Viene la actualidad española marcada, una vez más, por Cataluña. ¡Siempre Cataluña! Tema que produce un enorme sopor al resto de los españoles, hartos ya de estar hartos de las ensoñaciones de vuelo gallináceo de la clase política independentistas.
Ahora, fracasado el intento golpista de seccionar España, mientras esperan mejor ocasión el objetivo es claro: sacar hasta el último euro que puedan de un presidente del Gobierno capaz de ofrecer lo que no es suyo con tal de sostenerse dos minutos más en la poltrona. Si, finalmente, Sánchez y su Gobierno son capaces de ofrecer una «soberanía fiscal» a Cataluña, el golpe de Estado fracasado del 1 de octubre, habrá triunfado de otra manera.
Se lo han dicho todos aquellos que un día fueron importantes en el PSOE; se lo han repetido hasta la saciedad desde la oposición y desde la sociedad civil española: el Estado no puede ser compartimentado en taifas fiscales y el territorio es uno e indivisible.
Mucho me temo que, dado el estado de necesidad en el que se encuentra el primer ministro Sánchez, lo que le exijan Junqueras y Aragonés terminará por ponerlo encima de la mesa. Las catorce autonomías gobernadas por el PP, a la que habría que sumar la Castilla-La Mancha de García Page, tendrían que ponerse ipso facto en pie e ir directamente a la yugular política de un traidorzuelo inexportable.
De una vez y para que quede claro en todas las estaciones: a Cataluña no le ha robado nadie; mucho menos los gallegos, los castellanos, los andaluces o los extremeños. Estos colaboraron a levantar una pequeña tierra cuya clase política desagradecida, egoísta y boba les despreció durante muchos años.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 28.7.2024