(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Es necesario trabajar por una paz verdadera a través del encuentro entre personas concretas y la reconciliación entre los pueblos y grupos que se afronta desde posiciones ideológicas opuestas y comprometerse para alcanzar esa justicia de la que las personas, las familias, los pueblos y las naciones sienten tener derecho, en el plano social, político y económico para cumplir su parte en el mundo.
Lo ha indicado el papa Francisco en el mensaje enviado a los participantes de la Conferencia que se celebró en Roma sobre el tema: La no violencia y la paz justa: contribuir a la comprensión católica y el compromiso con la no violencia. Según ha asegurado el Santo Padre, el encuentro, que ha sido organizado por el Pontificio Consejo de Justicia y Paz y el Movimiento Pax Christi, adquiere un carácter y un valor particular en el Año Jubilar de la Misericordia.
Por otro lado, el Pontífice asegura que es necesario renovar todos los instrumentos aptos a concretar la aspiración a la justicia y a la paz de los hombres y de los mujeres de hoy.
Del mismo modo, recuerda que es fin último y más digno de la persona humana y de la comunidad es la abolición de la guerra.
También precisa que como cristianos “sabemos que solamente considerando a nuestro iguales como hermanos y hermanos podremos superar guerras y conflictos”. La Iglesia –añade– no se cansa de repetir que esto vale no solo a nivel individual sino también a nivel de pueblos y naciones, tanto que considera la comunidad internacional como la “familia de las naciones”.
Haciendo referencia al Mensaje para la Jornada mundial de la Paz de este año, el Santo Padre subraya su llamamiento a los responsables de los Estados para que renueven “sus relaciones con los otros pueblos, permitiendo a todos una participación efectiva e inclusión a la vida de la comunidad internacional, para que se realice la fraternidad también dentro de la familia de las naciones”. Como cristianos –asevera– sabemos también que el gran obstáculo que hay que eliminar para que esto suceda es el del muro de la indiferencia. Y la crónica de los tiempos recientes, indica el Santo Padre, demuestra que si habla de muro no es solo para usar un lenguaje figurado, sino porque se trata de una triste realidad.
Al respecto, el Pontífice señala que esta realidad de la indiferencia afecta no solo a los seres humanos, sino también “al ambiente natural con consecuencias a menudo nefastas en términos de seguridad y paz social”.
Por eso, precisa que el compromiso para superar la indiferencia tendrá éxito solo si, imitando al Padre, seremos capaces de usar misericordia. Esa misericordia “que encuentra en la solidaridad su expresión, por así decir, política, ya que la solidaridad constituye la actitud moral y social que responde mejor a la toma de conciencia de las plagas de nuestro tiempo y de la inter-dependencia entre la vida del individuo y de la comunidad familiar, local y global”.
De este modo, el Santo Padre invita al desarme integral “creando puentes, combatiendo el miedo y llevando adelante el diálogo sincero y verdaderamente arduo”.
Al concluir su mensaje, Francisco renueva dos peticiones que ya ha pedido a los responsables de los Estados en este Año Jubilar: la abolición de la pena de muerte y la posibilidad de una amnistía, y la cancelación o la gestión sostenible de la deuda internacional de los Estados más pobres.
Rocío Lancho García