilla de noche, así que siempre se quedó conmigo. Ese recuerdo me ha acompañado durante toda mi futura carrera y nunca me ha abandonado. Aquella sesión informativa fue el detonante para que me alistara en la Guardia Suiza», afirma.
Aunque el joven Didier Grandjean había terminado la escuela de reclutas del Ejército suizo, requisito básico para ingresar en el ejército más antiguo del mundo, su motivación para servir al Papa y a la Iglesia era sobre todo religiosa.
El contacto con los peregrinos como catalizador de su propia fe
Cuando Didier Grandjean se incorporó a la Guardia Suiza en 2011, a la edad de 21 años, descubrió el mundo del Vaticano, y esta inmersión le ayudó a desarrollar su fe. El servicio polifacético de la Guardia, en particular los controles en las entradas de Santa Ana y del Palacio del Santo Oficio, son puntos de contacto con peregrinos de todo el mundo:
“Durante mi servicio en la Guardia Suiza, estuve a menudo en contacto con peregrinos, lo que me impresionó mucho, sobre todo su fe, a menudo muy profunda, que mostraban de forma muy expresiva.”
Por otra parte, en determinadas situaciones, prevalecen la soledad y la monotonía, que son la suerte de todos los servicios de seguridad del mundo: «También había momentos en los que estábamos solos en los puestos de servicio del Palacio Apostólico. Aprovechaba esos momentos para rezar, reflexionar y pensar».
Responder a una llamada
La oración, la meditación y la reflexión, combinadas con encuentros inspiradores en torno a la cúpula de la Basílica de San Pedro, forjaron la vocación de Didier Grandjean y le condujeron por el camino del sacerdocio. Fue un descubrimiento muy gradual, como él mismo explica:
“La palabra ‘vocación’ viene de ‘vocare’, que significa ‘llamar’ en latín. Es una llamada, algo que sientes dentro. Para mí, esta llamada se desarrolló gradualmente. No fue una iluminación repentina. Creo que varía de una persona a otra, pero para mí fue un proceso gradual en el que me di cuenta de que Dios me llamaba a otra cosa.”
«Ve, este es tu camino»
Tras tomar la decisión de entrar en el seminario, recibió un gran apoyo de su familia y amigos. «Fue una gracia inmensa que todos me apoyaran y que nadie quisiera disuadirme de tomar este camino», cuenta emocionado.
Lo que le emocionó especialmente fue poder darle la noticia a su padre, fallecido en 2018. «Fue muy bonito, porque mi padre me animó, al igual que mi abuela, con la que tenía una estrecha relación y que falleció un año después. Sé que ambos me cuidan ahora desde el cielo». Dice que aún recuerda las palabras de su padre: «Ve, éste es tu camino».
A pesar del escepticismo de algunos, las reacciones abrumadoramente positivas le dieron la fuerza y la confianza que aún hoy le ayudan. «Tenía la sensación de que Dios me llamaba a otra cosa, a seguir sirviéndole, pero de otra manera», dice.
Un microcosmos rodeado de un soplo de eternidad
Dentro del Vaticano, el cuerpo de la Guardia Suiza presta un servicio de seguridad y honor, en el corazón de la Iglesia, en las inmediaciones del sucesor del Príncipe de los Apóstoles. Este soplo de eternidad da lugar a muchos momentos especiales, también decisivos en la carrera de un Guardia Suizo, que marcarán su futura trayectoria vital, y así fue para Didier Grandjean:
«Durante mi servicio, hubo un momento decisivo: el cónclave de 2013. Fue impresionante ver lo importante que fue este acontecimiento, tanto histórica como espiritualmente. Estaban sucediendo cosas más grandes que nosotros mismos. Estábamos allí para servir y acompañar este proceso, y fue impresionante ver la grandeza de la Iglesia y su naturaleza sobrenatural más allá de las debilidades humanas. Esto me impresionó y conmovió profundamente. El contacto con los dos Papas, Benedicto XVI y Francisco, fue también muy fuerte. Verlos comprometerse con la Iglesia, sin escatimar esfuerzos, siempre dispuestos a servir, fue muy impresionante. Me dio el deseo y la fuerza de comprometerme yo también».
Conciencia de servicio
¿Existe un puente entre el servicio en la Guardia Suiza y la vida de seminarista? Para Didier Grandjean, «en primer lugar, la conciencia de servicio es importante, ya sea en la Guardia Suiza, en el seminario o como sacerdote. El servicio es central, es el mensaje decisivo». Pero en su opinión, tampoco hay que pasar por alto otro pilar de la Guardia Suiza: la camaradería.
Esta camaradería la desarrolló durante sus ocho años en el pequeño cuerpo del ejército. Como futuro sacerdote, sus muchas amistades son una ventaja para él, en una época en la que la soledad es un verdadero reto para los sacerdotes.
Por último, la conciencia de servir, de comprometerse con los demás, no lo es todo. «También está la disciplina. La disciplina desempeña un papel no sólo en el contexto militar, como en la Guardia Suiza, sino también en la vida de oración de un sacerdote. Un sacerdote recita la liturgia de las horas, y a veces la oración se parece al combate. No es fácil sacar tiempo para rezar todos los días», dice Didier Grandjean.
La importancia de la disciplina
La vida de guardia exige una cierta disciplina rutinaria: ropa limpia, afeitado diario, uniforme impecable y actitud amistosa. Pero la verdadera esencia de la disciplina reside en el servicio desinteresado, paralelismo central entre el uniforme y la sotana», señala Didier Grandjean.
Para concluir, al futuro sacerdote le gustaría citar un título papal que le inspira: Servus servorum Dei, siervo de los siervos de Dios. En efecto, su servicio como sacerdote es una continuación de su servicio como Guardia Suizo.
«En la Guardia Suiza nos ponemos al servicio del Papa, de la Iglesia y de todos los fieles. Se ha dicho a menudo que somos los servidores de los servidores de Dios. Creo que eso es exactamente lo importante: debemos ejercer este servicio con gran humildad», concluye. Didier Grandjean ha hecho de su vida un don: ayer servidor como Guardia Suizo, ahora futuro sacerdote.
ROMANO PELOSI