Observado el panorama patrio con una cierta distancia, y aún lejanía, puede concluirse con justeza que la situación del país requiere un golpe de timón para reconducir el inmenso detritus político, constitucional y social que ha sembrado el sanchismo de norte a sur y de este a oeste.
Con pérdida de votaciones clave cada semana, al albur y la voluntad de los golpistas de la secesión catalana, con el hedor que despiden los distintos aprovechamientos obscenos del poder por parte de familiares cercanos, con una imagen presidencial tan deteriorada que apenas puede pisar la calle, Pedro Sánchez deambula por el cuadrilátero español como un boxeador grogui que una día echa pulso a los jueces probos, otro quiere atar a la prensa crítica y en sus ratos libres saca la cartilla amenazante a sus propios y más cercanos colaboradores.
El año de gracia en el poder que Puigdemont le concedió tras las elecciones del 23J de 2024, siete votos decisivos en una exigua mayoría ineficaz en el Parlamento –a cambio de amnistías incomprensibles, chorreo de millones a gogó para un territorio–, apenas ha servido para sustanciar un deterioro colosal de la vida institucional hispana. Sánchez está acorralado y no tiene salida. Un jefe de gobierno cualquiera europeo hace tiempo que hubiera pedido hora al Jefe del Estado para presentarle su renuncia. Cierto es que le sobra descaro, puede vender a quien le quiera comprar enorme capacidad de manipulación, incluso, un tic enfermizo que, al fin y a la postre, no tiene más recorrido que el use y disfrute del poder unos meses más.
Si Sánchez fuera un patriota que persiguiera el bien de la nación y, por ende, lo mejor para sus ciudadanos, hace tiempo que hubiera hecho un ejercicio de sensatez y realismo y hubiera pedido ingresar en el club de los ex bien pagado, coche oficial de por vida y otras gabelas impropias de un progresista.
La legislatura está más agotada que las posibilidades de Begoña Gómez de aparecer ante la opinión pública como una mujer limpia. Los que creen que el marido de la señora todavía tiene cuerda olvidan que la condición humana está hecha de materiales sensibles que tienen una cierta capacidad de resistencia. Pero la cuerda termina por romperse.
Sánchez es hoy el tapón que sujeta los gases de una situación política e institucional endemoniada. Cuando salte por los aires comprenderemos en toda su profundidad cuánto detritus miserable hay acumulado a mayor honra y gloria de un tipo escasamente leído, sin principio alguno, que hizo del cinismo su particular cuaderno de bitácora. El estallido se oirá al mismo tiempo en Finisterre y en el Cabo de Gata.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario el 27.7.2024