El Congreso Nacional Africano, partido del histórico líder, pierde la mayoría absoluta por primera vez, acuciado por los problemas económicos. El país se abre a peligrosas visiones radicales.
6 de junio 2024.- Cuando Julius Malema sube al estrado en sus mítines entona un cántico puño en alto con sus seguidores: «Matar al bóer, matar al bóer». Los bóers, descendientes de colonos neerlandeses, son la población blanca sudafricana, minoritaria, con un 8 % de la población frente a más de un 82 % de población negra.
Los blancos impusieron el apartheid durante 46 años y la frase proviene de una canción que surgió en una época de resistencia contra la opresión. Pero Malema y los seguidores de la Lucha por la Libertad Económica (EFF) la entonan hoy en día. Malema ha ido a juicio por ello y, aunque el juez le absolvió en defensa de la libertad de expresión, allí dijo que no descartaba pedir el asesinato de personas blancas en un futuro. El multimillonario sudafricano blanco Elon Musk le ha acusado de promover abiertamente el genocidio de los blancos y The Economist se pregunta: «¿Es Malema el hombre más peligroso de Sudáfrica?». Ese hombre ahora está a un paso de ser vicepresidente del país.
Nelson Mandela evitó la confrontación con una política de no racialidad que buscaba la reconciliación entre sudafricanos. 30 años después de que fuera elegido presidente, el proyecto de la «nación arcoíris», como definió a la nueva Sudáfrica democrática el arzobispo Desmond Tutu, se desintegra acuciada por el desempleo, el crimen y la corrupción y ante el auge de partidos extremistas.
El Congreso Nacional Africano, el partido de Mandela, había arrasado con mayoría absoluta en todas las elecciones democráticas hasta ahora, seis en total. Hasta el 29 de mayo. El partido ha caído hasta el 40 % de los votos por su mala gestión y la división interna. Ahora deberá pactar y las opciones hablan del potencial futuro de Sudáfrica.
A un lado, la Alianza Democrática (AD), que con un 21 % de apoyos ha quedado segunda y mantiene sus votos. Liberal por naturaleza, lo lideran afrikáneres —descendientes de los colonos holandeses— y para muchos es símbolo del poder económico de la población blanca. En 2022, todavía un sudafricano blanco ganaba hasta más de cuatro veces más que uno negro: de media 1.287 dólares al mes por los 287 dólares de un ciudadano negro, 1.000 dólares menos.
En cifras
82 % de los sudafricanos son negros, frente a un 8 % de blancos. El resto de la población es mestiza.
32,9 % de población en paro, la mayor tasa del mundo. Entre jóvenes, es el 45,5 %.
17 años lleva el país soportando cortes de luz por no poder satisfacer la demanda de electricidad.
Cuatro veces más sigue ganando de media un sudafricano blanco que uno negro.
Unirse a ellos puede ser visto como una traición para el electorado del CNA, que se está fragmentando. La mayoría absoluta que ha gozado en el pasado puede lograrse con otros dos partidos, el tercero y cuarto en liza. Por un lado, el uMkhonto we Sizwe (MK), que coge el nombre del brazo armado del CNA en la lucha contra el apartheid. Muy popular entre los zulúes, la etnia más grande de Sudáfrica, ha conseguido un 15 % de los votos. Lo lidera el expresidente Jacob Zuma, expulsado por corrupción del CNA. Por otro, el partido de corte marxista EFF, del mencionado Malema. Aunque ha perdido votos, su 9,5 % de los sufragios puede ser la llave para formar gobierno.
Principalmente entre estos dos partidos se concentran los votantes perdidos del CNA. De acercarse a ellos, el Gobierno de Sudáfrica tomaría un giro a la izquierda. Tanto el MK como el EFF piden engrandecer el Estado mediante la nacionalización de sectores clave como la energía o la minería. Para Malema, esa es la solución para dar trabajo a los jóvenes, que sufren un 45,5 % de desempleo juvenil. Sudáfrica tiene la mayor tasa de desempleo del mundo, con un 32,9 % de población activa sin trabajo.
La experiencia reciente muestra que dejar esta cuestión en manos del Estado no es precisamente lo ideal para crecer. La incapacidad gubernamental para gestionar la eléctrica estatal Eskom ha llevado a que los sudafricanos sufrieran apagones de entre seis y doce horas al día en 2023. El país lleva ya 17 años con cortes de luz controlados al tener mayor demanda que capacidad. Desde 2007 se han intentado instalar dos plantas de carbón —sí, Sudáfrica es el único país del mundo cuya principal fuente de energía sigue siendo el carbón— para ampliar la capacidad energética, pero la corrupción ha hecho que ninguna de las dos se haya terminado después de haber gastado ya 28.500 millones de euros. El presidente, Cyril Ramaphosa, dijo en 2022 que con 1.600 millones de euros más se acabarían del todo, pero todavía no se han finalizado.
Ahora, el CNA deberá pactar con un socio principal: o bien el EFF, el MK o la liberal AD. El líder de esta última, John Steenhuisen, se ha abierto a ello para evitar «la coalición del apocalipsis» con el EFF en el Gobierno, que considera que crearía «una fuga masiva de capitales del país».
A los cánticos racistas de Malema se suman sus políticas radicales, que incluyen la expropiación de las tierras en manos de sudafricanos blancos sin compensación y su apoyo exterior a Vladimir Putin, a quien dijo que no dudaría en enviar armas para la «lucha contra el imperialismo» que está llevando a cabo en Ucrania. No se puede descartar que llegue a una gran coalición tanto con el MK como el EFF, que busque aunar a todo el espectro radicalizado del CNA. En la mano del histórico partido está decidir qué rumbo toma el país que han dirigido como suyo durante tres décadas.
DAVID SOLER CRESPO
Alfa y Omega